Mi tío Federico y yo estamos muy emocionados preparando la fiesta patronal de San Juan en la selva del Perú. Como este año le ha tocado ser el mayordomo, queremos quedar muy bien con todos los invitados, no debe faltar nada para nadie.
Así que muy temprano hoy nos toca salir al interior de la selva, por todas las provisiones que faltan sea de carnes, aves o monos, caminaremos algo más de doce horas.
Mi tío siempre está muy atento conmigo preparando la cacería.
- Juanito, esta arma será para ti, es chiquita pero muy eficaz. Yo mismo he cazado mucho con ella. Tanto que un día mientras cortaba un árbol para derribar a un mono, la rama del cedro la aplastó y le rompió un poco el cañón, recuerda mi tío.
- Muchas gracias por tu obsequio tío, lo usaré con cuidado, le aseguro.
Antes de partir, reviso nuestras provisiones: paquetes de sal, azúcar, fósforos y combustible para las pequeñas lámparas. En los paquetes más grandes se encuentran las balas para las retrocargas y lo que no pueden faltar plátanos y yuca para combinar la comida.
Después el fresco amanecer nos acompaña hasta el interior de la selva. Van también con nosotros Pancho y Manuel mis primos, quienes parecen no cansarse nunca, a pesar que nuestra larga caminata lleva ya más de seis horas. La amarillenta hojarasca debajo de nuestros pies descalzos oculta a veces a las serpientes, los alacranes o las hormigas bravas, por eso vamos con mucho cuidado, con suerte para no ser picados por ellas.
De pronto vemos cómo ha pasado la tarde y ya viene la noche y por fin hemos llegado a nuestro destino. Este es un lugar oscuro y solitario, existen muchos rumores que éste sitio es el lugar favorito de las almas en pena y los fantasmas. Muchos ya han escuchado anteriormente los llantos lastimeros, los quejidos prolongados y los fuertes golpes en las grandes aletas de los árboles. Como es un lugar alejado, nadie se ha quedado a vivir por allí, excepto los animales, las aves y los monos.
Inmediatamente y a pesar de la noche comenzamos nuestra cacería que resulta ser muy buena. Hemos cazado pronto a los sajinos, venados y sachavacas. Encontramos desprevenidas a las paujiles, perdices y a los loros.
Entretenidos como estamos con nuestra buena caza, no sentimos que el tiempo pasa rápido y al cabo de seis días mi tío Federico decide que nos quedaremos por un día más para completar la semana. De manera que acordamos volver a separarnos para continuar cazando. Mi tío Federico se dirige hacia el Norte, Pancho va por el Este, Manuel hacia el Oeste y yo voy hacia el Sur. Con suerte consigo matar a tres monos negros que es suficiente carga para regresar al campamento donde debo reunirme con mi tío Federico y mis dos primos en este último día de caza.
Con mi carga al hombro llego cansado y con hambre al campamento, pero vaya sorpresa, no encuentro a ninguno, ni a sus equipajes, ni sus provisiones, ¿qué habrá pasado?, ¿Qué hago ahora?, me pregunto en voz baja. De lo que sí estoy seguro es que ya no están, que regresaron al pueblo y me dejaron solo. Pero yo no puedo seguirlos de inmediato, porque tengo que preparar mi comida para matar mi hambre y ahumar la carne de los monos que he cazado.
Veo como la tarde avanza y cae la noche rápidamente, una vez que termino de comer y alistar mi carga, me baño en las aguas del pequeño río del lugar y luego me dispongo a descansar. La soledad del campamento sólo se acompaña con el chirriar de los grillos y el lejano canto de las aves nocturnas. Es la primera vez que me encuentro solo en el interior de la selva.
La choza donde me encuentro tiene techo de palmeras, sus dos pisos son de madera, las que se unen por una escalera de ramas de árbol. La cama de madera se encuentra en el segundo piso, el fogón está en el primer piso al que pongo mucho cuidado en apagar regando sus carbones. Después cargo mi escopeta con las dos últimas balas que me quedan para protegerme de las fieras y finalmente me dispongo a acostarme.
Mientras me cubro con una delgada sábana dentro del mosquitero hago el intento de dormir, pero no puedo conciliar el sueño rápidamente. De improviso veo como el fuego se enciende poco a poco en el fogón y de manera de veras increíble aparece junto al fuego la forma de una niña, que lleva un largo vestido blanco, muy largo hasta los pies. Tiene una cinta negra amarrando sus cabellos y un largo cordón negro sujetando su cintura.
Veo como esta niña se esfuerza en prender más y más el fuego del fogón con un abanico de hojas secas. Yo trato de imaginarme que ya estoy soñando, pero no es así, estoy aún despierto y con el corazón que ha empezado a latir cada vez con más fuerza por la primera impresión de saber que no estoy solo en la choza.
Guardo un profundo silencio pero mis piernas y mis manos han comenzado a temblar un poquito y también comienzo a sudar copiosamente de susto, cuando la niña comienza a moverse hacia todos lados en el primer piso de la choza, tocando los platos y moviendo las ollas.
De un momento a otro la noche se ilumina con la luna llena y es casi medianoche, lo se por el canto lejano de las aves nocturnas. Y con la luz de la luna ahora puedo ver con más nitidez a la niña que parece flotar en el espacio del primer piso moviéndose lentamente como buscando algo o buscándome también a mi.
Yo casi no puedo permanecer en silencio pero hago todo el intento agarrando mi escopeta con la poca fuerza que creo tener por el susto. Esta niña continúa buscando algo en el primer piso en dirección de mi cama y luego tocando el techo interior de palmeras de esta pequeña pero antigua choza.
Yo trato de mantener la calma y en un momento menos esperado escucho el amargo y melancólico llanto de esta niña. Su horripilante voz se expande por todo el ambiente en la soledad de la noche, lo que me llena aún de mayor susto. Sin embargo alcanzo a elevar una oración a Dios para que no me abandonen las fuerzas, para contener el miedo y recuperar el calor en mi cuerpo, que siento cada vez más frío.
Inesperadamente veo a esta niña subir por la escalera hacia el segundo piso en dirección hacia mí y cuando ya se encuentra a sólo dos metros de mi cama, empuño de nuevo mi escopeta y jalo el gatillo por dos veces. Veo como el impacto de las balas destrozan la forma de niña en mil pedazos, como cuando se rompe una estatua de yeso.
Luego todo queda en silencio y tan sólo puedo escuchar el eco de mis disparos que se pierden en la inmensidad de la selva en una noche fantasmal. En una noche que para mí parece de nunca acabar, porque no puedo conciliar el sueño fácilmente después de todo lo sucedido.
Las aves nocturnas como las lechuzas y poroto huangos cantan a lo lejos. Pero los graznidos de la pucacunga me indican que ya es de madrugada. De manera que finalmente el cansancio logra vencerme, cierro los ojos con pesadez y comienzo a tener un breve sueño: Ahora veo a un a hermosa niña que se acerca y me dice: Juanito ¿Por qué fuiste malo conmigo?, yo sólo quería acompañarte, porque te vi solo en este lugar tan alejado de la selva. Pero también Juanito, quise recoger mi peineta que una vez puse debajo de tu cama. Has sido muy malo conmigo y me mataste para siempre, ahora jamás me levantaré y me convertiré en un hongo blanco que siempre viajará por la corriente de los ríos. Ahora me despido de ti, nunca jamás volverás a verme como hoy.
Todavía estoy con mucho sueño, cuando vengo a despertarme con el canto mañanero de una perdiz. Mi agitada y agotadora pesadilla se está terminando y me quedo pensando en el misterioso suceso de mis disparos, como en la despedida de esta hermosa niña.
Ya es de mañana y alisto tanto mi equipaje como mi carga de provisiones para volver al pueblo. Todo sigue silencioso y sólo escucho el ruido de mis pisadas en el frio y mojado camino remontado que conduce a mi pueblo. Algunas veces resbalo un poco con el peso que llevo en mis hombros, pero sigo adelante sin parar.
Luego de haber caminado todo el día, finalmente llego muy cansado al pueblo, pero de inmediato presiento algo extraño en el ambiente. Oigo también muchos llantos y lamentos en mi casa. La tristeza se contagia en todo el ambiente y no es por mí. Sino que mi tío Federico, todos mis primos así como el resto de mi familia están muy acongojados a pesar que hoy es la Fiesta patronal de San Juan.
Todavía no logro olvidar lo que pasó anoche y ahora una nueva ingrata sorpresa: Mi prima Emperatriz yace cuerpo presente en medio de la sala donde hoy tendríamos la fiesta. Dicen que la viruela la mató ayer. Por lo que mi tío Federico y mis primos tuvieron que regresar urgente de la cacería.
Pero sólo yo se que ella estuvo anoche conmigo y quiso acompañarme en medio de la selva, se que su alma o fantasma vino a verme y yo sin saber o querer la volví a matar. Yo ahora recuerdo muy claramente los disparos de mi escopeta chiquita, cuyos ecos en la noche también me recuerdan el fantasma de mi prima o la horrible pesadilla que sólo pudo despertarme el alegre amanecer de la selva y mi prisa por volver al pueblo para celebrar una fiesta, pero no para tener un velorio en plena fiesta patronal de San Juan.
FIN
Autor:JULIO SILVA LUNA