Los británicos del fin de la era victoriana los tenían por estetas, dandis, bohemios y en cualquier caso por afrancesados. Todos admiraban o eran amigos de Oscar Wilde (aunque no siempre compartieran sus gustos sexuales). Habían estudiado en Oxford y su padre tanto o más que Swimburne, era Baudelaire. Se reuían en una taberna de Londres y allí formaron un grupo que se conoce como el Rhymer’s Club. De todos esos poetas, a la larga, el más notorio fue William Butler Yeats, premio Nobel. Pero en la época, el más atractivo y extremado fue Ernest Dowson (1867-1900). Estudió en Oxford pero no terminó los estudios, dedicándose (algo bajo la protección del padre) a una auténtica vida de bohemia y decadencia, escribiendo relatos, poemas y crítica…
Pero a Dowson lo marcaron ante todo sus excesos. Se enamoró de una muchachita polaca, que al fin lo abandonó. Frecuentó burdeles y alcoholes, entre ellos la famosa absenta, esa desdructora princesa verde de Verlaine. Se hizo católico, porque en la Inglaterra victoriana ser católico romano –con la liturgia en latín- era una clara disidencia: optar por la “Hembra Escarlata”, como llamaba Wilde a la Iglesia. Pero eso, naturalmente, nada tenía que ver con su vida desordenada y alcohólica. Algún amigo lo recogió de la calle, cierta vez, donde mendigaba para seguir emborrachándose. Hombre libre y antiburgués, fue el único del grupo (donde también estuvo John Gray, un antiguo novio de Oscar) que se atrevió a pasar unas semanas con Wilde, recién salido de la cárcel y execrado por Inglaterra entera, en el verano de 1897, en el pueblecito francés de Berneval-sur-Mer. Creo que sólo poemas sueltos se habían traducido, hasta ahora al español, de Ernest Dowson. Editorial Periférica acaba de sacar un librito que aunque corto (sabe a poco) al menos presenta a Dowson a nuestros lectores, “Diario de un hombre de éxito”. Bajo ese título irónico se esconde un buen cuento que se desarrolla en Brujas –con Venecia, una de las ciudades míticas del simbolismo- y que habla de un amor que pudo ser y no fue, con una mujer que ahora es monja en las severas “Dames Rouges” (Damas Rojas). Luego se traduce un poema de título latino “Non sum qualis eram bonae sub regno Cynarae” (Horacio: No soy el que fui cuando gobernaba la hermosa Cynara) que se refiere a su etapa con la chiquilla polaca y que nos deja entrever el buen poeta que Dowson fue, admirado entre otros por Ezra Pound o Cyril Connolly. Que Dowson tenía mano para el troquel del verso lo demuestran dos celebérrimos títulos (uno en el poema ahora traducido) que son versos suyos: “They are no long, the days of wine and roses” (No duran mucho los días de vino y rosas) o “I have forgot much, Cynara!gone with the wind” (He olvidado, Cynara, se lo llevó el viento…) La famosa película de Blake Edwards con Jack Lemmon, “Días de vino y rosas” o la celebérrima y sentimental “Lo que el viento se llevó” (traducción española de “Go with de wind”).
El padre de Dowson murió de tuberculosis, su madre se suicidó y él falleció en 1900 con 32 años consumido por la adicción al alcohol. Pero fue un grande. Se tuvo por mejor prosista y la posteridad lo ha juzgado mejor poeta. R. H. Sherard, el amigo y primer biógrafo de Wilde, traza excelentes retratos de Dowson en dos clásicos del “fin de siglo”: “Veinticinco años en París” (1905) y “El verdadero Óscar Wilde” (1915). Abramos la puerta…
Luis Antonio de Villena
En realidad no lo conocía, pero mi esposo sí, tiene sus poemas en inglés, y me los ha leído
Nati