Este espejo del cuarto de baño me conoce como yo mismo, casi me habla.
Por las mañanas me saluda con sus pecas blancas de jabón y salpicaduras de crema dental. Por la noche aparta la vista por no ver la cara mustia y cansada, la de poros violentos y ojos de pescado.
Este espejo del cuarto de baño conoce mis secretos íntimos y mi verdad oculta: la ansiedad precisa de los fracasos de los días y las noches, cotidianos, repetidos, sin solución aparente.
A este espejo hace tiempo que se le pudrió la lámpara, pero me observa y saluda desde la sombra sorda, desde la eterna nada que florece en el silencio.