Amo la vida porque sé y proclamo
que es el más grande don que nos fue dado,
porque fue mi poseer primero y será el último
que me será quitado.
Teniéndola en mi haber yo he conseguido
infinitas experiencias en el mundo
que el valor de la más leve sobrepasa
al valor de todo el oro de este mundo.
Amo la vida, señores, ¡la disfruto!
por el tibio calor del sol cada mañana,
por sus noches tan frías y de luto
que convierten en espejos mi ventana.
Amo la vida porque cada día
me llenará de nuevas experiencias
y será cada una de ellas mía
y a todas ellas el alma las ansía.
Amo la vida porque la he probado
y su sabor agridulce me fascina
si algún bien con un mal se me ha pagado
no es necesario que esto me deprima.
Amo la vida pues ella me ha enseñado
que no es el bien ajeno el que me eleva
que es más hermoso amar que ser amado
no sé de nadie que a negar esto se atreva.
Amo la vida con todos sus caprichos,
con toda su ponzoña y su malicia
pues, si no existiera el mal: ¿cómo podría
llenarme de orgullo del bien hecho?
Amo la vida, y lo que más le amo
es el amor que en ella he encontrado
ese amor que me ayuda en cada tramo
a amar la vida como jamás se ha amado.
Amo la vida porque soy, y nadie
puede evitar mi soy de ayer y ahora.
La amo porque no hace
ni siquiera treinta años yo no era.
Amo la vida porque sé que un día
se apagará el sol de mis mañanas
y entonces sabré de qué servía
amar la vida así, con tantas ganas.
Gracias Señor por tu regalo de amor: La Vida.
Milagros Rodríguez Palomino