TOKIO,
12 jun (IPS) - Ecologistas japoneses promueven el concepto de ética
como forma de ejercer presión en la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Desarrollo Sostenible, que se realizará la semana próxima en Río
de Janeiro. El enfoque apunta a promover la responsabilidad ambiental.
"La
ética ambiental se basa sobre el concepto de que la gente asuma su
responsabilidad en la preservación de los recursos naturales y de la
biodiversidad. Al subrayar este aspecto, tratamos de combatir el lugar
prioritario del crecimiento económico, que conspiró contra anteriores
cumbres", dijo Ryoichi Yamamoto, especialista en desarrollo y profesor
de la Universidad de Tokio.
En
la cumbre, también conocida como Río+20, se negociará la transición a
una economía verde como forma de preservar el aire, la tierra y la
biodiversidad del planeta.
Los
activistas temen que el debate sobre el futuro del planeta vuelva a
tener un fuerte énfasis en el uso de tecnologías para combatir la
contaminación y la explotación de los recursos naturales, y favorecer
así el crecimiento económico, como ha ocurrido desde que el desarrollo
sostenible pasó a ser un tema global en 1992.
Ese
enfoque no ha garantizado una adecuada protección de los recursos
naturales ni de los ecosistemas delicados, según activistas.
Por
ejemplo, más de 100 países se pusieron de acuerdo en el objetivo
ambicioso de mantener el recalentamiento global en menos de dos grados,
poniendo un límite a las emisiones contaminantes de 100.000 millones de
toneladas de dióxido de carbono hasta 2050. Pero, al parecer, es
imposible cumplir la meta.
Numerosos
estudios indican que ya se emitió un tercio de la cuota permitida en
los últimos nueve años en el mundo, en especial desde que grandes
economías como China e India pasaron a ser grandes contaminantes.
Además,
pese al crecimiento económico de más de ocho por ciento en países como
China e India, la brecha entre ricos y pobres se agranda.
El
Índice de Desarrollo Humano, elaborado por el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo, señala que la esperanza de vida, el
analfabetismo y la mortalidad infantil son casi siete veces mayores en
los pequeños pueblos de China que en las grandes ciudades.
Para
contrarrestar esa tendencia alarmante, Yamamoto encabeza una campaña
para crear el Grupo de Ética para una Civilización Ecológica, como
agencia especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La
iniciativa trata de fortalecer el marco institucional del desarrollo
sostenible mediante la colaboración entre la ciencia, la cultura y la
religión.
Excelentes
investigaciones científicas, que evalúan desde la vulnerabilidad de los
ecosistemas hasta el crecimiento económico, ofrecen un amplio
conocimiento para incidir en las decisiones políticas, dijo a IPS.
"Pero
lo que falta es un desarrollo sostenible basado sobre la perspectiva de
una civilización ecológica, que pueda existir en armonía con los
sistemas naturales", añadió.
La propuesta de un enfoque ético para encontrar soluciones en Río+20 cobró fuerza en Japón tras la catástrofe nuclear de marzo de 2011.
"El
desastre llevó a la revisión del éxito económico de Japón. A pesar del
gran crecimiento de posguerra, lo ocurrido fue una dura lección sobre la
vulnerabilidad de los materiales enriquecidos y convenció a la
población de que la protección del ambiente no puede quedar en segundo
lugar", explicó.
El
apoyo público a la energía nuclear disminuyó de forma drástica, casi 70
por ciento de la población se opone a recuperar los reactores, pese a
que hasta el desastre de 2011 se consideraba el eje del desarrollo en
este país de pocos recursos.
Las encuestas de
opinión indican que ni siquiera la amenaza de escasez de energía
durante el verano hizo que la población dejara de rechazar la energía
nuclear.
Esfuerzos locales
Hace
cinco años, Teruyuki Matshushita inauguró el Club Donguri (bellota),
una pequeña organización dedicada a crear conciencia sobre el papel de
la selva en la occidental prefectura de Mihama, donde también hay tres
reactores nucleares.
"Mi
trabajo contra la energía atómica supuso un gran desafío, para lograr
apoyo público tuve que demostrar que la selva puede ofrecer empleo que
fomente un desarrollo sustentable. Por eso comencé el Club Donguri,
educamos a la gente y nos ganamos la vida con la tala y la venta de
productos como flores", dijo Matsushita a IPS.
El Club Donguri tiene cinco empleados fijos, además de los voluntarios.
Dado
que más de la mitad de la población mundial trabaja en la agricultura,
Takumo Yamada, de Oxfam Tokio, subrayó que Río+20 es una plataforma
crucial para discutir alternativas a un sistema en el que las
corporaciones multinacionales fijan la agenda que afecta a millones de
agricultores en los países en desarrollo.
"El
discurso en Río de Janeiro no debe estar dominado por compañías ricas
que muestran productos de alta tecnología como solución para los
gobiernos que quieren erradicar la pobreza y lidiar con los problemas de
energía", dijo a IPS.
"Debe
haber un cambio de paradigma en la forma de pensar en Río+20. Debemos
trabajar en el ámbito global para lograr justicia ambiental y objetivos
de igualdad y sostenibilidad", añadió