Existe una etapa en la relación amorosa en la que se comienzan a advertir los defectos de la pareja. Es cuando de pronto se encuentran frente a un extraño que no están dispuestos a aceptar, y comienzan a surgir los nubarrones de la confusión y la duda. Sin embargo, cuando no están juntos pueden olvidar todo y anhelar su presencia.
Esa contradicción la sentimos a todos, sólo que en distintos grados, el problema se produce cuando las diferencias son mayores que las tolerables.
Una persona emocionalmente madura debe saber que con cualquier otra relación inevitablemente ocurrirá lo mismo, o sea, una vez que termina la luna de miel cada uno se irá mostrando como es sin guardar nada oculto.
Esto puede hacer sentir a los que no tienen mucha experiencia, confundidos, desilusionados y sin saber bien qué hacer con su desagrado.
Lo más saludable es hablar, tener una conversación frente a frente, no por mail ni por celular, sino mirándose a los ojos, para poder decirle, por más difícil que sea, cómo se sienten.
Eso es lo que se hace en una terapia de pareja, hay que hablar sin pelos en la lengua frente a un observador que los guía, que es el terapeuta.
Es necesario saber que el enamoramiento dura poco y es mejor que así sea, porque aunque es un estado maravilloso que nos hace sentir vivos, es también como estar enfermo, todo lo demás pierde su sentido, también el trabajo, se pierde la noción del tiempo, uno se olvida de comer, y sólo se vive la tiranía de estar con el otro.
Después de eso sigue existiendo el amor genuino y por supuesto la atracción física, pero es diferente, cada uno recobra su identidad y su libertad y es en ese momento cuando comienzan a surgir las diferencias, porque siempre habrá diferencias.
Cambiar de pareja cuando los problemas n son graves y sólo se trata de puntos de vista distintos es creer que con otra persona será diferente, y eso es engañarse a uno mismo.
Una separación se justifica plenamente cuando hay violencia física, o cuando se tienen adicciones arraigadas que no están dispuestos a tratar; o cuando se trata de personas que no tienen ningún proyecto de vida, no estudian ni trabajan o cuando no tienen ninguna responsabilidad.
Es cierto que hay que vivir el presente, pero con proyección de futuro, porque el presente es un estar yendo hacia más adelante y tiene que haber un camino trazado para seguir.
Además, hay que tener presente que los hombres piensan diferente a las mujeres, utilizan más el hemisferio cerebral izquierdo, que es el que procesa las relaciones lógicas y el pensamiento racional. En cambio las mujeres usan más su hemisferio derecho, que procesa las emociones y los afectos; y esto es una cuestión genética adquirida de épocas ancestrales.
El hombre primitivo salía a cazar, tenía la responsabilidad de traer el sustento, elaborar estrategias y construir instrumentos para lograr una buena caza o pesca.
Las mujeres criaban a los hijos, les daban afecto, los cuidaban, les enseñaban a hablar y lo que era necesario para la vida; por esa razón, tienen más facilidad de palabra, inclusive el cuerpo calloso de su cerebro es más grande que el del hombre, que es la parte más arcaica.
El hombre tenía que permanecer largas horas en silencio, para no espantar a las presas durante la cacería o no ahuyentar a los peces cuando iba de pesca.
El hombre tiene más destreza física y más fuerza, porque era el que tenía que luchar contra los enemigos, trepar a los árboles para recoger los frutos o para conseguir leña o construir sus casas.
Para los hombres siempre será lo más importante su trabajo, y eso no lo puede evitar, porque lo lleva en sus genes y su cerebro está diseñado para eso.
Por esta razón no hay que juzgarlos ni pensar que son egoístas, indiferentes, fríos y demasiado materialistas, sólo hay que comprenderlos, porque su función en la vida es trabajar y sembrar hijos.
Eso no quiere decir que no tengan sentimientos, sí los tienen, pero pueden tomar más distancia que las mujeres.
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