Muchos de los árboles que rodean la zona de exclusión de Chernobyl tienen partículas radiactivas.
La contaminación de los bosques de pinos que rodea la zona de
exclusión de la planta nuclear de Chernobyl, en Ucrania, es tan alta que
un incendio forestal podría provocar una nube de humo radiactivo
devastadora.
Al
norte de Kiev se pueden ver grupos de ancianas y nietas que se protegen
del sofocante sol bajo la sombra de los altos pinos que bordean la
carretera.
Es
la temporada de los arándanos y ellas los venden en vasos plásticos de
cerveza. A simple vista se podrían consumir, pero Sergiy Zibtsev,
profesor del Instituto Forestal de la Universidad de Kiev, no lo
recomienda: están contaminados con estroncio radioactivo.
Los
frutos del bosque tienen la capacidad de absorber y almacenar
radionucleidos, muchos de los cuales provienen de los penachos de humo
que la explosión de Chernobyl dispersó por la antigua ex Unión Soviética
y Europa occidental.
Las
mediciones de radiación sólo se realizan en los mercados oficiales. En
cuanto a los cientos de puestos de frutas improvisadas, generalmente
organizados por mujeres mayores, nunca se comprueban los niveles de
radiactividad.
Sin
embargo, no todos los frutos del bosque son perjudiciales. En una
ración tal vez sólo una cuarta parte estará contaminada. Lo principal es
asegurarse de no ponerlos todos los días con los cereales.
Además
de las vendedoras de arándanos, la periferia de la zona de exclusión de
Chernobyl se nota más ocupada que cuando la visité hace un par de años.
El peligro de un incendio
Los
pinos se estropean con facilidad: el viento los tira abajo, se llenan
de insectos y la sequía los convierte en la yesca perfecta para comenzar
un incendio forestal.
Además,
en este caso, los llamados pinos radiactivos, contaminados por
Chernobyl, se consideran demasiado peligros y costosos como para
borrarlos del mapa.
Si
ardieran su efecto se podría comparar con el de poner una bomba nuclear
en Europa del Este. El viento arrastraría las partículas radiactivas de
humo a grandes distancias, no sólo en Ucrania, sino en todo el
continente.
Para
ayudar a confirmar o refutar esta hipótesis, Sergiy visita Chernobyl
para recopilar datos sobre un enorme incendio que se propagó sin control
y destruyó una vasta zona de pinos silvestres en 1992.
Un
colega le está preparando un informe científico sobre las consecuencias
del incendio, aún desconocidas. Juntos esperan conseguir fondos para
advertir sobre el peligro que representan los bosques de Chernobyl.
Si
son capaces de identificar los pinos más vulnerables, el siguiente paso
será el de persuadir al gobierno de Ucrania y otros socios para
invertir en capacitación y equipo para los bomberos de Chernobyl y,
quizás con el tiempo, borrar las partes del bosque que tengan mayor
riesgo.
Ser bombero en Chernobyl
Los
bomberos de Chernobyl tienen uno de los trabajos menos envidiables del
mundo. Pasan todo el día sobre las oxidadas torres de los vehículos de
la antigua Unión Soviética que se mueven como cajas de lata y que, a
menudo, atraen las descargas eléctricas de las tormentas. Suele ocurrir
que las propias torres hayan generado incendios.
Al
detectar un incendio, los bomberos triangulan su posición por radio.
Los equipos saltan a bordo de los grandes camiones soviéticos y se
dirigen por carreteras agrietadas al origen de las llamas.
Su
equipamiento es muy básico. Ellos creen distinguir cuando están
luchando contra un incendio radiactivo porque experimentan una sensación
de hormigueo y metálica en la piel. Pese a ello, no entienden
completamente los graves peligros de la exposición a partículas
radiactivas a altas temperaturas.
Su
descripción del trabajo todavía pertenece a los ideales heroicos de la
Unión Soviética: Hay que detener el fuego sin importar las consecuencias
personales.
Sergiy subraya que más incendios forestales como el que en 1992 afectó a
Chernobyl serían catastróficos para la imagen de Ucrania, y
potencialmente devastadores para las tierras de cultivo en toda Europa.
El peligro aumenta con cada nuevo verano caliente.
Sergiy
y sus colegas necesitan apoyo, no sólo para salvar a los bomberos de la
exposición a altas dosis de radiación, sino para detener las partículas
que el viento lleva a lugares lejanos donde mucha gente piensa que el
accidente de Chernobyl ya se puede olvidar.