— Cuando mires a tus compañeros procura mirarte a ti mismo,
dijo el maestro al discípulo.
— Pero, ¿no es una actitud egoísta?, cuestionó el discípulo.
Si nos preocupamos por nosotros mismos jamás
veremos lo que los otros tienen de bueno para ofrecer.
— Ojalá siempre consiguiéramos
ver las cosas buenas que están
a nuestro alrededor —contestó el maestro—
pero, en verdad, cuando miramos al prójimo estamos
sólo buscando defectos. Intentamos descubrir una maldad,
porque deseamos que sea peor que nosotros.
Nunca lo perdonamos si nos hiere porque creemos
que jamás seríamos perdonados por él.
Conseguimos herirlo con palabras duras afirmando
que decimos la verdad, cuando apenas estamos intentando
ocultarla de nosotros mismos.
Fingimos que somos importantes para que nadie
pueda ver nuestra fragilidad.
Por eso siempre que estés juzgando a tu hermano
ten conciencia de que eres tú quien está en el tribunal.
WeB