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General: ¡Nunca volveré a ver mis manos de la misma manera!
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De: Yara12 (Mensaje original) |
Enviado: 03/09/2012 14:46 |
¡Nunca volveré a ver mis manos de la misma manera!
El
abuelo, con noventa y tantos años, sentado débilmente en la banca del
patio. No se movía, solo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos.
Cuando me senté a su lado no se dio por enterado y cuanto más tiempo
pasaba, me pregunté si estaba bien. Finalmente, no queriendo realmente
estorbarle sino verificar que estuviese bien, le pregunté cómo se
sentía.
Levantó su cabeza, me miró y sonrió. “Sí, estoy bien, gracias por preguntar”, dijo en una fuerte y clara voz.
“No
quise molestarte, abuelo, pero estabas sentado aquí simplemente mirando
tus manos y quise estar seguro de que estuvieses bien”, le expliqué.
“¿Te has mirado alguna vez tus manos?” preguntó. “Quiero decir, ¿realmente has mirado tus manos?”
Lentamente
abrí mis manos y me quedé contemplándolas. Las volteé, palmas hacia
arriba y luego hacia abajo. No, creo que realmente nunca las había
observado mientras intentaba averiguar qué quería decirme. El abuelo
sonrió y me contó esta historia:
“Detente
y piensa por un momento en tus manos, cómo te han servido bien a través
de los años. Estas manos, aunque arrugadas, secas y débiles han sido
las herramientas que he usado toda mi vida para alcanzar, agarrar y
abrazar la vida.
Ellas
pusieron comida en mi boca y ropa en mi cuerpo. Cuando niño, mi madre
me enseñó a plegarlas en oración. Ellas ataron los cordones de mis
zapatos y me ayudaron a ponerme mis botas. Han estado sucias, raspadas y
ásperas, hinchadas y dobladas. Se mostraron torpes cuando intenté
sostener a mi recién nacido hijo. Decoradas con mi anillo de bodas, le
mostraron al mundo que estaba casado y que amaba a alguien especial.
Ellas
temblaron cuando enterré a mis padres y cuando caminé por el pasillo
con mi hija en su boda. Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello y
lavado y limpiado el resto de mi cuerpo. Han estado pegajosas y húmedas,
dobladas y quebradas, secas y cortadas. Y hasta el día de hoy, cuando
casi nada más en mí sigue trabajando bien, estas manos me ayudan a
levantarme y a sentarme, y se siguen plegando para orar.
Estas
manos son la marca de dónde he estado y la rudeza de mi vida. Pero más
importante aún, es que son ellas las que Dios tomará en las Suyas cuando
me lleve a casa. Y con mis manos, Él me levantará para estar a Su lado y
allí utilizaré estas manos para tocar el rostro de Cristo”.
Nunca
volveré a mirar mis manos de la misma manera. Pero recuerdo que Dios
estiró las Suyas y tomó las de mi abuelo y se lo llevó a casa.
Cuando
mis manos están heridas o dolidas, pienso en el abuelo. Sé que él ha
recibido palmaditas y abrazos de las manos de Dios. Yo también quiero
tocar el rostro de Dios y sentir Sus manos en el mío.
Nuestras
manos son una genuina bendición… de hecho, basta imaginarnos el vernos
privados de ellas o su uso para darnos cuenta de cuán importantes son.
Otra cosa que la historia de hoy me hizo pensar fue lo que hacemos con
esas manos en cuanto a nuestras relaciones con los demás: ¿las usaremos
para abrazar y expresar cariño y afecto o las esgrimiremos para exhibir
ira y rechazo? Ojalá que el pensamiento de hoy nos ayude a escoger con
sabiduría. Que el Señor te bendiga, amigo lector. WeB
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De: Mima |
Enviado: 03/09/2012 23:29 |
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De: Marti2 |
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De: Yara12 |
Enviado: 05/09/2012 15:11 |
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