Los demás
Mira a tu alrededor. Ve cuánta gente vive
junto a tu casa, en tu barrio, en tu colonia
en la ciudad entera. Ve en el camión, en la calle,
en el metro, los rostros que ellos llevan.
Observa qué gestos hacen, qué actitudes toman.
La gente es en la ciudad, aparentemente hosca,
fría, abstraída en sus problemas, ausente en todo
y por todo. Pero te aseguro que eso es apariencia,
la gente podrá estar triste, frustrada, amargada, ajena,
pero te aseguro que es buena gente.
Lo que pasa contigo o conmigo es que no sabemos
tratar toda esa soledad viviente, no comprendemos
sus angustias, no entramos a su pequeño mundo
de aislamiento y hastío.
Cierto es que cuando alguien es comprendido,
responde con comprensión, así sea el ser más
desdichado sobre la tierra. Cuando alguien
es estimado responde con estimación.
Ponte en el lugar del otro. Entenderás por qué
es agresivo, hosco, indiferente. Si encuentras
la forma de ser más amable, más paciente,
más tolerante, te sorprenderás de que te rodea,
en verdad, muy buena gente.
Un gesto de actitud cordial, un saludo a tiempo,
una disculpa simple, una leve sonrisa, no son
precisamente tesoros. Son llaves que abren
los cofres del tesoro. Hay una ley cósmica inevitable:
sólo recogemos en la vida lo que con anterioridad,
ya en pensamiento, ya en obra, hemos enviado.
Si procuras ser cordial, paciente, comprensivo,
recogerás frutos insospechados. Aunque en ocasiones
haya ingratos, déjalos. Tienen tanta culpa como el ciego
que tropieza contigo. No te ven, ¿acaso pateas las piedras
del camino...? ¡Esto ya sería el colmo de la necedad!
La buena gente existe. Aprendamos tú y yo a descubrirla
poco a poco a nuestro alrededor. Ahí está, viva, sobrevive,
sueña y sufre como tú o como yo.
¿Qué esperas para comunicarte con ella?
No olvides esa palabra viva, ese gesto sencillo, esa actitud
natural que te acercan al prójimo; son los caminos que
te llevarán hacia ti mismo, sin que tú lo pretendas.
En verdad... ¡Cuesta tan poco
y vale tanto encontrarnos buena gente!