SEÑOR! ... YO VENGO A TI
Al ver que muere la penumbra de oro
Entre pálidos velos de zafir,
Corto aprisa las redes de la vida
Y buscando consuelo vengo a Ti.
Me fatiga el dolor de las criaturas,
Me atormenta su honda incomprensión,
Sus afanes por míseros placeres;
Y Tú esperando sin quejarte... ¡Amor!
Cuando a solas me encuentro en el Santuario
Donde a los que amas les esperas Tú,
Descanso en Ti mi carga de ansiedades...
Y en blancas rosas se tornó mi cruz.
No vibra el alma si no está contigo;
Es penoso arrancarse a tu festín;
A tu lado las horas son tan breves
Que siglos pasaría sin sentir.
Son de acero las redes que en la Tierra
Nos aprisionan a las cosas mil
Que entorpecen sus vuelos a las almas
Que no viven, Señor, más que por Ti.
Hasta la dulce soledad tranquila
Donde siempre te espera el corazón
Llega a veces rugiente la borrasca
Que arrastra a los incautos al turbión.
¡Sálvame, Amor, de la inconsciencia obscura,
Que no quede mi lámpara sin luz!
Es de noche en la Tierra si estás lejos,
Es incierto el andar si faltas Tú.
Todo mal se desborda en este mundo
Como un torrente que no tiene fin.
Yo no quiero ahogarme en ese cieno
Y es por eso ¡oh, Señor! Que vengo a Ti.
Y me siento segura si a tu lado
Me he refugiado con creciente afán,
Fortaleza de roca es tu presencia
Y ternura infinita es tu piedad.
¡Dulce Amor que me buscas si te busco
Y que todo te das si vengo a Ti;
Te quedas con mis penas cuando lloro
Y todo tu esplendor me das a mi!...
Yo vengo a Ti cuando se muere el día,
Y vengo a Ti cuando clarea el sol
A buscar tu palabra, que me dice:
"El fiel de tu balanza es el amor".
Yo vengo a Ti cuando la luna riela
Como un disco de plata en el azul
Y clavo la mirada en sus cendales
Porque sé que hasta en ellos estás Tú.
Vengo a Ti cuando ruge la tormenta
Y rompe su cadena el huracán,
Y no más al pensarte estás conmigo
Deshojando los lirios de tu paz.
Yo vengo a Ti cuando la duda asalta
Cual pirata mi alcázar interior,
Y escucho que le manda la voz tuya:
No des un paso porque velo yo".
Yo vengo a Ti cuando mi fe vacila
Sacudida por recia tempestad,
Y tu voz llama al alma que se aduerme
Como un niño cansado de llorar.
¡Señor, que acallas los dolores grandes
Y coronas de paz el corazón!...
¿Qué poder sobrehumano tienes, dime,
En la magia divina de tu voz?
Y te busco en la luz de las estrellas
Que bordan jeroglíficos sin fin,
Siguiendo de tus órbitas el rumbo
En un campo infinito de zafir.
No comprenden a veces las criaturas
Del alma que te busca, la ansiedad;
Ni aciertan el porqué de sus angustias
Cuando dejan de ver tu claridad.
Es verdad que hay bellezas en la vida
Que son un prisma de colores mil;
Mas para el alma que te halló en su senda
Nada supera a lo que encuentra en Ti.
¡Señor... yo vengo a Ti!... Si las praderas
De sus flores me dan el esplendor,
¿A dónde he de llevarlas, si no al ara
Donde el alma te encuentra en la oración?
¡Todo eres Tú, Amor de los que te aman,
Clara fontana de ternura y paz,
Estrella del cansado caminante,
Libro abierto que enseña la verdad!
Llega el dolor con su cortejo oscuro
Llega helada también la decepción,
Mas todo ello resbala sobre el alma
Que en su eterno camino te encontró.
Todo eres Tú para el que te ha buscado
Con ansias de beber tu clara luz,
Y te sigue incansable aunque lo lleves
A morir en lo alto de una cruz.
Que la muerte es un éxtasis contigo
Y esplendores de aurora y arrebol,
Es pasar de un oscuro calabozo
A las moradas de radiante sol.
Es un canto nupcial que no termina,
Es un abrazo que se estrecha más;
¡Morir por Ti, Señor, es confundirse
Con la Eterna Armonía Universal!