Hablar de erotismo es hablar de violencia.
Para poseer a la belleza hay que violarla y
la manifestación cumbre de esa violencia es la muerte.
El erotismo es un aspecto de la vida interna del hombre,
una búsqueda que va más allá del mero acto sexual
y que responde a la “interioridad” básica del deseo individual.
“Puede decirse que el erotismo es la aprobación
de la vida hasta en la muerte…”.
La muerte: vertiginosa y fascinante, constituye el único límite
insalvable para el hombre. De esa fascinación nace el vampiro.
Ante todo, resulta indispensable referirnos al contexto
que da origen a este personaje.
En primer lugar, la sangre cumple un papel protagónico
en la simbología de la historia humana.
Los primitivos la consideraban el alimento de los dioses,
pues contenía al alma y con ella a la esencia de la vida,
aunque, para obtenerla, fuera necesario matar,
ya sea en una guerra o en un sacrificio ritual.
El beber sangre se convierte entonces en un acto
propio de sacerdotes y líderes:
los seres más cercanos a los dioses.
Esta referencia tan antigua se halla inscrita
en las pinturas rupestres y contenida en algunos
ritos que aún se conservan por tradición oral,
o bien, que se han transformado en actos simbólicos
como el de sustituir la sangre por vino en el ceremonial católico.
La transmutación del vampiro a formas animales
(lobo, murciélago, etc.) remite su probable origen al totemismo,
creencia en la que el espíritu de un animal adopta a un ser humano,
tribu o civilización para compartir con él sus cualidades
(recuérdense las símbolos heráldicos o las efiges
que representan a un país:
México y el aguila, Rusia y el oso, Japón y la grulla).
Otra referencia importante se sitúa en el final
de la Edad Media o Baja Edad Media -término usado
por los historiadores- en que se da la búsqueda de la
piedra filosofal que, de acuerdo a las leyendas
y tratados alquímicos, podía otorgar la eterna juventud y,
por tanto, la inmortalidad, así como la codiciada
transmutación del plomo en oro.
Es en esta etapa cuando el hombre toma
conciencia del temor a la muerte y los alquimistas
(hoy científicos), buscan la manera de transgredir o violentar
la naturaleza humana ideando remedios contra la vejez
y la enfermedad, tratando de dar “vida”
a seres construidos por el hombre.
El surgimiento de los seres inmortales a lo largo de
la historia de la humanidad refleja, al mismo tiempo,
la necesidad de vencer las frustraciones y temores
a que se enfrenta cualquier hombre, y las virtudes
que desearía tener y le son negadas por la naturaleza.
Los héroes, dioses, semidioses y mutantes tienen esas
características pero se vuelven personajes trágicos pues
su calidad de seres semi-divinos implica una respectiva
carga de responsabilidad sobre tales poderes.
El personaje inmortal tarde o temprano olvida que
deber y placer no siempre van de la mano.
Su soberbia (hibris) marca su destrucción.
El vampiro surge en el siglo pasado,
en una corriente de pensamiento llamada Romanticismo,
que ensalza lo exótico, inaugura la belleza de lo grotesco,
la atracción por la muerte y pondera las pasiones
sobre la razón. El personaje del vampiro es, como consecuencia,
misterioso, seductor, y dueño de poderes sobrenaturales.
Sin embargo, en el anverso de su carácter,
vive atormentado por la necesidad irreprimible de alimentarse
con sangre humana. Por otro lado, posee cualidades
envidiables, por ejemplo: la capacidad de adoptar
la forma de ciertos animales. Este animalismo
representa la cualiad de sucumbir de manera conscinte
y controlada a las motiviaciones instintivas
e irracionales que cohabitan con el raciocinio en la mente humana.
Analizando más a fondo a estos seres,
hemos de tomar en cuenta el ámbito de violencia
y transgresión que constituye su mundo.
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