Todo aquello que damos por sentado es más que aquello que alguien más puede desear. Damos por sentado las cosas materiales que tenemos y deseamos aquellas que no son importantes, preferimos ignorar las carencias de otros y olvidamos el precio real de aquello que poseemos.
Damos por sentado a los amigos y olvidamos que como llegaron a nuestras vidas, un día pueden partir para no volver a estar con nosotros, olvidamos que toda amistad debe ser cosechada y perpetuada, que los amigos que nos acompañan toda la vida son menos que los dedos de una mano.
Damos por sentado a nuestros hermanos, a nuestros padres y a nuestros tíos y abuelos, olvidando que sí no es la vida misma la que nos separará, serán los años y en algún momento, nunca más se podrá volver a tener en el mismo lugar a todos aquellos que han escrito la historia de nuestra familia.
Damos por sentado nuestra salud y la felicidad que nos acompaña cada día, olvidamos que con los años nuestro cuerpo requerirá mayores cuidados, y será más difícil hacerlo cuando lo necesitemos que hacerlo hoy, que no es obligatorio; corremos riesgos socialmente aceptados, por el simple hecho de poder, y no entendemos las futuras consecuencias de estos.
Olvidamos que existen personas que sólo pueden soñar con tener una parte de todo lo que poseemos y de todo aquello que damos por sentado y que a veces nos damos el lujo de despreciar. Damos por sentado aquello que el dinero no puede comprar, y que al final de la vida, es aquello que nos ha hecho vivir.
De la red
Nati