Más allá del ruido las palabras
El escuchar es un arte que no se obtiene fácilmente, pero en él hay belleza y gran comprensión. Escuchamos con distintas intensidades de nuestro ser, pero nuestro escuchar es siempre con una idea preconcebida o desde un punto de vista particular. No escuchamos simplemente; se interpone siempre la pantalla de nuestros propios pensamientos, de nuestras conclusiones, de nuestros prejuicios [...]. Para escuchar tiene que haber quietud interna, una atención relajada; hay que estar libre del esfuerzo de adquirir. Este estado alerta y, no obstante, pasivo, puede escuchar lo que está más allá de la conclusión verbal. Las palabras confunden; son sólo medios exteriores de comunicación; pero para comunicarnos más allá del ruido de las palabras, en el escuchar tiene que haber una pasividad alerta. Los que aman pueden escuchar; pero es extremadamente raro encontrar a alguien que escuche. Casi todos vamos tras de resultados, queremos alcanzar metas; estamos siempre venciendo y conquistando; en consecuencia, no escuchamos. Sólo cuando uno escucha, oye la canción profunda de las palabras.
Escuchar sin el pensamiento
No sé si alguna vez ha escuchado a un pájaro. Escuchar algo requiere que su mente esté quieta; no con una quietud mística, sino simplemente quietud. Yo le estoy diciendo algo; para escucharme, usted tiene que estar quieto, no tener toda clase de ideas zumbando en su mente. Cuando mira una flor mírela, no la nombre, no la clasifique, no diga que pertenece a tal especie; cuando hace todo esto, deja de mirarla. Por eso digo que escuchar es una de las cosas más difíciles que hay: escuchar al comunista, al socialista, al diputado, al capitalista, a cualquiera, a su esposa, a sus hijos, a su vecino, al conductor del autobús, al pájaro... simplemente, escuchar. Sólo cuando escucha sin la idea, sin el pensamiento, está usted directamente en contacto; estando en contacto, sabrá si lo que él está diciendo es verdadero o falso; no tendrá que discutir al respecto.
El escuchar trae consigo libertad
Cuando hacemos un esfuerzo para escuchar, ¿estamos escuchando? Ese esfuerzo mismo, ¿no es una distracción que impide el escuchar? Cuando usted escucha algo que le causa deleite, ¿hace un esfuerzo? [...]. No podemos percibir la verdad, ni ver lo falso como falso, mientras nuestra mente está ocupada, de cualquier forma que sea, con el esfuerzo, la comparación, la justificación o la condena [...].
El escuchar es, en sí mismo, una acción completa; el puro acto de escuchar trae su propia libertad. Pero ¿estamos realmente interesados en escuchar, en transformar nuestra confusión interna? Si usted escuchara... en el sentido de estar alerta a sus conflictos y contradicciones, sin forzarlos dentro de ningún patrón particular de pensamiento, tal vez estos conflictos y estas contradicciones podrían cesar por completo. Vea, estamos constantemente tratando de ser esto o aquello, de lograr un estado especial, de capturar una clase de experiencia y de evitar otra, de modo tal que la mente está siempre ocupada con algo; jamás está quieta para escuchar el ruido de sus propias luchas y dificultades. Sea sencillo... y no trate de llegar a ser alguna cosa o de capturar alguna experiencia.
Escuchar sin esfuerzo
Ahora me está usted escuchando; no hace un esfuerzo para prestar atención, sólo está escuchando; y si en lo que escucha hay verdad, hallará que dentro de usted ocurre un cambio notable, un cambio no premeditado ni ansiado; tiene lugar una transformación, una revolución completa en la que rige sólo la verdad y no las creaciones de su mente. Y, si me permite sugerirlo, usted debe escuchar de esa manera todo; no sólo lo que estoy diciendo, sino también lo que dicen otras personas, escuchar a los pájaros, el silbato de una locomotora, el ruido del autobús que pasa. Encontrará que cuanto más lo escucha todo, mayor es el silencio, y ese silencio no es roto, entonces, por el ruido. Sólo cuando ofrece resistencia a algo, cuando coloca una barrera entre usted mismo y aquello que no desea escuchar, sólo entonces existe una lucha.
Escúchese a sí mismo
Usted tiene que escucharse a sí mismo y no al que le habla. Si escucha al que le habla, él se vuelve su líder, su método para comprender, lo cual es un horror, una abominación, ya que así ha establecido la jerarquía de la autoridad. Por lo tanto, lo que usted hace aquí es escucharse a sí mismo. Está mirando el cuadro que pinta el que le habla; ése es su propio cuadro, no el de él. Si eso está bien claro, que usted se está mirando a sí mismo, entonces puede que diga: «Bien, me veo tal como soy, y no quiero hacer nada al respecto», y ahí se termina la cosa. Pero si dice: «Me veo tal como soy, y tiene que haber un cambio», entonces comienza a elaborar su propia comprensión, lo cual es por completo diferente de aplicar lo que dice el que le habla [...]. Si, en cambio, mientras uno está hablando usted se escucha a sí mismo, gracias a ese escuchar hay claridad, hay sensibilidad; ese escuchar hace que la mente se sane, se fortalezca. Sin obedecer ni resistir, se torna despierta, intensa. Únicamente un ser humano así puede dar origen a una nueva generación, a un mundo nuevo.
J. Krishnamurti
Rosa