EL HOMBRE SOÑADO
Si, pudiendo hacer daño, no lo haces;
si, pudiendo mandar, sólo obedeces;
si, pudiendo arengar, sólo enmudeces
y, pudiendo vengarte, haces las paces.
Si al egoísmo el nido le deshaces;
si, olvidado de tI, te compadeces;
si la envidia en tu pecho desvaneces
y tus palabras siempre son veraces,
serás como una luz que, clara, guía
a quien en busca va de la belleza;
serás perpetua fuente de alegría
para enjugar en otros la tristeza;
serás para tu hermano, noche y día,
lo más que puede dar naturaleza.
Francisco-Manuel Nácher López