REMAR EN EL RIO
Una noche de luna llena unos amigos se emborracharon. Era una noche tan hermosa que querían disfrutar de ella, bebieron tanto como pudieron y se fueron al precioso río. Los barqueros ya no estaban y habían dejado sus barcos atados en la orilla. En mitad de la noche, la luna llena brillaba sobre sus cabezas; parecía que estaban en un lugar salido de un cuento de hadas. Al ver los barcos, los amigos dijeron: "Estaría bien irnos en barco por el río. ¡Mira! La luna se refleja en el agua y cuando un animal o un pato vuela por encima de ella o se zambulle, el agua se pone de color plateado, y la luna se extiende por todo el río". Sólo estaban un poco despiertos, como acostumbra a estar el ser humano; en un noventa y nueve por ciento estaban borrachos. Se subieron al barco, sujetaron los remos y empezaron a surcar el río. Los que estaban sentados mirándoles, les dijeron: "Id más de prisa, es precioso. No vayáis tan despacio, id tomando velocidad". Los remeros, que cada vez hacían más esfuerzo, empezaban a sudar. A medida que se acercaba el amanecer, se levantó un viento frío que hizo que se les despejara la cabeza. Debemos de habernos alejado varios kilómetros de donde estábamos, dijo uno de ellos. Alguien debería bajarse para ver dónde estamos, para que podamos volver a casa. Pronto saldrá el sol y tendremos que regresar o el barquero al que le hemos cogido el barco sin preguntar empezará a protestar. Uno de los hombres se bajó y empezó a reírse sin parar. ¿De qué te ríes?- le preguntaron. Bajaos, y vosotros también os reiréis contestó. Se bajaron y todos empezaron a reír porque ¡habían olvidado desatar el barco!
Habían estado remando toda la noche tratando de ir más rápido sin moverse del sitio. Ni un centímetro. El barco estaba atado a la orilla, con un candado.
Esta historia nos dice cómo es el ser humano".
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