Pasó a mi lado
La noche calurosa me entretuvo fuera de la pensión hasta la medianoche.
Cuando regresaba caminando por la calle, oí unos truenos y miré hacia arriba,
pero las luces de la calle no me permitieron ver la tormenta. Estaba cerca,
ya se sentía en el aire. Apuré el paso y llegué a la pensión justo antes de
que un aguacero se volcara sobre la ciudad. Era una de esas lluvias que caen
de pronto, cortando el silencio de la noche abruptamente. Cuando atravesé el patio interior, que estaba oscuro, casi tropiezo con
un masetero de flores. En ese momento recordé al casero
y a lo amarrete que era
¡Qué le costaba poner una luz! Llegué a la escalera, que apenas estaba iluminada
por un tuvo de luz que parpadeaba, y subí mientras escuchaba
como la lluvia azotaba el techo de la vieja pensión.
Alcancé el corredor que estaba penumbroso también
y me dirigí a la puerta de mi pieza.
Seguía en el corredor cuando vi que alguien más avanzaba
por él caminando hacia mí lentamente. Haciendo un esfuerzo para vencer las tinieblas, distinguí a la persona;
era la señora de Rodríguez, que después me enteré que se llamaba Carmen. Frente a mi puerta, metí la mano en el bolsillo para tomar mi llave,
sin dejar de mirar a la mujer. Cuando la fui a saludar, de pronto
se me erizó la piel, sentí que el aire estaba helado,
y de alguna manera supe que estaba viendo una aparición.
Al pasar a mi lado me miró, abrió la boca y dijo algo que no entendí
a pesar de que lo escuché bien. Volvió la cara hacia el corredor
y siguió su camino y la vi perderse en la oscuridad. Esa noche, mientras afuera seguía la tormenta,
la sentí pasar varias veces frente a la puerta. Por la mañana escuché un alborotó. Cuando me asomé al corredor vi
que unos policías llevaban esposado a Rodríguez. Él fue el que los llamó.
Temprano en la noche había matado a su esposa.
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