Porque, por supuesto, en psicoanálisis hablamos de cierta especificidad -como algo que lo distingue de los tratamientos psicoterapéuticos. Pero la cuestión es la buena o la mala manera de abordar esta separación de aguas. Porque este es un tema constante entre los colegas “psi” y hay que bordearlo de alguna manera para que no se reduzca a una rivalidad.
Las psicoterapias prometen
En psicoanálisis
S.Freud de alguna manera sostenía que ese deseo, el que llamamos deseo del analista, definido por su negativa, no es el de educar, prescribir, gobernar. No es ser confesor, no es del orden religioso ese deseo. El deseo del analista es diferente a todos los órdenes establecidos.
Lacan hizo un gran enigma en relación a ese deseo; pero sabemos que lo situó efectivamente en algo inédito. Y eso hay que aceptarlo como algo que le da al psicoanálisis una posición que tiene sus complicaciones en cualquier orden social.
Si el deseo del analista está por fuera del orden establecido se pueden tener relaciones equívocas con el mundo. Por ejemplo, con la Universidad. No hay que enojarse por ser rechazados, y por sus desconfianzas…
Entonces, por un lado tendríamos este enigma. Pero quedarnos solo en eso, en la pura pureza del psicoanálisis y no decir “para qué”, es un inconveniente.
Siguiendo la enseñanza de Lacan, el inconveniente oscila entre dos posiciones neuróticas en las que puede “caer” el psicoanalista: una es la del “esteta” que solo quiere el “arte por el arte” y la otra sería la del “soldado de Dios”, que sería quedarse “petrificado en la causa”.
Esto también es un desvío y dentro de la comunidad analítica lacaniana misma.
La cuestión de fondo es “para qué”?
Y para estas preguntas las psicoterapias tienen muchas respuestas para dar -dentro de lo que sería el “orden establecido”- y por eso suelen ser más “aceptadas”: porque prometen algo concreto. Soluciones eficaces que se prometen como objetivo. Que tengan mayor o menor eficacia no interesa en ese momento. Interesa la “promesa de felicidad” -una completud, si se quiere.
Hay un objetivo en psicoanálisis, que no es, claro está el de los ideales vinculados a otros discursos. El Bien para Todos.
Pero eso es diferenciarse por la negativa, por la diferencia misma.
El psicoanálisis no va en esa vía. Porque “curar” para el psicoanálisis no es suprimir el síntoma, sino que apunta a un recorrido a partir de ese síntoma.
Hay un objetivo, un horizonte al que se apunta recurriendo al deseo, a la falta. Es como si a ese enigma, a esa x que es el “deseo del analista” se responde con un “NO a cualquier objetivo”.
Y a partir de ahí comienza el proceso analítico, recurriendo al deseo articulado a una falta. Es como si fuera el único recurso que tiene el analista para operar.
Porque es verificable que para que la práctica analítica comience hay una articuación del deseo a algo que simplemente falta.
Y ahí es donde fundamentalmente se separan las aguas entre las psicoterapias y la práctica analítica.