Regresò al Valle, despuès de casi un año de ausencia, pero ahì estaba otra vez, en ese paisaje que ya era suyo, por supuesto una de las primeras cosas que hizo fuè preguntar por Don Simòn, màs conocido en los alrededores con el nombre de "El Recolector", le dijeron que se encontraba bien y que seguia con su tarea , aunque ahora le dedicaba menos tiempo,debido a que sus piernas se acalambraban con màs frecuencia. Ademàs le contaron que le estaba enseñando el oficio al hijo de la Zulma, ya que el changuito disfrutaba con el aprendizaje de las hierbas, y lo ayudaba con la carga.
A la mañana siguiente y despuès de tomar unos mates con pan casero y miel, emprendiò la caminata hasta las pircas para visitarlo, amaba ese trayecto tan conocido, impregnado con aromas de lavanda, melisa y eucalipto. Cuànto extrañò ese cielo, el rìo y el canto de los pàjaros!
A pocos metros del rancho lo viò juntando leña, antes de anunciarse tocando la campanita que colgaba de la vieja tranquera, Don Simòn, sin levantar la cabeza de la carretilla, dijo en tono alegre... te estaba esperando, anoche me avisaron que habìas llegado, (ella, sorprendida nunca sabìa como se enteraba de su presencia en el Valle, si era por algùn vecino o por las relaciones amigables que tenìa con los espìritus), se icorporò lentamente y la recibiò con un abrazo apretado, mientras Cacique ladraba y movìa la cola. Despùes de los saludos y algunos comentarios sobre el viaje, la ciudad, el trabajo, la familia (temas en los que no indagaba demasiado, pero por cariño y cortesìa siempre los hacìa) se quedaron en el patio un largo rato con la vista perdida en las montañas, hasta que en forma pausada, como si las palabras vinieran desde muy lejos, èl comenzò a hablar...
...Conserva en tu corazòn toda la acumulaciòn de los dìas, rescata la luz como un tesoro para que se revele brillante ante tus ojos, no importa cuanto tiempo demores, ya vès -no hay ninguna prisa- Sè que tu alma entenderà èsto, por eso llegaste hasta aqui . Vacìa tu morral con verdadero desapego y acepta con gratitud lo que recibes, jamàs abandones la huerta antes de la cosecha. Si por alguna razòn tienes que partir, deja que otros recojan el fruto, cuando vuelvas tendràs menos trabajo que realizar, jamàs olvides que no tienes nada que temer.
Despùes le tomò la mano con fuerza y concluyò diciendo,...observa hacia tu alrededor...amanecer y ocaso son hijos del mismo fuego.
Su amigo nunca se despedìa con un hasta pronto, o hasta la vuelta, o hasta siempre, su saludo era..." hasta cuando los espìritus del Valle dicidan convocarnos otra vez".
Al salir hizo sonar la campanita, Cacique ladraba y corrìa a las gallinas. Hacìa frìo y comenzaba a oscurecer.
A. Alba