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Necesitamos aprender a vivir para disfrutar de la vida.
Nos agobiamos con muchas cosas, ahogamos nuestros días de vida entre lamentos, críticas, discusiones y descontento… ¿para qué?
La vida es ahora, nos toca vivirla. Hagámoslo bien, como merecemos.
Si hubiese un manual para aprender a vivir, tal vez sería de edición agotada. Muchos lo comprarían para si, o tal vez para regalar. Lo cierto es que en algún momento de la vida sentimos una voz interna que dice “auxilio, paren el mundo que me quiero bajar”. Y si ese manual existiera, ¿serviría? ¿Cuántas veces nos dicen lo que tenemos que hacer y a fuerza de tener la razón seguimos haciendo lo mismo? ¿Cuántas veces tropezamos con la misma piedra por el temor a cambiar de hábitos? ¿De soltar creencias? ¿Pensamientos? Vivimos aferrados a los pensamientos referentes a la vida como si fuesen adhesivos imposibles de ser rediseñados.
Si hubiera un manual con instrucciones claras y precisas tampoco nos alcanzaría, no es la materia lo que nos hace falta, sino más bien, la inteligencia de despertar, mirar y aprender a vivir de un modo placentero, despreocupado, libre, alegre y abundante.
Existen muchas situaciones que escapan de las manos, la muerte de los seres amados, las enfermedades que llegan sin avisar, los accidentes que nos arrebatan sueños, crímenes, violaciones y abusos de todo tipo. Casos extremos que nos entorpecen el andar cotidiano…
Pero existen muchos otros menos extremos y que sin embargo son los más recurrentes, presentes en cada jornada y saboteadores de todos los proyectos que nos proponemos.
Aprendamos a vivir, ahora mismo. La vida fluye aún sin pedirnos permiso, cada grito amargo es un tiempo muerto para siempre.
¿Para qué andar con la cara larga porque las cosas no salen de la forma que esperamos? ¿Para qué sentirnos menos, o no merecedores, cuando la vida nos muestra un abanico de posibilidades? ¿Para qué deshonrar el amor, o la amistad? ¿Para qué encerrarnos?
Vivir es tan simple, que cuando nacemos lo llevamos a cabo sin experiencia previa. ¿Y ahora de adultos? ¿Por qué no? ¿Por qué no brincar los charcos de temores?
Aprender a vivir es sencillo, requiere solo pararnos en el amor y la honestidad, implica estar dispuesto a pagar precios emocionales como tal vez que algunas personas no estén de acuerdo con nuestra forma de mirar la vida.
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