TAMBIEN ES DIFICIL SER HIJO…
Dicen que ser padres es complicado, ¡pero ser hijos también lo es!
Los padres requieren de mucha paciencia, pero los hijos también…
Bien sabido es que los padres no son perfectos y a veces nos ahogan con sus reglas.
Los padres intentan allanar el camino de sus hijos, y ellos intentan aprender a ser libres valiéndose de si mismos…
Siempre se ha dicho que ser padres es una tarea difícil. Requiere mucha madurez individual, amor, y generosidad. Sin embargo, el ser hijo, también conlleva grandes retos, en especial para aquellos que se han criado con padres muy protectores e inseguros.
Muchos padres, con todo su amor, y deseando que sus hijos obtengan lo mejor de la vida, intentan evitarles el sufrimiento y guiarles en todo momento. En muchas ocasiones, acaban viviendo la vida por ellos, sin darse cuenta de que en la vida sólo se aprende a través de las propias experiencias.
Los padres tratan de allanarles el camino en la vida, guiándoles según su propia experiencia, aconsejándoles en todo momento y haciéndoles dudar constantemente de sus propias ideas. Los padres aman a sus hijos, pero a la vez desean que sean aceptados por el mundo y no se sientan solos ni rechazados. Les enseñan que agradar a los demás es importante, retándoles mérito a sus propias ideas e iniciativa.
Pero los padres muchas veces olvidan que lo más importante que se le puede enseñar a un hijo es a creer en si mismo, a tener seguridad a la hora de tomar decisiones, a desarrollar su instinto, a equivocarse por sí mismo, y a saber levantarse por su propio pie. En definitiva, a no compararse con los demás, porque es un ser humano genuino. Hay que aprender a explotar lo que como ser humano nos hace distintos a los demás, en vez de intentar parecernos tanto al resto.
Los padres inseguros, al igual que todo ser humano que lo sea, suelen acabar siendo posesivos. Viven su vida a través de sus hijos. Aun cuando éstos han superado la treintena, les aconsejan en todo y necesitan que les hagan partícipe de sus vidas. En su propia tarea de ser padres, olvidaron que también eran personas con individualidad propia, y que tenían muchos otros intereses. Los padres viven la vida de sus hijos, y sus hijos se sienten responsables de la vida de sus padres.
Los hijos de naturaleza más independiente se sienten encerrados, con algo que les impide crecer y desarrollarse plenamente. Se sienten responsables de la dedicación de sus padres, y confunden la necesidad de libertad, que consideran tan merecida, con egoísmo. Tendrán una charla emocional interior tan dura, que se pueden volver irascibles con sus familiares y muy exigentes consigo mismos. Hasta que no se comprende el problema, no se resuelve la situación. Es entonces cuando se sentirán libres.
En estos casos, la familia puede pasar de estar muy unida a estar en conflicto permanente. Los hijos, incluso aunque hayan dejado el hogar de sus padres, se sienten responsables de dar explicaciones de lo que hacen, de porqué han decidido esto en lugar de lo otro, etc. La inseguridad de los padres puede contagiarse a sus hijos, y, las decisiones sobre cualquier cosa, pueden volverse realmente un gran conflicto.
Los hijos se revelan, debido a que se sienten oprimidos, y los padres se sienten atacados. Los padres creen que están ayudando, pero realmente se están interponiendo en el crecimiento personal de sus hijos.
Llegada esta situación, parece que todo son problemas. Los hijos intentan hablar las cosas por las buenas; no funciona, se enfadan y vuelven a sentirse culpables, tampoco funciona. No se les entiende. Se frustran y vuelven a caer en la duda de si sus propias decisiones o su forma de ser serán las adecuadas. Están estancados.
Con el tiempo, la vida y la propia experiencia, se aprende a que intentar convencer a alguien de algo que no está preparado para ver, es una pérdida de tiempo y de energía. Solo conlleva al enfado, a la frustración de esperar alguna respuesta diferente, y nada cambia. Los hijos desean vivir la vida en primera persona, sentirse felices y seguros, sin dañar a los que más les quieren, y a los que más quieren, pero, ¿cómo pueden hacerlo? ¿Cómo pueden ser libres y sortear el conflicto con éxito?
Sólo cuando tomamos las riendas de nuestra propia vida y empezamos a creer en nosotros, la vida da un giro inesperado:
Tenemos que saber quiénes queremos ser, y a escuchar nuestra voz interior para saber qué deseamos hacer en cada momento. Saber quiénes somos. Dejar que nuestro sentido común nos vaya guiando hasta la paz interior.
Para resolver cualquier conflicto con otras personas, primero debemos entenderlas. Si nos centramos en luchar contra lo que no nos gusta de nuestra familia, conseguiremos potenciar aún más el problema.
Los hijos no debemos dudar de nosotros mismos, pero tampoco debemos atacar a nuestros padres. Tenemos que amarles como son, comprender que, aunque se equivoquen, nos quieren y lo hacen lo mejor que pueden.
Démonos cuenta de que la inseguridad que hemos adquirido a causa de sus miedos, es porque ellos también aprendieron a ser inseguros. En nuestro crecimiento interior debemos liberarnos de esta inseguridad propia que nos caracteriza, y perdonar a nuestros padres.
Debemos convertirnos en adultos fuertes y seguros de nosotros mismos. Ser felices y vivir la vida que queremos. Ser firmes en nuestras decisiones, sin sentirnos culpables, aunque nos genere conflictos. En vez de centrar nuestra energía en convencer a los demás de por qué hacemos las cosas, simplemente hacerlas, para poder mira atrás y sentirnos satisfechos. Lo más difícil no es ser independiente, sino encontrar el equilibrio que nos permita vivir nuestra propia vida sin dañar nuestras relaciones.
¿Cómo hacernos respetar por nuestros padres? Intentemos argumentar nuestras decisiones con cariño y frases respetuosas. Ser firmes, pero sin enfadarnos. Escuchar a nuestros padres, pero finalmente, hacer lo que nos dice nuestro yo interior. Es la mejor forma para que nuestro camino se va allanando, y nos respeten.
Amad a vuestros padres, porque ellos os aman y lo hacen lo mejor que pueden. Pero amaros también a vosotros mismos.
Sed valientes y tomad vuestras propias decisiones. Sois buenos hijos, aunque no viváis según lo esperado. Escuchad vuestro propio yo. Encontrad la paz interior y dar todo el amor que podáis. Aprender a conocer a vuestro padres, os hará quererles más, y seréis libres para ser vosotros mismos.
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