El ser humano tiene entre sus virtudes la fortaleza para afrontar los peores momentos. Pero esa fortaleza no está reñida con el desahogo que da el llanto. Entre las cualidades humanas más elogiadas y deseadas está la de ser fuerte ante las adversidades. No desfallecer, en algunos casos, parece más que complicado, imposible. Sin embargo, el ser humano posee una capacidad de adaptación y un potencial de lucha muchas veces inadvertido.
Como decía el psicólogo y ex prisionero en Auschwitz y otros campos de concentración, Viktor Frankl, “ el ser humano solo necesita un motivo para querer vivir, y vive”. Todos hemos visto casos de madres que sacaban fuerzas de flaqueza para cuidar de sus hijos en las peores condiciones, hijos o esposos dando la vida por sus seres queridos, personas que se sacrificaban por quienes amaban o superaban sus pérdidas, y les hemos atribuido una fortaleza espiritual que no creemos poseer; pero todos la poseemos, solo es necesario que llegue el momento de demostrarlo y se ame lo suficiente, a los demás y a uno mismo.
Lágrimas, ¿debilidad o fortaleza? Seguro que Nelson Mandela lloró muchas veces en la soledad de su celda. Gandhi, debió dudar en muchas ocasiones, siendo como fue un icono de la paz, la persistencia y la fortaleza para su país. ¿Por qué?, porque eran humanos, y lo humano es tener momentos de debilidad o desespero, aunque se posea un alma fuerte y luchadora y una firme decisión en las metas. Sin embargo, como sabemos, esos dos míticos personajes, y otros muchos, siguieron constantes en sus ideas y sus objetivos y consiguieron lo que se proponían, pese a sus penalidades y lo dificultoso de lograrlo.
El ser humano tiene entre sus virtudes la fortaleza para afrontar los peores momentos. Pero esa fortaleza no está reñida con el desahogo que da el llanto.