LA MANERA DE VIVIR DE VERDAD
Normalmente, la gente vive una vida cerrada. No abren sus puertas y ventanas. Viven con miedo, ocultándose, siempre con miedo a lo desconocido. No permiten que el sol, la lluvia o el viento entren en su ser.
Sin embargo, si pones un rosal en tu habitación y cierras todas las ventanas y las puertas, y no dejas que le llegue el aire, ni la lluvia ni el sol, no podrás esperar que el rosal sobreviva: morirá. Así es como está la gente, prácticamente muerta. Viven una vida muerta, sólo se arrastran a duras penas.
Para vivir realmente hay que estar a disposición de todo lo que existe. Hay que estar abierto y vulnerable, hay que eliminar todos los miedos. Sólo hay algo de lo que tener miedo: del miedo. Excepto de eso, no tengas nunca miedo de nada porque el miedo lisia, mata. En cuanto te empiezas a dirigir a lo desconocido, a pesar de todos los miedos, tu vida comienza a descubrir muchas cosas nuevas de las que ni siquiera eras consciente, porque a medida que la aventura profundiza, tu emoción y tu éxtasis también profundizan.
Cuando comienzas a dirigirte a lo desconocido hay tantos retos a los que enfrentarse, que encontrar, que, evidentemente, te vuelves más consciente, más alerta, más vigilante. Tienes que serlo. Estás caminando por el filo de una cuchilla: ¿cómo vas a estar adormilado, distraído? Tienes que tener cuidado y estar alerta, es arriesgado. Y siempre que hay riesgo, tu inteligencia se agudiza, hay un gran éxtasis y tú estás emocionado con cada movimiento.
Sólo en una atmósfera de aventura, de éxtasis, de integridad, de riesgo, de peligro, de inteligencia, de consciencia, se abre el ser interior, el capullo se convierte en una flor.
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