Una de las virtudes-defectos más cuestionables:
el perfeccionismo.
Virtud, porque evidentemente,
lo es el tender a hacer todas las cosas perfectas.
Y es un defecto porque no suele contar con la realidad:
que lo perfecto no existe en este mundo,
que los fracasos son parte de toda la vida,
que todo el que se mueve se equivoca alguna vez.
He conocido en mi vida muchos perfeccionistas.
Son, desde luego, gente estupenda.
Creen en el trabajo bien hecho,
se entregan apasionadamente a hacer bien las cosas
e incluso llegan a hacer magníficamente
la mayor parte de las tareas que emprenden.
Pero son también gente un poco neurótica.
Viven tensos. Se vuelven cruelmente exigentes
con quienes no son como ellos.
Y sufren espectacularmente
cuando llega la realidad con la rebaja
y ven que muchas de sus obras
-a pesar de todo su interés-
se quedan a mitad de camino.
Por eso me parece que una de las primeras cosas
que deberían enseñarnos de niños es a equivocarnos.
El error, el fallo, es parte inevitable de la condición humana.
Hagamos lo que hagamos habrá siempre
un coeficiente de error en nuestras obras.
No se puede ser sublime a todas horas.
El genio más genial pone un borrón
y hasta el buen Homero dormita de vez en cuando.
Así es como, según decía Maxwel Brand,
"Todo niño debería crecer con la convicción
de que no es una tragedia
ni una catástrofe cometer un error".
Por eso, en las personas,
siempre me ha interesado más el saber
cómo se reponen de los fallos
que el número de fallos que cometen.
No existen hombres que nunca hayan roto un plato.
No ha nacido el genio que nunca fracase en algo.
Lo que sí existe es gente
que sabe sacar fuerzas de sus errores
y otra gente que de sus errores sólo saca amargura
y pesimismo. Y sería estupendo educar a los jóvenes
en la idea de que no hay una vida sin problemas,
pero lo que hay en todo hombre
es capacidad para superarlos.
No vale realmente la pena llorar por un plato roto.
Se compra otro y ya está.
Lo grave es cuando por un afán de perfección imposible
se rompe un corazón.
Porque de esto no hay repuesto en los mercados.
(Autor:José Luis Martín Descalzo )