Miles de mujeres se desesperan por encontrar ayuda, consejo o algo que les ayude
a olvidar no sólo el amor de quien se fue, sino también la forma tan injusta en la que
fueron tratadas, se les desvaloró, y no fueron correspondidas.
Pero muchas veces son esas mismas mujeres quienes continuamente traen de vuelta
los sentimientos y recuerdos del pasado que tanto necesitan olvidar.“
Sufro mucho, el ingrato se fue hace un mes.”
“Me identifico contigo, el cobarde me abandonó hace dos años.”
“Este tema me cae como anillo al dedo, el desgraciado me abandonó con mis hijos.”
¿Te son familiares estas frases?
Muchas veces se ha hablado del proceso de duelo y recuperación después de una
separación sentimental, parte del proceso supone hablar, contar y repetir el dolor
y los sufrimientos una y otra vez, así es la terapia.
Si bien es cierto que recordar los momentos hermosos nos remonta a un pasado feliz,
también es cierto que nos arranca más llanto ante la idea de que no podemos volver atrás.
“¿Cómo pudo ser tan malo conmigo? ¿Cómo se le pudo olvidar todo lo que hice por él?”
El tiempo pasa, y contamos una a una las horas, los días, las semanas, y hasta los años sin él.
Pese al tiempo, la angustia y el sufrimiento continúa.
¿Por qué las mujeres nos negamos a dejarlo marchar de nuestros recuerdos, corazón
y sentimientos? ¿Por qué a pesar de hablar y dejarlo salir en palabras, se le sigue anidando
en el corazón? Pareciese que el tiempo se detuviese, recordamos y repetimos
nuestros tormentos del pasado, y lo que es peor: estamos pendientes de lo que “el ex”
hace o deja de hacer, y eso no sólo nos llena de tristeza, sino también de cólera.
¿Por qué nos gusta hablar tanto de aquello que nos atormenta?
Hablamos tanto de ello que pareciese una historia sin final, muchas mujeres tendemos
a conversarlo a diario, incluso varias veces al día… Y si bien “recordar es volver a vivir”
¿hasta cuando seremos incapaces de cerrar ciclos en nuestra vida?
Si cada día de nuestra vida, cuando el dolor se nos acerca o aflora, cuando vemos
el dolor de frente, la pena y el llanto se hacen menos, porque podemos sentir la grandeza
del amor, podemos descubrir que la soledad, esa amiga que llega sin ser invitada,
nos ayuda a encontrar en nosotras la paz,
nunca es tarde para aprender el don de la paciencia para edificar esperanzas que brillen
en los momentos mas oscuros de nuestra vida.
No empecemos el día de hoy con el dolor del ayer, después de todo el ayer es un cadáver
que no volverá a la vida, porque todo el pasado, todos los sufrimientos del ayer
son cosas del pasado, se han quedado perdidos en el tiempo escurrido en las manecillas del reloj
y el reloj siempre camina para adelante.
¿Te han quedado heridas?
No las conviertas en fantasmas que has de arrastrar por el resto de tus días que se perfilan
hermosos y llenos de promesas, no los arrastres porque seguirán atormentándote
cada día, minando tu derecho a vivir, a volver a empezar y a ser feliz.
Deja tus penas dolores y sufrimientos en las manos de Dios, emprende el camino de experiencias y
madurez que has adquirido del dolor que te ha hecho crecer, trasciende y realízate
como mujer y como madre, pero sobre todo: Álzate como la creación divina que fue
creada para ser feliz, Dios no te pone una lágrima en los ojos al despertar,
Dios te pone luz en ellos para contemplar el nuevo día que te saluda con la luz del sol,
con el color de las flores, te saluda con la gloriosa sonrisa de tus hijos.
Levántate mujer, alza el vuelo, brinca, llora, respira el aire fresco de los campos
de la vida y esfuérzate por ser feliz.