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De: carina (Mensaje original) |
Enviado: 10/06/2013 00:23 |
Adán Salgado Andrade (especial para ARGENPRESS.info)
La actividad minera se remonta a miles de años, desde que nuestros
antepasados apreciaron ciertos minerales, algunos sólo por sus
cualidades de ornato, como el oro (en esos tiempos, claro) o por
utilidades específicas, como el hierro, empleado en la hechura de
utensilios domésticos o instrumentos de guerra. Y muy lejos quedaron los
tiempos en que para obtener oro, por ejemplo, bastaba con acercarse a
algunos ríos en cuyos no muy profundos cauces, se hallaban pepitas de
ese preciado, amarillento, relumbrante metal. Los absurdos mitos de que
existían ciudades totalmente hechas de oro, llevaron a ambiciosos,
codiciosos mercenarios, como los españoles, primero, a explorar los
océanos, en busca de nuevas tierras que materializaran tan descabelladas
historias.
Pasado el tiempo, en la materialista, depredadora época actual, metales
justo como el oro, y decenas de otros, crecen en su importancia, tanto
por su valor, así como por su utilidad. El oro no sólo se emplea para
joyería o fuente de valor, en forma de lingotes o monedas, sino que
tiene varios usos industriales, como en la electrónica, en donde es
vital para la elaboración de tarjetas madre y procesadores de
computadoras. También se emplea en la odontología, para hacer piezas o
amalgamas (se había dejado de emplear, por los altos costos, pero de
nuevo crece su empleo, dado que es un metal inerte, o sea, no produce
efectos secundarios en el paciente). En medicina, se le emplea para
combatir el cáncer o la artritis
reumatoide o también para realizar diagnósticos, mediante isótopos de
oro radioactivo o en aparatos que permiten la sobrevivencia del
paciente, como implantes. Otro campo que lo emplea bastante es el de la
aeronáutica, en donde la construcción de vehículos que puedan
desplazarse sin problemas sobre la superficie de Marte, por ejemplo, es
vital, por lo que partes esenciales de tales aparatos son hechas de oro o
cubiertas con películas auríferas, con tal de reducir al mínimo
fricción y desgaste.
Ante tantos usos y, claro, la cuestión de que en estos tiempos de
profundas debacles económicas, que ven en el almacenamiento del oro una
fuente de atesoramiento y de, digamos, salvavidas, cuando la economía no
sólo de una persona, sino de un país entero pudiera “aliviarse”
vendiendo algo de sus reservas o posesiones de oro, el precio de este
codiciado metal ha ido en aumento, debido, sobre todo, a que su
extracción es cada vez más difícil e, igualmente, costosa (hay que
agregar, también, que últimamente, la especulación con metales como el
oro, la plata o incluso el cobre, ha contribuido a disparar sus precios,
mediante los llamados ETF’s, exchange traded funds, que son
instrumentos “financieros” basados en la posesión de metal que una firma
especuladora tenga en ciento momento. Así, los inversionistas que
depositen su dinero en esa firma, ganarán más si ésta aumenta sus
reservas de oro, a la vez que suba el precio de éste, digamos. Claro que
el acaparamiento del metal, sólo para que suba su precio, es mera y
mezquina especulación. Es como si alguien comprara el pan hecho todos
los días, sólo para que subiera su precio, aunque no se lo comiera. Pero
a estos extremos se llega en el capitalismo salvaje, con tal de tener
grandes ganancias).
Si antes, como dije, bastaba con acercarse a los ríos a recoger pepitas
de oro o cavar una mina que contuviera tal metal, que afloraba a los
pocos metros del tiro perforado, con los siglos eso ya es prácticamente
inexistente y para extraer el poco oro que en tierra aún pueda existir,
se ha creado desde hace años lo que se conoce como “minas a cielo
abierto” (open pit mining).
De hecho, lo mismo está ocurriendo con muchos otros minerales o metales
“estratégicos”, tales como el mencionado oro, plata, cobre aluminio,
molibdeno, cromo, manganeso, zinc, níquel, platino, diamantes, coltan,
entre otros. Hablando del coltan, este mineral cada vez más escaso, es
vital como aislante térmico en la industria electrónica. Lamentablemente
la mayor parte se extrae de una zona selvática protegida existente en
la república democrática del Congo, en donde viven los últimos gorilas
de montaña existentes en el planeta. Allí, explotados mineros reciben
sueldos de hambre por extraer el coltan y, debido a esos salarios de
hambre, cazan a los gorilas para comer, acelerando la extinción de éstos
(1)
Así, las minas a cielo abierto, conocidas como megaminas, por ser
extensamente invasivas y destructivas, han venido a ser la “solución”,
como veremos.
No sólo porque con la minería tradicional, de cavar un tiro, la
extracción se vuelve más difícil y costosa, sino porque con ésta no se
podría extraer hasta, digamos, la última molécula de oro, es que se ha
optado por las megaminas. Pero también se tiende ya a incursionar en los
fondos marinos, que, se asegura, son aún más ricos en minerales, que en
tierra firme. Eso se está haciendo con la igualmente destructiva en
invasiva minería marina, que ya he tratado en otro artículo, y que
consiste en cavar y triturar los fondos oceánicos cercanos a apagadas
fumarolas marinas. Ese brutal método, crea una especie de smog marino
que tarda mucho tiempo en volver a sedimentarse, matando a cuanto ser
vivo caiga en la zona en que se disemina, debido a que congestiona sus
sistemas respiratorios. Y ese destructivo método también se ha aceptado
muy complacientemente por las mafias empresariales y gubernamentales
(2).
Los minerales que aún quedan en la tierra se extraen, como ya señalé,
mediante las megaminas. Éstas muy dañinas operaciones consisten en que,
una vez probado que existe oro, por ejemplo, en tal lugar, aunque sea de
“muy baja ley”, se explotará. Y esto de la “ley”, es un término que
indicaría la cantidad que contendría un metro cúbico de piedra
triturada. Así, por ejemplo, si ese metro cúbico de piedra triturada
posee un gramo o menos de oro, se dice que es de “muy baja ley”. Cuando
ese metro cúbico contiene al menos una onza de oro, es decir, 31.1
gramos, se dice que es de “buena ley”. Sin embargo, desde este indicador
puede percibirse el grado de desperdicio y destrucción que implica la
megaminería, pues es absurdo que para obtener un gramo o un décimo de
gramo, en la “peor” de las situaciones, se deba de extraer una tonelada
de material pétreo, ¡absurdo!
Está claro, entonces, que para expurgar ese gramo o gramos de oro, los
métodos no son convencionales ni ecoamigables, o sea, que no dañen el
entorno. Sin embargo, hay que aclarar que la extracción de oro, excepto
por las pepitas en los ríos de antaño, siempre ha sido contaminante,
pues antes de las megaminas, en las minas tradicionales, se empleaba
mercurio para que se uniera al oro y posteriormente aquél se separaba.
El mercurio es un mineral muy tóxico para el ambiente y perjudicial a la
salud humana, que provoca daños al sistema nervioso, renales,
gastrointestinales y malformaciones durante el embarazo.
Pero la megaminería no sólo envenena con sus procedimientos, sino que
altera brutalmente la ecología de los lugares en donde se realiza.
Una vez “limpiado” el, sitio de toda forma de vegetación existente,
básicamente el proceso consiste en realizar, primero, la excavación
masiva del lugar, empleando explosivos, hechos con nitrato de amonio,
combinado con aceite combustible (ANFO). La excavación es similar a la
que se hace cuando se van a explotar materiales de construcción, como
grava, por ejemplo, pero mucho más intensa. Se van haciendo círculos
concéntricos, a manera de bancos o escalones, comenzando desde el
centro, y conforme la excavación se va haciendo más profunda, se van
ampliando los escalones concéntricos, los cuales van agrandándose en
diámetro hasta alcanzar cientos de metros de extensión, llegando a
kilómetros con el tiempo. Se van haciendo taludes inclinados, no
verticales, con tal de evitar deslizamientos de tierra, que incluso se
revisten de cemento y se va trazando un camino, también revestido, para
que por el circulen los enormes camiones, conocidos aquí como yucles,
capaces de cargar cada uno hasta 330 toneladas por viaje. Llegan a ser
tan enormes los cráteres resultantes, que pueden ser vistos desde el
espacio.
(Aquí, pueden ver varias fotos de megaminas: http://www.wired.com/wiredscience/2009/10/gallery_mines/.
Y en el siguiente video, pueden ver un ejemplo de tales megaminas: http://www.youtube.com/watch?v=S16q_x8TUo0.
Se refiere a la megamina Betze Post, ubicada en Nevada, Estados Unidos,
de la que se extraen cada año 90 millones de toneladas de roca,
suficientes para cubrir con casi 17 metros de espesor de material el
Parque Central de Nueva York).
El material extraído se va apilando en terrenos contiguos al enorme
cráter que día a día va creciendo, en espera del siguiente paso. Justo
por ese apilamiento, es que las megaminas no sólo se apropian de las
tierras en donde se perfora el invasivo cráter, sino que también se
absorben cientos de hectáreas aledañas, lo que incrementa el daño
ecológico de por sí provocado. Aquí en México, por ejemplo, con las
leyes tan laxas y las mafias en el poder tan corruptas que tenemos,
muchas megaminas practican el despojo de tierras de los ilusos
campesinos a los que engañan con sus “grandes proyectos”, a los que les
compran o “rentan” sus tierras por bicocas (cinco pesos por hectárea
anualmente, por ejemplo), pero, no sólo eso, sino que se apropian
ilegalmente de más hectáreas.
Luego de que el material pétreo se extrae, se tritura al máximo, hasta
dejarlo casi como arena. Después, se forman montículos que se rocían con
agua mezclada con cianuro, peligroso veneno muy dañino al medio
ambiente y a la salud, que, incluso, está prohibido su empleo en varios
países, pero en donde sí se permite, las megaminas se desentienden del
brutal daño ecológico que ese veneno provoca. Como señalé, una vez
rociada el agua con cianuro, se va filtrando por las arenosas pilas para
unirse al oro que contengan, si lo hay, y se forma una solución líquida
de cianuro-oro, que se recolecta en la base de la pila (lixiviación) y
se bombea hacia un molino, en donde el oro y el cianuro son separados
químicamente. Sin embargo, ese proceso de filtración del cianuro puede
llevar meses, así que se provoca contaminación del medio ambiente,
debido a las vaporizaciones y a las filtraciones del cianuro. Y al decir
“rociar”, es que se emplean miles de litros de agua envenenada por
pila, así que se podrá imaginar el daño brutal que se deja en el medio
ambiente. Y cada que una pila se “exprime” del oro que contenga, se le
agrega más tierra y se repite el rociado, hasta que sea demasiado alta
para seguirlo haciendo.
No terminan los estragos ambientales allí, sino que las pilas que ya “no
sirven”, o sea, que se les extrajo hasta la última molécula de oro, se
van desechando a cielo abierto, pero como son millones de metros cúbicos
de tierra contaminada con cianuro, se construyen algo así como represas
para contener tantos desechos. Se supone que deberían de recibir una
especie de “tratamiento” para reducir los contenidos de cianuro, pero
muy pocas empresas lo hacen, sobre todo por lo costoso, así que,
simplemente, lo van apilando, formando largas “colas” (tailings) de
lodos envenenados con cianuro, cuyo contenido líquido, se filtra y llega
a mantos acuíferos, en tanto que las vaporizaciones, como dije,
contaminan el medio ambiente circundante. Y esas represas son tan
inestables, que han habido terribles accidentes, como el sucedido en el
año 2000, cuando la “cortina” de una de esas represas, ubicada en
Rumanía, falló, regándose más de 340 mil litros de desperdicio lodoso,
contaminado con cianuro, los que fueron a dar al río Tisza, matando 1240
toneladas de peces y contaminando el agua potable de 2.5 millones de
personas. Cabría preguntarse, ¿cuándo sucederá aquí un desastre similar?
Piénsese también en los millones de litros de agua que se requieren
para el proceso de lixiviación descrito, que se contaminan
irreversiblemente también, además, como señalé, de que el cianuro se
filtra a los mantos acuíferos. ¿Vale la pena, entonces, seguir con la
minería? Para el capitalismo salvaje, depredador, la respuesta es ¡sí!
Es tan desperdiciador este destructivo método extractivo del oro, que,
en general, se requieren de 30 toneladas de desechos pétreos para
extraer una sola onza de oro, es decir, pírricos 31.1 gramos.
Por tanto, el agotamiento de las minas de muchos metales, como el cobre,
están expandiendo a niveles sin precedentes esta destructiva actividad,
con el mismo nivel de desperdicio y depredación de los recursos
naturales. Para extraer 30 kilogramos de cobre, por ejemplo, se
requieren triturar 4 toneladas de piedra extraídas desde 600 metros de
profundidad… y así por el estilo.
En México, las sucesivas mafias en el poder han permitido que empresas
tanto nacionales, como extranjeras, principalmente canadienses,
practiquen la destructiva megaminería, “concesionándoles” ya el 25% del
territorio nacional, lo que redundará en un irreversible daño ambiental y
brutal merma de nuestros recursos naturales. Por ejemplo, la empresa
canadiense Goldcorp posee varias minas aquí. Una de ellas, Peñasquito,
ubicada en Zacatecas, comenzó a operar en el 2011, está “concesionada” a
22 años, y es considerada de “muy baja ley”, o sea, que cada tonelada
de piedra triturada contiene entre 0.1 y 1 gramo, cuando mucho. Aún así,
estima la empresa extraer 500 mil onzas anuales de oro (15.55
toneladas), es decir, que se tendrían que extraer entre 500 mil a un
millón de toneladas anuales de piedra. Actualmente, el enorme cráter
tiene un radio exterior de 3.5 kilómetros de diámetro y ya lleva, en el
centro, 400 metros de profundidad, ¡el equivalente a un edificio de 160
pisos de altura! ¡Imaginen el gigantesco boquete que quedará al final de
los 22 años de explotación! (3).
Esas casi 16 toneladas de oro, considerando un precio actual de $1465
dólares por onza, unos $17600 pesos, ascenderían a $732.5 millones de
dólares (mdd) anuales. Como señalé, esa empresas pagan sólo un pequeño
“derecho” por hectárea, de un máximo de $111 pesos. Suponiendo que
Peñasquito explote unas 400 hectáreas, sólo debe de pagarle a la nación
$44,400 pesos anuales (esa megamina se había apoderado ilegalmente de
600 hectáreas más, pero el Tribunal Superior Agrario le ordenó
restituírselas a sus dueños, 29 campesinos). El precio promedio de
extracción del oro en la megaminería es de unos $857 dólares por onza,
casi un 60% del precio de venta, así que la utilidad neta anual sería de
unos $300 mdd, ¡un negocio redondo! Por eso son tan rentables las
megaminas, a pesar de los costos y las dificultades que implica la
extracción del oro.
Además, resulta irónico que el oro extraído en nuestro territorio lo
deban importar las mafias en el poder, cuando lo requieren, al precio
comercial fijado (¡neocolonialismo, pues!).
Por el citado daño ecológico que provocan las megaminas, en muchos
lugares del país, y del mundo, hay frecuentes protestas, como una que
recién, al escribir estas líneas, se dio en Jalisco, por parte de
ejidatarios, que exigen se cierre la megamina Gan-Bo, operada por una
empresa china, pues afirman que “lo que suelta la mina cuando se muelen
las piedras, está dañando la vegetación. Los árboles frutales como
tamarindo, naranjos y limones ya no pegan o se están secando. No los
queremos en el pueblo. La mina no ha dejado empleos, ni riqueza, sólo
perjuicio”. (4)
Pero mientras sigan siendo tan codiciados el oro, la plata, el platino,
el uranio… seguirá la destructiva fiebre megaminera en todo el mundo,
hasta que la última molécula de esos y otros metales “estratégicos” sea
extraída… ¡aunque el planeta se acabe!
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De: GILDA08 |
Enviado: 10/06/2013 19:41 |
ES INCREIBLE LO QUE HA TENIDO QUE SOPORTAR ESTE PLANETA
POR MILENIOS, A CAUSA DE LA AVARICIA Y LA LUCHA POR EL PODER.
LA TIERRA ES UN SER VIVO. Y LUEGO SE PREGUNTAN EL PORQUE DE
TANTAS CALAMIDADES Y DESASTRES NATURALES... SE DEFIENDE DE
LA PLAGA QUE TIENE ENCIMA, LA LLAMADA " HOMO SAPIENS"... ![](../images/emoticons/cansado.gif) ![](../images/emoticons/pulgar_no.gif) |
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De: Mima |
Enviado: 10/06/2013 20:59 |
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De: Lalita2 |
Enviado: 14/06/2013 20:56 |
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De: Yara12 |
Enviado: 16/06/2013 17:27 |
Obsceno y terrible, y pagamos todos![](/images/emoticons/lamento.gif)
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