Las personas con menos poder también tenemos recursos para rebatir al poder y enfrentarnos a los abusos de los poderosos. El
conflicto es sano es lo que hace visible la diferencia, es el primer
paso para aceptarla y llegar a considerarla. Las enfermedades de Sensibilización Central
-Sensibilidad Química Múltiple (SQM), Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) o
fibromialgia- no solo existen para hacer evidente la consecuencia de
las aberraciones que se han cometido sin pensar más allá del beneficio
inmediato de distinta índole (casi siempre económico), también son la
puerta que nos obliga a un cambio personal, pudiendo
cambiar no solo lo exterior, necesario y urgente, también lo interior.
Es una ocasión que estamos desperdiciando como colectivo y a nivel
individual los afectados y el resto de personas.
Estamos condicionados por los roles que hemos creado
a lo largo de nuestra vida, unos roles que tanto nos protegen que nos
impiden crecer y desarrollarnos. Es posible aprender a vivir teniendo en
cuenta que existen más personas y romper nuestro individualismo, es posible crear un espacio confianza donde todos podamos expresarnos sin miedo,
es posible aprender de lo diferente y de quien nos sentimos diferentes.
Ir con una mascarilla te pone en un lugar diferente al resto y provoca
muchas inquietudes internas tanto para quien la
necesita como para los que tienen que aceptarlo. El proceso de estas
enfermedades afecta al ser humano en todos sus ámbitos y necesidades.
Tener más o menos poder no es el problema, el problema lo causa cómo se utiliza el poder que uno tiene. El poder tendría otra connotación si se utilizara como servicio, si lo pusiéramos a disposición del colectivo para conseguir metas comunes,
ese es un poder creativo, si es por interés, aparece el rechazo o la
marginación a quien piensa o aporta distinto, se convierte en
destructivo. Muchas veces somos inconscientes de cómo estamos utilizando
el poder en nuestro propio beneficio. De que estamos repitiendo los patrones de los que nos estamos quejando
y abusamos del poder. Abusamos cuando rechazamos la queja del otro,
descalificándola hasta el punto de llegar a considerarla fuera de lugar,
un error, algo peligroso. Normalmente las personas con poder están tan
convencidas de que su manera de ser o actuar es lo natural, que ni siquiera son capaces de ver el daño que hacen a otras personas al actuar así, por lo que no pueden comprender que alguien se queje o que les pida que amplíen sus miras.
Los desacuerdos y luchas de poder que percibimos en los telediarios, o cualquier otro medio de comunicación, tienen su representación también en nuestra forma de llevar la solicitud de reconocimiento de estas enfermedades. A
veces las diferencias se provocan desde una violencia más o menos
sutil. Creando situaciones dentro del colectivo en el que parecen
existir víctimas y agresores, estos esquemas provocan
bloqueos en la obtención de los objetivos y verdaderas heridas en el
alma personal y asociativo de todas las partes implicadas, heridas que
requieren tiempo, un tiempo que nos hace perdernos de lo que realmente
es el objetivo común.
Podemos atrevernos a recordar que toda asociación está formada por todos sus miembros y que es la suma de los mismos,
pero como colectivo también existen los que trabajan desde fuera del
mundo de las asociaciones, su independencia no puede ser maltratada ya
que en todos los casos hay aportaciones que no se están tomando en
consideración, dar un espacio a estas aportaciones es función de todos para avanzar, es importante la actitud y el vocabulario en las respuestas a los interrogantes que se plantean.
Tenemos que crear un equilibrio entre participación y los resultados, que evidentemente no están siendo saludables. Generamos una verdadera guerra fría entre los distintos interesados. Esto merma la energía que no tenemos y de la quien la tiene y hacen lo indecible por ayudar, resta eficacia a todo lo que se intente sacar adelante, hasta que estalle de la manera más insospechada.
Es urgente si queremos que el Estado haga su función responsablemente y no vuelva a suceder lo que ha pasado en Cataluña con la ILP firmada unánimemente por todos los grupos parlamentarios y que aún no se a llevado a la práctica dese el 2008, crear un clima donde exista la confianza y una comunicación empática y honesta.
Comprendo
que tiene que ser difícil renunciar a los privilegios adquiridos cuando
los vemos como algo natural, en la medida que ostentamos poder. Es
bastante probable que nuestra primera reacción ante la aparición de una nueva diferencia sea rechazarla, suprimirla. Eso evidencia el conflicto como necesario para abrir los ojos a la realidad.
Sin que aparezca la tensión es difícil captar las señales que nos dicen
que estamos marginando, que estamos abusando de nuestro poder o
defendiendo privilegios.
Por todo esto me pregunto:
¿en función de qué se cran las asociaciones, con qué
procedimiento se toman las decisiones, con qué propósito se admite la
entrada de nuevos miembros, cómo se trabaja la comunicación, cómo se
trabajan la gestión emocional las personas que se hacen responsables de
estas organizaciones, cómo se las arreglan para no favorecer la
colaboración entre los miembros, qué les impulsa a la marginación por
actitudes competitivas?
Estos métodos, que no son visibles (para todos), afectan tanto al bienestar de las personas como a la realización de los objetivos colectivos, dificultando que las personas pertenecientes o no a una asociación puedan acceder al conocimiento de la situación
en todos los niveles, legal, médica, investigación, control ambiental, …
por lo tanto tener información que le permita decidir y no depender;
que la persona individualmente pueda decidir en la realización de su
visión de lo que nos es común, con corazones que apoyan la vida y pueda tomar las mejores decisiones según su momento y posibilidades.
Las asociaciones tendían que estar para aportar, para construir soluciones reales, formas de funcionamiento grupal válidas para todos. Solo la participación, admitir que se pueden sumar esfuerzos hará posible un cambio que dará la fuerza para que se pongan los medios en los que poder vivir.
Pilar Remiro
Miguel Jara