Mujeres, volver a nacer.
Volver a nacer. Creo que cada cierto tiempo y marcado por algunos eventos que varían entre unas y otras, las mujeres necesitamos reinventarnos para poder seguir caminando con la cabeza en alto y el corazón palpitante.
Para sentirnos una vez más potrancas altivas, corriendo por algún prado verde sin rienda ni montura que nos frene el paso y así respirar esa sensación de libertad y poderío absoluto que nos ayuda a seguir batallando, de otra manera, cuesta caminar, solemos cargar las culpas del universo en nuestra espalda.
En eso estoy, reinventándome, desde hace una semana que trabajo arduamente en ello, reparo piezas que estaban rotas, saco telarañas de algunos rincones con poco uso, maquillo los deslindes de mi historia que están pálidos de estímulos, y saco de un baúl viejo, uno que guardo desde mi juventud las ganas, ganas de crear trabajos imposibles como pintar cuadros que reflejen esas ideas que caminan por mi mente cuando vuelo por universos de la mano de Dios, o uno con menos pretensiones pero llenos de color donde tal vez sólo yo pueda distinguir a un Kandinsky pintando a través de mis dedos, o incluso con ganas menos pretenciosas, de esas ganas simples, como tomar mi bicicleta y pedalear hasta la cima del cerro más próximo donde sin ayuda de nadie pueda instalar banderas de propiedad y quedarme ahí por un tiempo sin minutero. Me estoy reconstruyendo para seguir en las batallas que me impongo, como ser feliz con la simpleza de los días, amar y sufrir por lo que nadie se detiene a mirar yo veo aún en la ceguera de la noche. Me armo para nuevas batallas, tal vez guerras que han de venir con mi propia existencia, con las del mundo, con la de mi femineidad toda. Batallas imposibles con mi cordura. Estoy casi lista. Casi lista para empezar
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