Ahora que eres guardián del faro, escucha la metáfora del faro: El faro está afianzado en la roca, no importa dónde se lo construya. A veces el faro es reconstruido, en otras zonas mientras cambian el clima y las condiciones. El mismo faro, el mismo guardián del faro, siempre afianzados en la roca. El faro está ahí para hacer una cosa: hacer brillar la luz. El propósito de la luz a menudo es cambiado. A veces es un aviso, a veces está allí, para atraer la atención y a veces está ahí para guiar. Cualquiera sea el propósito, siempre está anclado en la roca. Tú sabes algo que los otros no saben. Sabes dónde están las rocas, dónde está el problema, y estás allí para guiar a los otros, respecto de estas cosas. ¡Cuando la luz, es capaz de ayudar a conducir a los barcos a salvo a la bahía, en el faro se regocijan! Cuando esto sucede, sin embargo, el guardián del faro no se va al barco y hace una fiesta con el capitán. En vez de eso, el guardián se regocija silenciosamente y continúa haciendo brillar la luz. Los capitanes que llegan al puerto, a salvo, gracias a la luz del faro, nunca conocen al guardián del faro. ¡El guardián del faro, no publica una declaración, para decirles a otros que salvó un barco! Se queda en silencio y continúa, generalmente a solas, enclavado en la roca. Algunas personas pasan por la vida de los demás, intentando ayudar, guiar, tender la mano; pero todo se derrumba cuando dejan el faro y suben al barco para festejar... Otras en cambio ayudan en silencio, tocan e iluminan las vidas de muchos a su paso, no buscan ningún reconocimiento, dan porque sienten algo maravilloso al hacerlo y sienten paz, cuando han logrado salvar o hacer sentir mejor al otro... Esas personas son verdaderos faros, no necesitan figurar, no necesitan ser aplaudidos, no necesitan que los adulen, ni que los hagan sentir importantes... No, siguen firmes en la roca y saben que su luz siempre será de ayuda para quien la necesite... Pensemos... ¿Cómo queremos ser?