Luna es una de las milenarias secuoyas del bosque de la ciudad de Stanford en California. A finales de 1997 laPacific Lumber Company irrumpió
en la arboleda de 60 mil hectáreas para iniciar la deforestación de uno
de los ecosistemas más importantes de la zona. Pero en su camino se
topó con una tozuda mariposa.
Julia Butterfly Hill nació
el 18 de febrero de 1974 en Arkansas. De familia muy humilde estudió en
su casa hasta los 12 años. Su padre era un predicador itinerante y su
casa una caravana que compartía con sus tres hermanos. La vida nómada y
ambulante y la influencia paterna la educaron en la escasez y el
pragmatismo.
Cuenta
en su biografía que cuando era ya una adolescente, en una de las
asiduas caminatas por la naturaleza con su familia, una mariposa
aterrizó en su hombro y permaneció con ella durante todo el
trayecto…metáfora de la aventura de su vida sirvió también para
acompañar su nombre para el resto de sus días….
Localización de Luna en el bosque de Stanford. Fuente
.
Pero fue con 22 años y una experiencia traumática a modo de grave accidente de tráfico lo que convirtió a Julia en
la activista verde que conmocionó a un país entero. El percance dejó
graves secuelas cerebrales que requirieron un lento proceso y terapia
intensiva. La proporción y el valor del tiempo cambiaron para siempre
en Julia que dedicaba sus largas horas de rehabilitación a la
contemplación subversiva de los fastuosos bosques Californianos. La
crisálida dejó paso entonces a la mariposa.
“Me
adentré en el bosque y por primera vez experimenté lo que significa de
verdad estar vivo. Entendí que yo formaba parte de aquello. Poco después
supe que la Pacific Lumber Maxxam Corporation estaba talando esos bosques y mi confusión fue total. Contacté con la asociación Earth First, que hacía sentadas en los árboles para impedir su tala. Así conocí a “Luna”…”
.
Julia subida en uno de los brazos de Luna. Fuente
.
La vida en el árbol fue muy dura y cambió por completo a Julia.
La idea era estar dos semanas hasta el relevo de un compañero. Pero
éste nunca se produjo. Un pequeño equipo le suministraba con cuerdas y
poleas los víveres necesarios para la travesía, incluyendo unos pequeños
paneles solares para cargar el móvil con el que organizaba las
entrevistas, captar adeptos para la causa o incluso hablar en directo
con el senado norteamericano. Su pequeño hogar, a 50 metros de altura,
consistía en una plataforma de 3 metros cuadrados cubierta por una lona
impermeable, un pequeño hornillo, un cubo con una bolsa hermética para
hacer sus necesidades y una esponja con la que recogía el agua de lluvia
o nieve para lavarse.
-“[…] Sí, la Pacific Lumber comenzó
entonces a talar árboles a mi alrededor. Aparecieron helicópteros que
me echaban chorros de agua. Quemaron los bosques durante seis días, el
humo destrozó mis ojos y mi garganta, y me llené de ampollas. Luego
montaron guardias día y noche para que no me pudieran suministrar
comida. Acabe amargada, chillando, dando golpes, al borde de la locura.
[…] Para consolarme pensaba en las familias de Stanford que a causa de
la tala del bosque se inundaron y se quedaron sin casa… “ Julia Butterfly Hill .
Pero
lo peor estaba por llegar. En el invierno de 1998 una impresionante
tormenta de más de dos semanas estuvo a punto de separar a Julia de Luna. Vientos racheados acabaron con la lona y empujaron a Julia hacia el vacío. Abrazada a la secuoya y próxima a la rendición, escuchó “la voz de la luna” recordándole que “sólo las ramas que son rígidas se rompen”. Abandonó
entonces el apoyo estable para agarrar la inmadurez y flexibilidad de
las verdes ramas más jóvenes que fueron las que, a la postre,
resistieron el envite y con ello salvaron la vida de Julia.
Salvar esa tormenta supuso un cambio de actitud. Julia se
deshizo del arnés y de los zapatos y se fundió con su entorno
alcanzando su apogeo espiritual. No iba a volver a vivir con miedo. Una
importante dolencia de origen vírico en los riñones la encaró de manera
simbiótica, medicándose con extractos de plantas cercanas suministradas
por su equipo. Conocía cada insecto, cada rincón de Luna y esto
le permitió encarar con certeza y ventaja psicológica la negociación
con los deforestadotes que dejaron por entonces de llamarla
“eco-terrorista”.
El tiempo fortaleció la imagen activista de Julia y
poco a poco fue ganándose el respeto y los apoyos de muchas
organizaciones ecologistas y de los medios. El desfile de famosos que
subieron al árbol a visitarla (Bonnie Raitt, Joan Báez o Woody
Harrelson) fue tan grande como el impacto mediático del desafío.
El 18 de diciembre de 1999 Julia descendió de Luna con las manos verdes del musgo y los pies encallecidos, en medio de una gran ceremonia y entregando esta carta. Culminó con éxito las negociaciones con la maderera quién se comprometió no sólo a respetar a Luna y
todos los árboles cercanos en un radio de 60 metros, sino a incluir una
política medioambiental en todos sus futuros trabajos.
Hoy en día Julia sigue al frente de un importante grupo ecologista y activista. Ayudó a crear la ONG “Circle of Life”, participando regularmente en muchos de los “Tree-Sit” fecundados con su hazaña y desperdigados por todos los rincones del planeta verde. Contó su experiencia en la copa de Luna en el Libro “El legado de Luna” impreso en papel reciclado y bajo el sello de tolerancia ecológica “SmartWood Certified“.
“…Permaneciendo
en la unidad, la solidaridad y el amor, sanaremos las heridas en la
tierra y en cada uno de nosotros. Podemos marcar la diferencia positiva a
través de nuestras acciones…” Julia Butterfly Hill “El legado de Luna”
.
Secuencia del descenso de Julia el 18 de diciembre de 1999.
En noviembre de 2001 un desaprensivo buscador de reliquias (un infructuoso Mark Chapman de Luna) intentó
cercenar a Luna y asestó un tajo con motosierra de 35 centímetros de
profundidad en su cepa. Desde entonces unas gigantescas grapas
consolidan el árbol
La exitosa empresa de Julia ha
ayudado a prestigiar a toda una generación olvidada para el activismo
verde tan de moda en los 60’s. La fortaleza física y mental que puede
proporcionar el reto de conseguir los propios ideales debe ser
ejemplarizante y suficiente para desenmascarar otras actitudes de
pancarta y cacerola tan incoherentes como egoístamente confortables.