¿Quién soy yo?
Esa es una buena pregunta que la mayoría de veces no sabemos contestar porque desconocemos nuestro propio ser.
Hay personas que costantemente buscan la aprobación de otros para tener un punto de referencia o de seguridad. Como esa amiga que va de compras acompañada y contínuamente pregunta: ¿Cuál de las dos prendas te gusta más? Y al final el armario de la persona que va a comprar se parece menos a los gustos reales de ella que a los de la acompañante.
Por otro lado, definir los defectos y las virtudes de los demás es una tarea que a muchas personas les parece menos compleja que definirlos para ellas mismas. Así, cuando les preguntan ¿Cómo es ella o él? Empiezan a hablar con fluidez y seguridad, poniendo ejemplos reales que acompañan a cada adjetivo que proyectan. En cambio, cuando les pides a estas personas que se definan ellas mismas sufren un paradójico y extraño mutismo.
La primera causa de esto es que las personas estamos mucho más acostumbradas a usar los valores de juicio estable con las demás que con nosotros mismos. En segundo lugar, al convivir todo el día con nosotros tenemos ejemplos de acciones que pueden ser contradictorias, somos más conscientes de nuestra evolución y no nos gusta encasillarnos en un adjetivo. Entendemos que somos mucho más complejos que cualquier palabra o grupo de palabras.
Tomarse un tiempo para reflexionar
De vez en cuando es positivo que te guardes un tiempo para tener una cita contigo mismo, de manera que lo utilices para reflexionar sobre quién has sido, quién eres y en quién te estás trasformando. Esto te ayudará a conocerte, a descubrir tu propia verdad. A encontrar las respuestas dentro de ti. Respuestas que en algún momento esperabas que te diesen otras personas.
Empieza a hacer eso que te causa satisfacción, como puede ser: leer, caminar o ir a la playa. Acciones para las que la soledad no sólo no es un impidimento, sino que puede ser una ventaja.
¡Puedes pedir opinión o asesoramiento! Pero tú tienes la capacidad de elegir lo que es mejor para ti cuando te conoces.
Una vez sabes quién eres, es más fácil definir qué quieres, y aumentarás las probabilidades de que tus decisiones sean más acertadas.
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