A continuación publicamos una de las consultas dirigidas a Sergio Sinay en su columna semanal "Diálogos del Alma" del Diario La Nación:
Señor
sinay: siempre me pregunté por qué elegí la carrera de Contadora
Pública y no encontraba respuesta que me diera paz. Hoy, volviendo de
Sierra de la Ventana, un hermoso lugar que inició mi despertar después
de la pérdida de mi único hermano hace ya 13 años, sentí algo distinto.
Siempre creí que cuando describimos o contamos algo utilizamos palabras
relacionadas con nuestro trabajo (por ejemplo, en mi caso, costo,
beneficio o amortizo) y me encontré con que quizá la carrera elegida es
la que mejor justificaba mi lugar en el mundo de acuerdo con mi ego, y
de ahí mis malestares.
Adriana Martinez
¿Qué
trabajo estamos destinados a hacer en la vida? ¿En qué tarea nuestra
alma se alimentará y expresará, en cuál aportaremos al todo del que
somos parte? ¿Cuál labor nos dará paz e integridad, más allá de los
esfuerzos que requiera? ¿En qué ocupación nos alumbrará el sentido?
Estos interrogantes no se refieren a factores como el éxito social, la
fecundidad económica o el prestigio que nos concede la mirada ajena. Si
evadimos aquellas preguntas, estos factores pueden convertirse en
pesadas cargas y enfrentarnos a dudas crueles: ¿Qué hago aquí? ¿Para qué
sigo en esto si no me realizo? ¿Cómo me juzgarán si renuncio al éxito,
al prestigio, al bienestar material?
"Hay muchas personas que hoy
sufren porque su trabajo carece de alma", afirma el ex sacerdote,
músico y psicoterapeuta Thomas Moore en "Un trabajo con alma". Sufrimos,
creo, cuando nos convertimos en aquello que hacemos, cuando amoldamos
nuestras capacidades, recursos, inclinaciones, aspiraciones y
potencialidades a la forma rígida de una profesión o un oficio. Solemos
hacer eso para satisfacer expectativas ajenas, recibir reconocimiento,
encontrar seguridad material, ocultar vulnerabilidades no admitidas,
etcétera. Así, somos lo que hacemos, y nuestra identidad, el ego del que
habla nuestra amiga Adriana, es nuestro trabajo. Ego es la identidad
"oficial" de cada quien, aquella que, compuesta con retazos de nuestro
ser total y nuclear (y a costa de otros aspectos que quedan relegados,
olvidados o negados), nos permite encontrar "un lugar en el mundo".
Lugar que nos será reconocido a condición de que nos ajustemos a un rol.
Puede haber suculentas recompensas, pero el alma no estará cómoda allí y
lo hará saber mediante insatisfacción, ansiedad, angustia,
irritabilidad o síntomas físicos.
Distinto es cuando hacemos lo
que somos. Cuando buscamos la tarea, profesión o quehacer que amplifica,
expresa y da forma y sentido a toda aquella materia prima espiritual,
emocional, creativa y fecunda que nos hace únicos y representa nuestra
verdadera e intransferible identidad. Entonces encontramos más que "un"
lugar en el mundo, encontramos nuestra razón de ser en el universo. Esto
ocurre, dice Moore, cuando seguimos nuestro daimon. Este es, según los
antiguos griegos, padres de nuestra cultura, un poderoso impulso que
empuja a las personas en una dirección, aún a riesgo de confusión o
temor. Quien toma a su daimon en serio -afirma Moore- debe atender a
esas preguntas y voces interiores que le advierten sobre la
inconveniencia de una tarea, la necesidad de un cambio, la
insatisfacción en un cargo. Voces que llevan a correr un riesgo. Y nos
preguntan qué nos hace sentir vivos, qué nos motiva, qué necesitamos
para encontrar sentido en lo que hacemos. Preguntas como: "¿Lo que hago
es de verdad lo que quiero hacer? ¿El que lo hace soy yo o es el que
otros esperan que yo sea?"
Si soy lo que hago, cualquier riesgo
que amenace a mi trabajo o profesión pondrá en duda mi identidad. El día
que (por despido, enfermedad, descalabro económico o cualquier
imponderable) no pueda hacer eso que me identifica, no existiré. Pero
si, en cambio, hago lo que soy, mi ser puede reflejarse de un modo único
en más de una tarea, oficio o profesión. Estos serán sólo medios y no
fines. Tendré un trabajo para la vida y no una vida atada a un trabajo.
Haga lo que hiciere será una labor inspirada, un trabajo con alma que,
así sea por una sola acción realizada, dará sentido a mi vida. Trabajo
con alma es el que nos permite expresar nuestros valores en un contexto
ético, el que nutre al contexto en que vivimos, empezando por el entorno
más cercano y tangible, y es el que expresa aquello que nos hace
únicos, aunque muchos hagan la misma tarea. La labor que estamos
destinados a hacer en este mundo puede tardar una vida en revelarse,
dice Moore, y mientras buscamos, quizá desempeñemos más de un oficio o
profesión. Lo importante es saber en cada momento si soy lo que hago o hago lo que soy.
Sergio Sinay, La Nación
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Mi
opinión es que en la mayoría de los casos, trabajamos en lo que
podemos, porque es muy difícil encontrar un buen trabajo. Pero según mi
experiencia, si le pongo toda mi alma, lo realizo con alegría, lo hago
de corazón, siendo yo misma, me sentiré al final satisfecha y
realizada.