Si un niño vive en la crítica, aprende a condenar.
Si es tratado con hostilidad, aprende a ser agresivo.
Si vive con miedo, aprende a ser temeroso.
Si es avergonzado, aprende a sentirse culpable.
Pero si un niño es estimulado, aprende a tener confianza.
Si es tratado con tolerancia, aprende a ser comprensivo.
Si es apreciado, aprende a valorar a los demás.
Si vive con aprobación, aprende a quererse.
Si vive compartiendo, aprende a ser generoso.
Si es tratado con honestidad, aprende a ser sincero.
Si es tratado con consideración, aprende a ser respetuoso.
Y si vive sus años más tempranos rodeado de amor honrado,
aprenderá que el mundo es un maravilloso lugar donde vivir.
Dorothy Law Nolte
Pero como con cualquier otro rasgo que quisiéramos desarrollar en los
niños, realmente lo mejor que podemos hacer es servirles de modelo, de
ejemplo vivo en el que puedan ver “en funcionamiento” los valores que
queremos transmitirles. Y en el caso concreto de la autoestima lo mejor
es que los niños puedan ver que sus padres se aceptan y se aman a sí
mismos de manera incondicional.
La información que los padres puedan brindar, aunque sea correcta y oportuna, nunca es tan eficaz como el ejemplo personal.
“El
comportamiento de los niños es un reflejo del de los adultos. Examina
qué te impide amarte y disponte a liberarte de ello. Serás un
maravilloso ejemplo para tus hijos.”
Louise L. Hay