Estamos hechos de túneles dimensionales, atajos cósmicos que conectan puntos distantes del universo
El entrelazamiento cuántico parece ser una propiedad
fundamental de la materia, más aún que la misma gravedad; en la
interacción de partículas subatómicas parecen generarse agujeros de
gusano, una especie de atajos cósmicos.
La realidad cotidiana, macroscópica, que
experimentamos, suele parecernos bastante sólida, consistente y hasta
predecible. Pero al interior de la materia, fluctuando en el vacío que
integra la mayor parte del espacio, hay un mundo sumamente extraño y
excitante, repleto de una serie de propiedades que parecen mágicas o
parte de una fantástica narración de ciencia ficción. Einstein, por
ejemplo, llamó a la propiedad conocida como entrelazamiento cuántico
“fantasmagórica acción a distancia” (spooky action at a distance).
Aunque con esto evocara un fenómeno paranormal, el
entrelazamiento es “real” (espectralmente real) y ha sido observado
numerosas veces en el laboratorio (aunque aparentemente contradice
algunos de los principios de la teoría de la relatividad, como el límite
de la velocidad de la luz, lo que podría explicar la reacción
peyorativa de Einstein).
El entrelazamiento cuántico, descrito
por el científico Henry Stapp en los términos de “luz gemela”, o una
“disposición correlacionada a responder”, involucra a partículas
subatómicas, las cuales ocupan estados múltiples al mismo tiempo
(superposición cuántica). Las partículas entrelazadas (cualquiera que
haya interactuado con otra) existen en un estado indefinido hasta que
son medidas; y en el momento en el que una es medida, la otra de ellas
responde inmediatamente tomando un estado correspondiente. Esto ocurre
incluso si residen en lugares opuestos del universo. Lo cual genera un
dolor de cabeza para la física clásica, que intenta explicar cómo es que
se comunican instantáneamente, en apariencia a una velocidad
superlumínica, a enormes distancias. Algunas de las explicaciones más
populares recurren a la no-localidad, un concepto un tanto difícil de
asimilar, por momentos casi acausal. En palabras de Nick Herbert:
Las interacciones
no-locales, de existir, serían una especie de vudú de la física en el
que una partícula influye en la otra, no a través de una fuerza de campo
convencional, sino simplemente porque se han tocado alguna vez en el
pasado distante.
Una nueva teoría podría explicar esta
gran laguna en la física, además de conciliar la teoría de la gravedad
con la mecánica cuántica (básicamente el santo grial de la física
moderna). La investigación realizada por John Sonner, de MIT, sugiere
que es posible que el fenómeno de entrelazamiento cuántico produzca
agujeros de gusano o “túneles de gravedad” por los cuales estas
partículas podrían conectarse instantáneamente sin violar el límite de
la velocidad de la luz, tomando una especie de atajo cósmico o un túnel
5D. Sooner ha decubierto que, al crear dos quarks entrelazados
(partículas constituyentes de la materia), simultáneamente se crea un
agujero de gusano (dos agujeros negros entrelazados) que conecta a este
par de quarks. Esto significaría, a su vez, que la gravedad no es una
propiedad fundamental del universo, sino que surge a partir del
entrelazamiento cuántico, esta sí parte de la “esencia” del universo.
Antes que Sonner, Juan Maldacena y
Leonard Susskind, dos de los físicos teóricos más reconocidos en la
actualidad, habían propuesto una solución basada en dos agujeros negros
entrelazados, los cuales al separarse generaban un agujero de gusano –un
túnel a través de la geometría del espacio-tiempo, el cual se podría
mantener unido por la gravedad.
Sonner ideó un experimento, en el cual
primero generó un par de quarks usando el efecto Swhinger, que permite
crear partículas del vacío (que en realidad es una especie de sopa de
partículas transitorias o partículas virtuales). Luego mapeó los quarks
entrelazados en un espacio en 4 dimensiones, una representación del
espacio-tiempo como lo conocemos. En contraste, la gravedad existiría en
una quinta dimensión, desde la que actúa, dando su curvatura al
espacio-tiempo, según las leyes de Einstein. Para observar la geometría
emergente en la 5°a dimensión, Sonner empleó lo que se conoce como
dualidad holográfica: una forma de derivar o de observar una dimensión
más alta en la siguiente dimensión más baja, de la misma forma que un
holograma contiene información de un objeto tridimensional en un objeto
bidimensional. Usando este principio, Sonner determinó que al crear un
par de quarks se sigue inmediatamente la formación de un agujero de
gusano que los conecta. Esto parece suponer que la geometría del
espacio-tiempo, la curvatura predicha por Einstein, es un resultado del
entrelazamiento de partículas.
Tal vez no nos emocione demasiado este
aparente descubrimiento (quizás sea demasiado abstracto para nuestra
cotidianidad), pero es sumamente significativo (sin olvidar que es
solamente un modelo del universo y no una realidad definitiva, como todo
en la física). La teoría de Sonner implica que todo el universo está
tejido de agujeros de gusanos, túneles entre dimensiones, como una
infinita madriguera de conejo, que es una compleja red de fuerzas que
sostienen esos mismos agujeros, ese sistema cósmico de intercomunicación
y transporte. Nosotros y toda la materia está compuesta, entonces, de
partículas que viajan entre dimensiones, por atajos cósmicos,
posiblemente hasta lugares distantes unidos de manera insondable.
¿Podríamos estar hechos de microcomponentes que están aquí a la vez que
están en Cassiopea o en el Sol? Hombres y cosas hechos de túneles
dimensionales en el vacío de nuestro cuerpo, ya no sólo polvo de
estrellas.
Trasladar los fenómenos cuánticos a la
realidad microscópica suele llenarse de problemas. Nunca, por ejemplo,
vemos que una pelota de tenis atraviese una pared, sin embargo,
teóricamente esto es posible y debería de ocurrir en alguna ocasión. Uno
puede teñir la física cuántica de especulación metafísica o poética
(algo que confieso es una debilidad de mi parte), pero la realidad es
que todas estas teorías por el momento pertenecen más a una forma de ver
el mundo, a un acercamiento conceptual, que a lo que realmente es
el mundo. Lo interesante podría ser que una vez que estos modelos
predominen en nuestra cultura, entonces quizás experimentar estos
fenómenos podrá ser algo más fácil de hacer. Decía Jung que lo posible
para una época “está derivado de las asunciones racionalistas de esa
época”. Si la ciencia empieza a edificar un modelo de la realidad en el
cual se considera racional poder viajar a través de agujeros de gusanos,
quizás no estemos lejos de hacerlo posible.
Alejandro de Pourtales