El año ha muerto, fue enterrado anoche, y el olvido devora ya sus restos. Nos dio rayos de sol, nos trajo nubes, nos hizo escuchar risas y lamentos. Yo le he visto marcharse, y no he llorado; y me he encontrado con el Año Nuevo, este año joven, luminoso, optimista, bullanguero, que en su primer abrazo me ha dejado la amargura y el frio de un mal sueño. Ahuyentando a la gente, camina por las calles el invierno; yo estoy en casa, hay musica a mi lado, pero resbala sobre mi el silencio.
Al fin sonaron doce en la campana, y abrirse entre los dos años el puente; mira a ambos lados: Nada diferente, ver ayer es ver hoy y es ver mañana.
Nada cambia en la vida cotidiana, agua que arrastra el rio en su corriente, ya con murmullo claro y sonriente, o con las lagrimas que el duelo hilvana.
Y asi vamos al mar, con paso lento, retardando en meandros el momento de nuestra propia desembocadura.
O quiza en rapidez de torrentera, indiferentes a cada ribera que al pasar nos ofrece su hermosura.