Cómo enrojecen las rosas
Una señora y un señor vivían en casas vecinas, y ambos tenían el mismo hobbie o entretenimiento; cultivaban en su jardín flores y verduras.
Cierto día la señora le dice a su vecino:
- Las rosas que usted tiene me provocan sana envidia. ¡Cuán rojos son sus pétalos! Las mías, en cambio, son pálidas y opacas. ¿Cómo hace usted para conseguir que sus rosas sean tan rojas?
Contesta el señor:
- Entre jardineros no puede haber secretos. Le diré el mío, por mas que me apene la revelación: Para que mis rosas sean rojas me exhibo ante ellas. Quiero decir, que me pongo una gabardina, y sin llevar nada de ropa abajo me coloco frente a los rosales y de repente abro la gabardina. Al ver aquello las rosas se ruborizan con intensidad. Eso explica el rojo subido de sus pétalos.
La señora le dijo:
- El método me parece heterodoxo, poco apegado a las reglas de la jardinería, pero le aseguro que recurriré al mismo expediente.
Unas semanas después el vecino le Pregunta si ya había aplicado el método.
-Si, -responde la señora-, me exhibí igual que usted.
Luego, pregunta el hombre con curiosidad:
-Y ¿ya son más rojas sus rosas?
Ella contesta:
-¡Las rosas siguen igual, pero si viera el tamaño que han alcanzado mis pepinos!
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