EL MERCADER
Figúrate tú, madre, que yo me voy a viajar por países desonocidos y que tú tienes que quedarte en casa. Imagina que ya mi arco, cargado, me aguarda en el muelle. Ahora píénsalo tú bien, madre: ¿Qué quieres que te traiga cuando vuelva?
Di, madre, ¿qué quieres? ¿Montones y montones de oro? Allí, a donde yo voy, unos ríos dorados corren entre campos que están repletos de una mies de oro; y, en el camino umbrío de la selva, las amarillas flores de la champaa se derraman por la tierra. En centenares de cestos, las recogeré todas para tí.
¿Quieres, madre, perlas tan grandes como las gotas de la lluvia de otoño? Yo he de ir hasta la playa de la isla de las perlas. Allí, en la tierna luz del alba, tiemblan las perlas en las flores de la pradera, caen perlas sobre la yerba y las olas locas de la mar las riegan por la arena, con la espuma.
A mí hermano le traeré dos alados corceles para que vuele por la nubes. A mi pade, una pluma mágica, que escriba sola sin que él lo sepa. Para tí, madre, conquistaré el tesoro y el arca que costaron los reinos a siete reyes.
Rabindranath Tagore.