¡Princesa Azteca Transparente!
Engarzados en los hilos del destino, se vistieron tus azares de impotencias, en el clausto del amor impío, o en la búsqueda perfecta del amor, su ciencia.
No fuiste la gloria eterna de tu pueblo indio herido, ni la esencia de tu tierra prometida, sino virgen, clara y pura, en los dinteles del amor perdido, en la fuente de la luz, de tu guerrera alma encendida.
No se yergue magestuosa, tu sonrisa fresca en huerto, por el frío sepulcro de tu voz que se ha apagado, para siempre de los labios de tu rostro porque has muerto, en la sangre de tu raza en que has morado.
Vuela princesa, vuela... que tu tiempo ha terminado, en las tierras del Anáhuac, de olmecas y los mayas, hoy el cielo te reclama, la presencia en el sagrado, limbo de los dioses indios, te reclaman que te vayas.
Seguirá la estela de tu canto, tus huellas por esta vida, en los hijos de tus hijos, de generación en generación, en las plumas del cenzontle, que te arrulla en tu agonía, en los troncos de tus bosques, testigos mudos de adoración.
No fuiste una pequeña vela encendida en oraciones, sino una antorcha gloriosa, que alumbró tu corazón, ahora te vas, pero te quedas, a ser lámpara de tantos corazones, pues la carne de tu alma y tu ser mancillado, guerrera y amazona pretendida, es el fruto de holocaustos, en el febril sudario de tu lumisial sagrado.
En la gloria del recuerdo, de tu ser nada es en vano, ni tu vida, ni tu muerte, ni tu álito extinguido, porque tu linaje mestizo, se queda en la mano, del destino de tu suelo, y tu México querido.
Adiós princesa azteca, de cabellos largos perfumados sangre de trueno, de tu tierra tan bravía, adiós niña transparente, de magnolios exhumados, para seguirte a tu morada, a ese mundo que extasía, el de tus sueños eternos, que te fueron tan amados.
Pero no será la muerte, el polvo de los vencidos, renacerás princesa, en la carne vegetal de tus ancestros, en la continuidad de tus risas, en las fuentes cantarinas, en las esporas del viento, en las frescas margaritas silvestres, en las gotas de rocío de tus laureles florecidos, en el canto del coliflor haciendo gestos, para no llorar cuando te prestes, a decir adiós, a tu Aurora de Luz Inmortal de eternas clavellinas, a las pirámides y templos que dejaste encendidos, con la sacra luz de tu corazón azteca.
Doral. (Todos los Derechos Reservados) Asociación de Autores y Compositores Sinaloenses, A.C.
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