ESTOY TRISTE, Y MIS OJOS
NO LLORAN
Estoy triste, y mis ojos no lloran
y no quiero
los besos de nadie;
mi mirada serena se pierde
en el fondo callado del
parque.
¿Para qué he de soñar en amores
si está oscura y lluviosa la
tarde
y no vienen suspiros ni aromas
en las rondas tranquilas del
aire?
Han sonado las horas dormidas;
está solo el inmenso
paisaje;
ya se han ido los lentos rebaños;
flota el humo en los pobres
hogares.
Al cerrar mi ventana a la sombra,
una estrena brilló en los
cristales;
estoy triste, mis ojos no lloran,
¡ya no quiero los besos de
nadie!
Soñaré con mi infancia: es la hora
de los niños dormidos; mi
madre
me mecía en su tibio regazo,
al amor de sus ojos radiantes;
y
al vibrar la amorosa campana
de la ermita perdida en el valle,
se
entreabrían mis ojos rendidos
al misterio sin luz de la tarde...
Es la
esquila; ha sonado. La esquila
ha sonado en la paz de los aires;
sus
cadencias dan llanto a estos ojos
que no quieren los besos de
nadie.
¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya hay fragancias y
cantos; si alguien
ha soñado en mis besos, que venga
de su plácido ensueño
a besarme.
Y mis lágrimas corren... No vienen...
¿Quién irá por el
triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio
la campana que tocan los
ángeles.