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Ecologia: Quemar el planeta para enfriarlo
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De: Marti2 (Mensaje original) |
Enviado: 20/04/2014 07:34 |
La Agencia Internacional de la Energía (AIE)
Llama a quemar el planeta para enfriarlo
La idea de la Geo-ingeniería es como buscar la manera de controlar el humo, evitar el excesivo calor y dejar que la casa siga ardiendo. Shahid Zia. Gaia Amazonas
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) en el mes de junio
de este año, dio a conocer un informe especial que viene acompañado de
un pintoresco nombre: “Redibujando el Mapa de la Energía-Clima”
(“Redrawing Energy Climate Map”). El informe hace un llamado a los gobiernos para que actúen urgentemente si se quiere mantener vivo el objetivo de los 2oC
y sentencia que el 2020 será demasiado tarde si no se ponen en marcha
una serie de medidas que la AIE denomina: plan de 4-para-2oC.
Este llamado ha despertado cierto grado de interés en
diversos sectores, que en cierta forma se puede entender, debido a que
la AIE acude a instrumentos tecnológicos como la eficiencia tecnológica y
la BECCS (Bio-energía con Captura y Almacenamiento de Dióxido de
Carbono), para mantener viva supuestamente la meta de los 2oC.
Esto nos fuerza a realizar una valoración crítica de los planteamientos
presentados en este informe, para evitar que el frenesí de la
tecnología enverdecida nos enceguezca y no nos permita ver cómo la economía verde
proyecta colársenos por todos los resquicios posibles. Por ello,
debemos estar atentos para evitar que la AIE con sus planes logre el efecto de fertilizar nuestras mentes a base de ingentes emisiones de CO2.
Existen diferentes prototipos de entusiastas tecno-energéticos que
abrazan la creencia de que para salir de la actual crisis energética, se
debe estimular el desarrollo de procesos y sistemas tecnológicos
orientados a producir energía verde y limpia de forma generalizada y extensiva, de tal manera que puedan sustituir a los hidrocarburos como fuente de energía primaria.
A estos entusiastas se les puede agrupar en tres grandes tendencias: 1) los impulsores de la economía verde
que se identifican plenamente con las líneas trazadas por la AIE, cuyo
eje central es el camino expedito para las ganancias económicas a la
sombra de la “eficiencia tecnológica” sustentable y del capitalismo enverdecido. Igualmente encontramos en este grupo a los negacionistas del
cambio climático y del cenit del petróleo. 2) los tecno/ciencia
optimistas, aferrados a que la tecnología y la ciencia nos van salvar
del colapso medioambiental y energético. Estos esperan la aparición del milagro energético y la herramienta tecnológica, que sean capaces de sustituir los hidrocarburos y de reducir y capturar las emisiones de CO2.
Y, 3) aquellos grupos de expertos, partidos políticos liberales,
conservadores, socialdemócratas, e incluso algún sector de la izquierda,
y gobiernos, que creen en el desarrollo y en el progreso tecnológico
como la salida a las crisis ecológica, social, económica y ética de hoy.
Establecen que se deben poner en marcha programas económicos basados en
energía limpia y sustentable, para recuperarnos de la crisis y
comenzar nuevamente el camino del crecimiento económico. Incluso habrá
los que perciban un futuro redentor de “energía limpia” para la humanidad en la conferencia “Observaciones sobre el Cambio Climático”, de Barack Obama en junio pasado.
A estos entusiastas los identifica el sello común de no hacer
referencia alguna, ni dilucidar qué es y qué intereses de poder
representa la AEI. Igualmente, no comentan, ni hacen claridad sobre las
consecuencias catastróficas para todas las especies y la vida en el
planeta si apostamos por el escenario de las 450 ppm de la AIE, apuntalado con la eficiencia tecnológica y la BECCS.
Esta situación induce a realizar un análisis crítico del informe de
la AIE, partiendo de la certeza incuestionable ─como lo asevera la gran
mayoría de expertos de la comunidad científica─ no es que en el 2020 resulte demasiado tarde para tomar decisiones, es que hoy, ya es tarde para hacerle frente al colapso climático en el que cabalgamos.
En cierto modo es entendible que el llamado de la AIE a los gobiernos a mantener viva la meta de los 2oC, despierte esperanzas, incluso bajo las pautas del escenario de las 450 ppm. Pero a pesar del “llamado urgente”, la AIE no va tan lejos como para atreverse a confesar que el paciente/escenario de los 2oC
está muerto. Para la AIE éste sólo está en cuidados intensivos. Sin
duda, el propósito de la AIE es tratar de reanimar el paciente/escenario
2oC, haciendo creer que aún está con vida. Para ello, cuenta con la medicina apta para el momento: insuflarle al paciente, economía verde. El bálsamo aplicado con eficiencia tecnológica está compuesto de altas dosis de CO2. Si antes éramos adictos al petróleo ahora tenemos que ser adictos al dióxido de carbono.
Antes de abordar el análisis de los pasos que propone el escenario 4 para 2oC
de la AIE, es preciso señalar que la política de la AIE, en cuanto a la
crisis del calentamiento climático global, ha estado centrada en un escenario de 450 parte por millón (ppm) de CO2
en la atmosfera. Este escenario por supuesto, que obedece a los
intereses de una política determinada, e impuesta por parte de los
poderes políticos y económicos que controlan la Agencia.
El escenario de 450 ppm de CO2 de la AIE, está
sustentado bajo el argumento de que esta meta “depende considerablemente
en el uso de la BECCS para alcanzar el objetivo de concentración de CO2 por debajo de 450 ppm”. La Bio-energía con captura y almacenamiento de dióxido de carbono (la BECCS ─por
sus iniciales en inglés─ está compuesta por dos procedimientos: 1.
Bioenergía (BE), y 2. Captura y Almacenamiento de Dióxido de Carbono
(CCS), nota del autor), es una tecnología que busca la mitigación de gases de efecto invernadero y que produce emisiones de CO2 negativo. Esta técnica está enfocada a combinar el uso de biomasa (plantaciones extensivas y quema) con el retiro de CO2 de la atmósfera mediante su captura y almacenamiento.
La BECCS como procedimiento técnico, tiene una serie de problemas, no
fáciles de resolver, como la destrucción de ecosistemas, cambio de uso
de la tierra, altos costos económicos, fórmula energéticamente onerosa,
produce emisiones de CO2; y es además, altamente riesgoso e
inseguro; nada ni nadie garantiza que no se vayan a presentar accidentes
de grandes proporciones durante su traslado y en los emplazamientos
geológicos de almacenamiento, y durante el tiempo de almacenamiento,
estimado en siglos o milenios.
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De: Marti2 |
Enviado: 20/04/2014 07:39 |
El reciente Informe Especial sobre Fuentes de Energías Renovables del IPCC y Mitigación de Cambio Climático, dice con relación al BECCS que las “Tecnologías
para bioenergía en conjunto con CCS… podría incrementar sustancialmente
el rol de la mitigación de gases de invernadero basada en la biomasa si
las tecnologías geológicas de la CCS pueden ser desarrolladas,
demostradas y verificadas para mantener el CO2 almacenado a través del tiempo” (ver pp. 286 del informe en inglés).
Y la AIE a este tenor, sugiere que “la BECCS podría utilizarse en una
amplia gama de aplicaciones, incluyendo centrales eléctricas de biomasa,
plantas de cogeneración (energía térmica y eléctrica, N.A),
flujos de gas de la combustión de pulpa y la industria papelera,
fermentación en los procesos de producción de etanol y la refinación de
biogás de etanol” […] “[las] altas emisiones en el corto plazo, pueden
dentro de los límites, ser compensadas por las emisiones negativas en el
largo plazo. Por supuesto, los proyectos tienen que ser económicamente viables” (las cursivas son del autor).
Los promotores de la BECCS no informan que para capturar CO2,
y para la construcción de todas las infraestructuras seguras de
almacenamiento, transporte, bombeo a grandes profundidades al interior
de la tierra y todo el proceso operativo, requiere de inmensas
cantidades de energía, que a su vez, emiten ingentes volúmenes de CO2.
Emisiones de gases de efecto invernadero que provienen de la quema de
millones de toneladas de biomasa (esto sin contar con la quema de
hidrocarburos que requerirán). La quema de esta biomasa, es la puerta
abierta para la destrucción y contaminación de bosques, sabanas y
selvas, como también de valiosos ecosistemas.
La Bioenergía (BE) acompañada con la captura y almacenamiento de dióxido de carbono
(CCS), es lo que se conoce con el nombre de BECCS. La BE no es otra
cosa que un procedimiento técnico de siembra, de procesamiento y de
quema de biomasa de forma extendida para “sustituir” o “reemplazar”
energéticamente los hidrocarburos. Sin importar que con ello se proceda a
quemar el planeta, en la obtención de menos energía. En cuanto a la
CCS, como procedimiento técnico, es altamente riesgoso. Cada uno de los
mecanismos que encierra la captura, transporte y almacenamiento,
arrastran un sin número de peligros. La seguridad del almacenamiento de
CO2 a largo plazo, bajo la tierra, nadie lo ha podido
garantizar. En cuanto a las fugas tanto a corto como a largo plazo es un
asunto de extrema peligrosidad. Un simple terremoto, puede originar
grandes escapes en las formaciones geológicos de almacenamiento. En caso
de que produjera una exposición de grandes cantidades de CO2
procedente de los almacenamientos geológicos de la CCS, sería un riego
para la vida en el planeta y un acelerador incontrolado del
calentamiento global.
A medida que se acelere en la caída de la oferta de hidrocarburos,
será preciso que la BECCS aumente la tala de millones de hectáreas de
bosques, selvas y praderas, para obtener la biomasa necesaria que
genere, mediante su quema, la energía que llenaría el bache energético
dejado por los hidrocarburos. La relación entre la escasez de
hidrocarburos y la quema de biomasa será una relación energética
inversamente proporcional, con irreparables repercusiones
medioambientales. En la medida en que se acentúe el agotamiento de las
reservas de hidrocarburos, la destrucción del medioambiente y la quema
de biomasa aumentarán de forma acelerada. Puesto que la capacidad
energética por unidad de los combustibles fósiles es superior a la de la
biomasa.
Por lo tanto, el hecho de recurrir como última instancia energética a
la biomasa, para tratar de sostener en pie el complejo industrial,
económico, comercial, militar, impuesto por la economía de mercado, es
de por sí, insensato y contra natura. Pero es aún más irracional, quemar
el planeta, para que continúe funcionando el Business as Usual.
La biomasa como opción energética traerá como consecuencia un ineludible
colapso medioambiental, con repercusiones de carácter global, y a nivel
de todas las esferas de la sociedad humana y de la vida en el planeta.
Es imposible crecer infinitamente y destruir y consumir compulsivamente,
sin chocar tarde o temprano con los límites de la naturaleza y del
planeta.
Los proponentes de la quema de biomasa dicen que lo que se van a producir es “carbono neutral”,
ya que teóricamente, después de la siembra, la renovación de los
árboles o plantas sembradas se re-capturará una cantidad de CO2 equivalente a la que ha sido liberada durante la combustión. Pero el mito del supuesto “carbono neutral” ha sido desmentido científicamente. Veamos algunas de las inconsistencias de la BECCS:
v La argumentación de que la utilización de árboles y cultivos de
biomasa de rotación más corta, reduce la deuda de carbono, no tiene
asidero. Este tipo de plantaciones industriales de árboles no son
bosques, sino todo lo contrario son desiertos verdes. Desiertos
verdes en los cuales los ciclos de vida se interrumpen y en donde no
existe espacio para que lo pájaros le canten a la naturaleza. Un cruel
ejemplo se puede constatar es el silencio impuesto a sangre y fuego en
las plantaciones de agro-combustibles en Colombia. Estos desiertos verdes, almacenan menos CO2,
y requieren de más fertilizantes sintéticos, de agroquímicos; además,
deterioran y empobrecen los suelos, y agotan y contaminan las fuentes de
agua. La utilización de árboles genéticamente modificados, que
garanticen el crecimiento rápido, destruye humedales, selvas, bosques y
praderas, así como tierras agrícolas, culturas, pueblos y sistemas de
vida.
v La tala de bosques, provoca cantidades de CO2, y altera
la naturaleza de los suelos. El transporte de la biomasa para su
procesamiento, lo mismo que su combustión en las centrales eléctricas,
contamina ingentemente. Tras la tala, nada puede garantizar que nuevos
árboles germinen. Y lo que es peor, la recuperación por la quema de una
generación de árboles a los ecosistemas les tomará décadas, incluso
hasta siglos. Un estudio del Instituto Joanneum Research, titulado “The upfront carbon debt of bioenergy”
sostiene que cuando la conversión afecta a un bosque con mayores
existencias de carbono, el tiempo necesario para compensar las emisiones
por el cambio de usos de la tierra, es mucho más largo. Por lo tanto,
si un bosque es talado y reemplazado por bosques de rotación-corta
(BRC), el periodo de compensación es de 170 años. Igualmente, si la
nueva plantación tiene una rotación larga es de 60 años. Entre 150 a 200
años son necesarios para compensar la pérdida de captura, y si la
biomasa procedente de la plantación es toda usada para bioenergía, la
recuperación es de 150 años, y en caso de que parte de la biomasa sea
utilizada para productos de madera, es de 200 años.
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De: Marti2 |
Enviado: 20/04/2014 07:40 |
Por su parte, un grupo de especialistas del Joint Global Change Research Institute, en un estudio para el gobierno de EE.UU., y dado a conocer por la institución y en un artículo publicado por la revista Science, al examinar las implicaciones en la limitación de las emisiones de CO2
antropogénico en la atmósfera, coinciden en que varias investigaciones
han demostrado que el resultado de imponer un régimen de mitigación que
sólo estime el CO2 procedentes de fuentes de energía crea
incentivos para aumentar la bioenergía. A medida que aumenta el uso de
la bioenergía, los usos de la tierra cambian, al igual que los cultivos
de alimentos y de fibra, así como los bosques y los ecosistemas derivan
en cultivos dedicados a la biomasa. Esto a su vez, aumenta las emisiones
de CO2 terrestre a nivel mundial, convirtiéndose en un
resultado perverso, imposible de frenar las emisiones energéticas.
Además, señalan que los modelos utilizados en diferentes escenarios
muestran que las emisiones provenientes de la bioenergía, serán la
causante de una completa destrucción de prácticamente todos los bosques
milenarios, praderas, y de ecosistemas “hacia el año 2065”.
v Por su parte, el Informe de Síntesis sobre Cambio Climático 2007 del IPCC, señala que el cambio en el uso de la tierra
es una modificación que puede inducir a un cambio en la cubierta
terrestre. Los cambios de la cubierta terrestre y de uso de la tierra
pueden influir el albedo superficial, en la evapotranspiración, en las fuentes y sumideros de gases de efecto invernadero, o en otras propiedades del sistema climático, por lo que puede ejercer un efecto de forzamiento radiativo y/otros impactos sobre el clima, a nivel local o mundial.
v El Centro de Resiliencia de Estocolmo, ha señalado que estamos llegando al punto de inflexión hacia lo desconocido. Sugiere nueve fronteras o límites críticos planetarios cuya transgresión resultaría en eventos catastróficos. Estos “nueve límites planetarios” recogidos en el estudio “Límites planetarios: explorando el espacio seguro para la humanidad” (Planetary Boundaries:
Exploring the Safe Operating Space for Humanity), indica cuales
fronteras ya hemos transgredido o estamos a punto de hacerlo. Estos
límites que han sido definidos de acuerdo a las condiciones
medioambientales del periodo Holoceno, aquellas en las que la
civilización se desarrolló durante los últimos 12 mil años, son: el
cambio climático, la extinción de especies, la alteración de los ciclos
de nitrógeno fósforo, la acidificación de los océanos, el agotamiento de
la capa de ozono, el uso de agua dulce, el cambio de cobertura del suelo o cambio en el uso de la tierra,
la carga de aerosoles y el uso de químicos. Cada límite de estas
segmentaciones planetarias, constituye por sí solo un real o potencial
desastre ecológico global. De hecho, en tres ámbitos -el cambio
climático, la extinción de especies y la alteración del ciclo del
nitrógeno-, ya se han transgredido los límites planetarios, ante lo
cual, estamos experimentando efectos catastróficos.
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De: Marti2 |
Enviado: 20/04/2014 07:42 |
Límites Planetarios
El círculo interno que muestra el planeta tierra representa el
área de seguridad para los nueve procesos globales. Las barras amarillas
representan la posición estimada de cada variable. Estas barras indican
que ya se han superado los límites en tres de estas áreas:
Biodiversidad, Cambio Climático y Ciclo del Nitrógeno.
Fuente: Centre Resilience Stockholm.
El estudio del Centro del Resiliencia concluye que: “Los
bosques, los humedales, y otro tipo de vegetaciones han sido convertidas
en tierras cultivables. El cambio en el uso de la tierra es una fuerza
impulsora de graves reducciones en biodiversidad, y tiene impactos en
los flujos del agua, y en el ciclo biogeoquímico del carbono, nitrógeno y
fósforo, y de otros importantes elementos. Mientras cada incidente en
el cambio de la corteza terrestre ocurre a una escala local, los
impactos agregados pueden tener consecuencias para los sistemas de
procesos de la Tierra a escala global.” El espacio máximo que se puede
cultivar al nivel global no puede exceder el 15% de las tierras del
planeta, y en este momento a nivel global se cultiva el 10% y aumenta
aceleradamente. La pregunta inmediata es, ¿cuáles pueden ser las
consecuencias para los ecosistemas, las especies animales y vegetales,
así como para los pueblos y comunidades, si se insiste en poner en
marcha la BECCS de forma extendida?
v La opción planteada de utilizar los desechos y residuos de los
bosques sembrados no hace referencia a los millones de toneladas y de
hectáreas que se requerirían para satisfacer con biomasa la voracidad de
las centrales generadoras de electricidad y de calor, y la demanda de
agro-combustibles. La demanda será cada vez más alta como consecuencia
de la acelerada caída de la oferta de hidrocarburos, en especial el más
importante de los energéticos: el petróleo. Esta demanda tampoco estará
exenta de conflictos bélicos locales, regionales y mundiales.
Los suelos son vida. En caso de que fuera viable utilizar los
desechos y residuos, las consecuencias para los suelos serían
desastrosas, por la pérdida de nutrientes y de los miles de ciclos vida
que se desarrollan y retroalimentan en los suelos. Los nichos de
ecosistemas que se desarrollan como producto de la descomposición de
estos residuos de forma natural en los suelos de los bosques y selvas
desaparecerían ante el avance de los desiertos verdes. La erosión
aumentaría descomunalmente.
El estudio “Biomass availability report” prepared for the Massachusetts Department of Energy Resources (DOER) by Innovative Natural Resource Solutions, asevera que son necesarias 13.000 toneladas de biomasa
al año para la generación de un megawatt. Una central eléctrica de
biomasa de apenas 50-megawatt quema cerca de 650.000 toneladas de
árboles al año, esto significa que se quema una tonelada de madera por
minuto. Por lo tanto, en las centrales eléctricas que utilizan biomasa
no se queman justamente los “desechos” de los bosques, estas queman
todos sus árboles.
Quemar biomasa para generar energía
se emiten grandes cantidades gases de efecto invernadero que contaminan
la atmósfera, lo cual pone en peligro la salud humana, al igual que la
de otras especies y formas de vida. La quema de biomasa produce Toneladas de Partículas Finas (Fine Particulate Matter
-PM-). Las partículas finas pueden ser emitidas desde fuentes como las
quemas forestales, o se pueden formar por los gases emitidos que
reaccionan en el aire, en las quemas de biomasa en centrales eléctricas,
en las industrias y por combustión de los automóviles. Los
incineradores de biomasa producen cientos de toneladas de óxidos de
nitrógeno (NOx) y compuestos orgánicos volátiles (VOCs), dos
ingredientes dañinos para la salud humana y el medioambiente.
Estas partículas son contaminantes y están asociadas a enfermedades
cardiacas y pulmonares, así como el asma y al cáncer, dicen diferentes
estudios realizados por la Envinmental Protection Agency
de Estados UnidosUnited States Environmental Protection AgencyUnited
States Environmental Protection Age. La quema de biomasa emite tantas partículas finas
(PM) contaminantes como el carbón, que resultan ser 1,5 veces más
perjudiciales que el monóxido de carbono (CO), y 1,5 veces más que el
dióxido de carbono procedente de la quema de carbón. Emisiones que son
igualmente responsables de gases de efecto invernadero.
v Las grandes cantidades de agua que utiliza la biomasa para la
producción de calor, electricidad, combustibles, refrigeración de las
centrales, genera desechos y contamina las fuentes hídricas. Una central
eléctrica de biomasa ─de gran escala─ requiere cerca de un millón de
galones de agua (3’785.000 millones de litros de agua) por día para el
enfriamiento. Cientos de miles de galones de esta agua son vaporizados
en el proceso de enfriamiento. El impacto por el uso del agua,
agudizará el cambio climático, el cambio de temperatura en las aguas, y
en periodos de sequías, presionará los ríos y las fuentes hídricas.
La tala de bosques y selvas impacta la calidad del agua. La
maquinaria pesada que se utiliza destroza los suelos, y aumenta la
erosión y ocasiona sedimentación en los arroyos adyacentes.
La justificación de que la bioenergía está sustentada en que su procedimiento es de “emisiones neutrales de CO2”,
es una argumentación que no tiene asidero científico, y mucho menos,
como acabamos examinar, se corresponde con las necesidades ecológicas y
energéticas que urgen la humanidad y la naturaleza.
Por lo tanto, el desarrollo de la bioenergía (BE) de ninguna manera puede ser un procedimiento de “CO2
negativo”, así vaya acompañada de captura y almacenamiento de dióxido
de carbono (CCS). Y en cuanto la Captura y Almacenamiento de Dióxido de
Carbono (CCS), complemento técnico de la bioenergía para reducir las
emisiones de CO2, acusa evidencias de ser altamente contaminante, y
además, de estar plagado de serios peligros y de riegos insospechados.
Veamos algunos de estos:
v En cuanto al consumo de energía en el proceso de la CCS, el reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático: IPCC Special Report on Carbon Dioxide Capture and Storage, dice que “con la tecnología disponible se captura entre el 85 al 95% del CO2 procesado en una planta diseña para la captura de CO2.
Una central eléctrica equipada con un sistema de CCS (con acceso a
disponibles almacenamientos geológicos y en el océano) se necesita
aproximadamente entre un 10 y un 40% más de energía que lo que requiere
una planta de producción equivalente sin CCS, energía que en su mayor
parte es utilizada para la captura y comprensión”.
Este aumento de energía implica más contaminación, más deforestación,
más destrucción de los ecosistemas, cambios en el uso de la tierra, y
producto de esa actividad, conllevará a la expulsión de poblaciones
enteras y de millones de campesinos de sus parcelas y de sus pueblos. La
pregunta que surge es de dónde saldrá la energía que se requiere para
el funcionamiento del CCS, si la disposición de hidrocarburos será una
empresa cada vez más difícil e insegura.
v El centro de investigación Pike Research en su informe “Carbon Capture and Sequestration”,
afirma que el desarrollo de la tecnología de CCS y su uso en las
centrales eléctricas aumentará los costos de producción de la
electricidad e igualmente pronostica que los costos de producción se
incrementaran entre un 50 y un 70%.
Por lo consiguiente, si las esperanzas para el desarrollo de estos
costosos proyectos, están orientados a que los gobiernos sean los
principales aportadores de fondos para su implementación, surge una
pregunta concreta: ante la crisis económica global y el estancamiento
del crecimiento de las economías en la actualidad ¿Cómo van a ser
posibles estas inversiones? ¿De dónde saldrán los fondos? Y si el camino
que se sigue es el mismo que se está aplicando en Europa ante la crisis
económica, entonces ya veremos cómo los fondos sociales de educación,
salud, pensiones, vivienda, y los impuestos de los ciudadanos, comienzan
a fluir diligentemente al sector privado.
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De: Marti2 |
Enviado: 20/04/2014 07:43 |
v La CCS es la vía expedita para seguir contaminando y depredando
recursos naturales bajo el supuesto de que se están implementando
políticas y procesos de “carbón limpio” o “CO2 negativo”. Esto no es otra cosa que un oxímoron.
v El informeInduced Seismicity Potential in Energy Technologies Induced Seismicity Potential in Energy Technologies Induced Seismicity Potential in Energy Technologies
(2013), del Consejo Nacional de Investigación de EE.UU., sostiene que
aunque los riesgos de terremotos son difíciles de evaluar, la puesta en
marcha de “CCS a gran escala podrían tener un gran potencial para causar
sismicidad inducida.” Igualmente, otro equipo de investigadores, de la
Stanford University, en el informe “Earthquake triggering and large-scale geologic storage of carbon dioxide”
(2012), publicado en la National Academy of Sciences de EE.UU.,
sostiene que “existen altas probabilidades que sean accionados
terremotos por la inyección de grandes volúmenes de CO2 en
las frágiles rocas que comúnmente son encontradas en los interiores
continentales. Incluso pequeños y moderados terremotos amenazan la
integridad del sello de los depósitos de CO2. En este
contexto, CCS a gran escala es un riesgo y una estrategia probablemente
fracasada, para reducir significativamente las emisiones de gases de
efecto invernadero.”
La utilización de la Bioenergía con Captura y Almacenamiento de Dióxido de Carbono (BECCS) para reducir el CO2
en la atmósfera, que nos proponen la AIE y sectores impulsores de la
economía verde, como vía para conjurar un escenario de 450 ppm y evitar
que la temperatura media del planeta llegue a los 2oC antes
de que finalice el siglo XXI, no es el mecanismo idóneo, ni se
corresponde con la urgencia y el compromiso que exige el peligro a que
estamos enfrentados. La BECCS está lejos de cumplir las metas
propuestas. Son demasiados los riesgos y los costos a los que nos
veremos enfrentados si continuamos por el camino de business as usual.
La solución al cambio climático global no yace en hacer más de lo
mismo: quemando y destruyendo todo el planeta. La lucha contra el
calentamiento global demanda esfuerzos y sacrificios fundados en la
preservación de todas las formas de vida, en el uso racional de los
recursos, y en comprender que habitamos junto con otras especies un
planeta que es frágil y finito. Esto obviamente riñe con la economía
verde y las eficientes tecnologías “sustentables” que impulsa el
capitalismo hoy.
Desde luego que existen otros escenarios y otros caminos acordes con
la preservación de la vida en el planeta. Uno de esos escenarios es el
que viene siendo impulsado por James Hansen,
quien dirige el Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA.
J. Hansen, junto con otros expertos en el tema, quienes ya en 2006
advertían que “el mundo contaba con un plazo de 10 años para tomar
medidas decisivas frente al calentamiento global y evitar una catástrofe
climática”.
El escenario promovido por Hansen se conoce con el nombre de “Escenario Alternativo”. El escenario alternativo tiene como objetivo un máximo de 350 ppm de CO2 en la atmósfera, teniendo como punto de referencia los aproximadamente 275 ppm en la atmósfera de la era pre-industrial.
En un estudio de 2011 realizado por James Hansen y Makiko Sato, de la NASA y del Columbia University Earth Institute, titulado “Paleoclimate Implications for Human-Made Climate Change”,
concluyen que “basados en análisis paleoclimáticos mejorados y más
completos, así como de observaciones globales de efectos climáticos
ocurridos en la primera década del siglo XXI, nos dimos cuenta que el
calentamiento global adicional de 1°C por encima del nivel del año 2000
empujaría al planeta a un rango de peligro (Hansen et al., 2007, 2008).
Llegando a la conclusión que es necesario reducir el CO2 eventualmente a un nivel menor de 350 ppm para evitar los efectos de un clima inaceptable”. De hecho, los límites de CO2
en la atmósfera que señalan los expertos y científicos ya se han
rebasado, lo cual ha incrementado peligrosas implicaciones para vida en
el planeta y los ecosistemas.
El incremento CO2 con relación al nivel preindustrial de
275 ppm y que hoy ha tocado el techo de las 400 ppm, nivel alcanzado en
el mes de mayo de este año, ha venido incrementándose a razón de unas 2
ppm por año, lo cual nos está indicando que estamos ante efectos y
fenómenos climáticos desastrosos que no sabemos cómo enfrentarlos, ni
cómo será la retroalimentación de éstos y sus posibles desenlaces.
Rajenda Pachauri, Jefe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, uno de los expertos que apoyan el escenario alternativo que busca limitar la concentración de CO2
en 350 ppm, afirmó que 450 ppm sería un umbral realmente aterrador”. “…
Lo que está pasando y lo que pueda pasar, me convence de que el mundo
debe ser realmente ambicioso y estar muy decidido a regresar a los 350
ppm como objetivo.”
Por su parte, Jonatan Foley, director del University of Minnesota‘s Institute on the Environment, Peter H. Gleick, Presidente del Pacific Institute y otros investigadores, en el análisis Boundaries for a Healthy planet
(2010): “Sugieren un conservador objetivo a largo plazo de 350 ppm,
para mantener el planeta lejos de los puntos de inflexión climáticos.
Para cumplir con ese objetivo, el mundo tiene que tomar inmediatamente
acciones para estabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero, y
en las próximas décadas reducirlas substancialmente por debajo de los
actuales niveles”.
Asimismo encontramos a muchos expertos que apoyan e impulsan el escenario alternativo, como son Lester R. Brown del Earth Policy Institute, Johan Rockström del Centro de Resiliencia de Estocolmo, Nicholas Stern del Stern Review on the Economics of Climate Change, Bill McKibben
de la campaña 350.org. Estos son apenas unos cuantos de la larga lista
de expertos e instituciones, que están a favor de emprender urgentes
medidas para regresar a niveles de CO2 que estén por debajo
de los 350 ppm, y de esta forma podamos evitar graves catástrofes
producto del cambio climático global de origen antropogénico.
El cambio climático global es un fenómeno real que se puede constatar
y no es meramente el resultado de modelos y mediciones climatológicas
por parte de un grupo de expertos. Por lo tanto, si continúan las
emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero como hasta hoy se viene haciendo en el business as usual (BAU), o si simplemente se tienen puestas las esperanzas en que el escenario de 450 ppm va a evitar que alcancemos los 2oC,
el resultado será catastrófico. Si estos son los caminos de escape que
tenemos como solución a la crisis climática, o las opciones que nos
imponen, en menos de una década el escenario alternativo (350 ppm) se tornará en una misión ─casi que─ imposible.
Una vez abordadas estas necesarias acotaciones con relación a los serios peligros que encierra el escenario 450 ppm de CO2
en la atmósfera y sus posibles consecuencias para la vida en el
planeta, pasamos ahora a analizar las sugerencias del escenario 4 para 2oC que propone la Agencia Internacional de la Energía en su informe especial de junio de 2013.
La AIE presenta un escenario al que denomina 4-para-2°C. Este
propone la implementación de cuatro medidas que buscan mantener ─desde
el punto de vista de la AIE─ la puerta abierta para que el objetivo de
2°C se pueda controlar hacia el año 2020, sin costo económico neto y “sin poner en peligro el crecimiento económico”.
El reporte afirma, entre otras cosas, que “actualmente estamos en el
camino, más probable, que nos conduzca a incrementar la temperatura
entre 3,6oC y 5,3oC, y también encuentra que mucho se puede hacer para enfrentar las emisiones del sector energético sin poner en peligro el crecimiento económico, una preocupación importante para muchos gobiernos”. (Las cursivas son del autor).
Esta declaración no es otra cosa que reconocer que nos hallamos al
borde del precipicio, y por ello, ante esta apremiante situación, la AIE
recomienda una serie de pasos inmediatos, en el marco de su escenario
de 450 ppm, a partir de ahora hasta el año 2020. Con esto se busca que
al menos se pueda detener un aumento de emisiones y mantener
supuestamente con alguna esperanza la meta de los 2oC. Este plan reduciría las emisiones de gases de efecto invernadero en 3.1 Gt de CO2-equivalente en 2020 ─sería un 80% de la reducción de las emisiones requeridas por debajo del nivel de 2oC─.
Y con esto, a su vez, se ganaría tiempo precioso mientras las
negociaciones climáticas internacionales continúan a través de la
Conferencia de las Partes de París en 2015.
Estos son los pasos y los posibles ahorros de emisiones de CO2 en porcentajes planteados por la AIE:
- Adopción de medidas específicas de eficiencia energética. (49%)
- Limitar la construcción y uso de las centrales energéticas menos eficientes alimentadas con carbón. (21%)
- Minimizar las emisiones de metano que se originan de la producción de gas y petróleo. (18%)
- Acelerada eliminación (parcial) de los subsidios al consumo de los combustibles fósiles. (12%)
Un primer paso para abordar el análisis del escenario 4 para 2oC y los “ahorros” de las emisiones de CO2, es examinar con atención ¿qué cantidades de CO2 hemos vertido en la atmósfera? y ¿cuáles serían las cantidades de emisiones de CO2,
a las que aspiran los impulsores de un escenario de 450 ppm, que se
podrían emitir hacia el año 2050 para evitar la catástrofe climática?
Si partimos que el aumento de la temperatura atmosférica tiene como frontera un máximo de 2oC,
lo cual ya es un nivel de riesgo climático de impredecibles
consecuencias; esto significa que hacia el año 2050, en términos
adicionales de gases de efecto invernadero, no se podrían verter en la
atmósfera más de 565 giga-toneladas (Gt) de CO2 (estos son 565.000 millones de toneladas de CO2) adicionales. En el evento de que se logrará esa frontera máxima de las 565 Gt de CO2, y no verter una tonelada más de CO2 a la atmósfera, con ello sólo se obtendría un 80% de las posibilidades de situarnos por debajo de los 2oC.
A día de hoy, según varios estudios e informes científicos, ya hemos
avanzado tres cuartas partes en el camino a la línea máxima de 2oC, como se puede observar en la siguiente gráfica.
La gráfica comienza en el año 1750 y a medida que va pasando el
tiempo aumenta la cantidad de gases de efecto invernadero en la
atmósfera, y podemos observar cómo estos han aumentado aceleradamente en
las últimas décadas.
El 2012 las emisiones de dióxido de carbono globales anuales alcanzaron los 31.6 giga-toneladas (31.600 millones de toneladas de CO2)
y con un promedio de aumento anual del 3%. En 2011 el incremento fue
del 3.2%, y en 2012 de 1.4%, reducción producto de la actual crisis
económica. Si se continúa con ese ritmo de vertidos de gases de efecto
invernadero a la atmósfera, hacia el año 2028 las 565 de giga-toneladas
─con los que se “contaría como ahorro”─ estarán contaminando la atmósfera, y el objetivo de los 2oC
será sobrepasado, mucho antes de lo previsto. Esto inevitablemente
conduciría que hacía finales del siglo XXI las temperaturas alcancen los
6oC, como lo demuestra el estudio “Global Warmings Terrifying New Math” preparado por Bill McKibben.
Se estima que desde el año 2000 hasta comienzos de esta segunda
década del siglo XXI, han sido vertidos a la atmósfera un total de
420.000 millones de toneladas de CO2 como resultado de las
actividades humanas y de la deforestación. De continuar las tendencias
actuales, las emisiones acumuladas superarían antes de dos décadas los
pronósticos previstos. La UNEP en su reporte “The Emissions Gap Report 2012”
asevera que las emisiones globales actuales ya son considerablemente
mucho más altas que el nivel de emisiones constante propuesto con el
objetivo de 2oC en 2020, y que además, estas continúan incrementándose.
En cuanto a la primera meta de la AIE del plan 4 para 2oC: la adopción de medidas específicas de eficiencia energética para lograr que en 2020 se reduzcan las emisiones de CO2
en 1.5 giga-toneladas, la AIE propone en el informe que estas medidas
deben ser realizadas por medio de: normas de rendimiento energético en
iluminación de edificios; nuevos aparatos y equipamiento para
calefacción y refrigeración; en nuevos sistemas en la industria del
motor y en el transporte de vehículos de carretera. Y acompañado con una
inversión adicional global que alcanzaría los 200 mil millones de
dólares en 2020. Todo esto, dice la AIE, sería compensado por un
reducido gasto de facturas de combustible.
Llama la atención, de manera significativa, que la AIE en ningún
momento hace referencia de la necesidad y del requerimiento de energía y
de recursos naturales para poner en marcha el escenario de la
eficiencia energética, el cual está orientado y diseñado en lo
fundamental para generar energía eléctrica. Implementar ─a nivel
planetario─ la infraestructura tecnológica para lograr una nueva
generación de eficiencia tecnológica que cumpla con las urgencias del
momento, y que a su vez sea “sustentable” y de fuentes
renovables, precisa de grandes cantidades de energía y de fuentes
energéticas que lo garanticen. La disposición de energía es el pilar y
la esencia central para poder implementar el programa propuesto. Todo el
proceso de adquisición de materiales, transporte, elaboración,
construcción, distribución, mantenimiento y reposición de esos nuevos
equipamientos e instalaciones, que son los que finalmente van a
suministrar las condiciones indispensables para materializar un sistema
tecnológico de eficiencia energética, y que sea capaz de posibilitar la reducción de las emisiones antropogénicas de CO2, requieren de fuentes de energía. Por lo tanto, la energía es la condición sine qua non,
la esencia sin la cual no puede ser factible un proceso de transición
energética y tecnológica. Y energía, con la capacidad energética por
unidad como la suministrada por el petróleo, es con la que no contamos
hoy, nos los está señalando el cenit del petróleo.
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De: Marti2 |
Enviado: 20/04/2014 07:45 |
Un asunto, también de importancia central, a valorar en una
transición de un modelo energético tecnológico a otro, son los tiempos.
Las transiciones exigen largos periodos de tiempo. Aunque fuera factible
que el cambio climático global se pudiera enfrentar con métodos de
“eficiencia energética”, este proceso, a pesar de ello, tomaría varias
décadas e incluso siglos para alcanzar los resultados. La urgencia y el
reto del momento exhortan ─a escasas dos décadas de la vorágine
climática─ a emprender otro tipo de soluciones no vinculadas a los
hidrocarburos, ni a los agrocombustibles, ni a las tecnologías BECCS y
ni mucho menos a la energía nuclear. Las nuevas respuestas a la grave
crisis ambiental deben ser creativas y sustentadas en el decrecimiento,
en el uso racional de los recursos naturales, en el bajo consumo
energético y en el cierre de los ciclos biológicos de los ecosistemas.
Evidentemente, los nuevos tipos de soluciones y modelos deben estar alejados del business as usual,
del consumismo y del crecimiento sin límites que impone el modelo de
desarrollo capitalista. Es imposible crecer económicamente y a la vez
reducir las emisiones de CO2. La economía verde no
resuelve el grave problema climático global ni energético, simplemente
trata de enverdecer el modo de producción y de explotación para poder
acumular más ganancias hasta el último momento, a la sombra del desastre
que ellos mismos incubaron.
La transición energética de los hidrocarburos a un modelo basado en
energías “limpias” y “sustentables”, implica profundos y diversos tipos
de cambios: tecnológicos, económicos, sociales, humanos, culturales, de
relación con la naturaleza, etc., pero sobre todo esa transición debe
ser capaz de articular una gama de respuestas pertinentes a los
complejos desafíos climáticos y energéticos que en este momento ya
estamos afrontando. Soluciones sustentables a los crecientes problemas
de recursos energéticos y naturales necesitan ser ideadas y empoderadas
por el conjunto de las sociedades.
Si la transición energética que se propone es a través del mejoramiento de la eficacia energética, esto exige demostrar que el camino sugerido es el idóneo. Obviamente, antes de emprender cualquier tipo de aplicación de eficiencia energética,
ésta tiene que ser sopesada con cautela y pasar por el tamiz del
escrutinio eco-científico, y contar con la aprobación y participación
del conjunto de los posibles afectados. Además, ésta debe tener como
principio rector la prevalencia de los ecosistemas, de la naturaleza y
de todas la formar de vida.
La eficiencia tecnológica o energética no es un problema per se.
El problema aparece cuando ésta es aplicada con unos objetivos
específicos –mantener en pie el corrosivo complejo industrial, económico
y militar capitalista-, y bajo unos intereses particulares y egoístas
predeterminados -beneficiar a un determinado grupo económico y élites de
poder-, sin importar qué destructivo y contaminante pueda ser en su
trayectoria, lo cual conduce ineluctablemente a resultados inesperados y
a catástrofes ambientales y sociales de grandes proporciones.
La eficiencia energética es parte significativa de cualquier enfoque
socio-ecológico sustentable, pero programada artificiosamente desde los
centros de poder como recurso de escape a las distintas crisis, no será
la solución a la crisis: climática, energética, social, económica y
ambiental. Con ello, sólo se estará haciendo más vulnerables los
ecosistemas y disminuyendo la capacidad de resiliencia de los sistemas
socio-ecológicos.
Llegados a este punto, observamos manifiestamente que las iniciativas
sugeridas en el escenario de 450 ppm de la AIE, y que se ya vienen
poniendo en práctica en varios puntos del planeta, de quemar todos los
bosques, las selvas, las praderas y los alimentos para generar
electricidad no parece que sea un camino razonable, ni el más adecuado
para enfrentar el cambio climático global, aunque sus promotores
intenten mostrarlo como la solución óptima a la problemática del
calentamiento global y a la crisis energética.
Del mismo modo, surgen otras preguntas igualmente importantes: ¿cómo resolver la paradoja Jovens
que origine el escenario de eficiencia tecnológica propuesto por la
AIE? Está demostrado copiosamente que a medida que el perfeccionamiento
tecnológico aumenta la eficiencia con la que se usa un recurso, es más
probable un aumento del consumo de dicho recurso que una disminución.
Esto implica que la introducción de tecnologías con mayor eficiencia
energética pueden, a la postre, aumentar el consumo total de energía. Y
energía es de lo que no dispone la sociedad tecnológica de hoy; por eso
se aduce como último recurso acudir a la biomasa como energía primaria y
solución energética.
La energía de la que disponía la humanidad se ha derrochado en un corto tiempo. Esta realidad nos la recuerda el cenit del petróleo acompasado con el ruido ensordecedor de los “bombardeos y las invasiones humanitarias”, que diligentemente “llevan la democracia”
a los países en donde están ubicadas las últimas existencias de
hidrocarburos. Precisamente, de este modo tan atroz, pero tan
característico de los Estados que se autodenominan “ejemplo de
democracia”, aspiran a garantizar el funcionamiento de sus economías
para que engañosamente continúe la fiesta.
La segunda meta de la AIE, la pretendida eficiencia energética se traslada igualmente a las centrales eléctricas que son alimentadas con carbón.
La AIE busca que se reduzca el número de centrales eléctricas
subcríticas de carbón viejas ineficientes, y expresa que se debe
implantar una prohibición a la construcción de nuevas centrales de este
tipo. Con ello, buscarían reducir las emisiones en 640 millones de
toneladas de CO2 para el año 2020, que contribuirían a frenar
la contaminación del aire. Se espera que para 2020 disminuya el uso de
estas centrales, pues de lo contrario no se lograría materializar una
cuarta parte de la meta propuesta en el escenario 4 para 2oC.
Todo este plan podría aparecer como un futuro verde resplandeciente,
pero no es así. Asistidos de diferentes análisis y tomando las
conclusiones de una variada gama de estudios se puede demostrar cuáles
pueden ser las consecuencias si se continúa con los pretendidos planes
ideados en la concepción del escenario 450 ppm que viene impulsado la
AIE y otras instituciones internacionales.
En primer lugar, en relación con la cantidad de biomasa que se
requeriría para abastecer las plantas generadoras de electricidad y/o
calor no son solamente impresionantes, son escandalosas. Y además, la
tecnología BECCS demanda grandes áreas de territorio para las
plantaciones de biomasa industrial, así como para los agro-combustibles.
Un reciente estudio de enero de 2013, realizado por investigadores
del Department of Energy and Environment, Chalmers University of
Technology, de Gotemburgo, Suecia, y publicado en IOPScience: “Meeting Global Temperatures Targets: The role of Bioenergy with Carbon Capture and Storage”,
los investigadores concluyen que un factor crítico con relación al uso
de la BECCS es la disponibilidad de biomasa. Producir cantidades de
ingentes de bioenergía puede tener significativos impactos sobre los
precios mundiales de los alimentos, la biodiversidad, la disponibilidad
de agua, etc. Según los resultados de las mediciones y estimaciones
hechas, hallaron que el requerimiento global de tierras para producir
200 EJ (Exa-Joules) anuales de bioenergía puede exigir alrededor de 500
Millones de hectáreas de tierra, lo que representa una tercera parte de
las tierras cultivables a nivel mundial.
El consumo mundial de energía anual es de aproximadamente unos 553 EJ (igual a 524 cuatrillones de BTUs).
Tomando los 200 EJ de referencia del estudio de la Chalmers University
of Technology estos representarían el 36,17% de la energía que se
consume anualmente en todo el planeta. Por lo tanto, si se pretende
remplazar el consumo actual global de energía, habría que dedicar
1.382,5 millones de hectáreas de tierra para producir biomasa, y
quemarla en plantas generadoras de electricidad. Esto no es otra cosa
que destruir y quemar el planeta de una forma demencial, para saciar los
intereses del capital. Los promotores entusiastas de estas tecnologías y
de estos desatinados escenarios, no nos dicen cómo se podría satisfacer
las necesidades alimentarias y vitales de los seres humanos y de las
otras especies vivas del planeta. Si no existe espacio para los cultivos
de alimentos, ¿qué vía podrían tomar las poblaciones para satisfacer
sus necesidades de alimento? Lo único que quedaría como vía de escape
hacia adelante, no es otra que seguir con la tala, contaminación y
destrucción de bosques y selvas, pero ahora de forma acelerada.
En el Atlas “Amazonía bajo presión” (2012), de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) y publicado en la Gaia Amazonas, realiza un análisis sobre los niveles de deforestación a los está siendo sometida la
Amazonía, y en el cual se señala que “entre 2000 y 2010 se suprimieron cerca de 240.000 km2
de selva amazónica, lo que equivale al doble de la Amazonía ecuatoriana
o al territorio completo del Reino Unido”. Se advierte que si las
amenazas identificadas como los megaproyectos viales (carreteras o
multimodales), de petróleo y gas, minería o hidroeléctricas se llevan a
cabo, estos se convertirán en presiones en el futuro próximo, lo que
podría conducir a la desaparición de hasta la mitad del bosque amazónico
actual. De seguirse este camino las presiones y amenazas que pesan
sobre la Amazonía conllevan a que los paisajes de la selva, la
diversidad socio-ambiental y el agua dulce sean reemplazados por
paisajes degradados, convertidos en sabanas y en zonas más secas y
más homogéneas, con lo cual habremos perdido el pulmón más grande, rico y
diverso en ecosistemas del planeta.
En segundo lugar, los impulsores de la BECCS y del escenario 2oC
asumen de manera concluyente que la combustión de biomasa es
intrínsecamente “carbono neutral‟, bajo el argumento de que las
plantaciones sólo liberan dióxido de carbono a la atmósfera el cual es
absorbido por las plantas en crecimiento.
Discrepando de esta visón el Scientific Committee, de la European
Environment Agency (EEA), publicó un informe en 2011 titulado “Green House Gas Accounting in Relation to Bioenergy”,
en el que plantean que esa suposición, de la que parte la BECCS, no es
correcta. Si bien es totalmente cierto que las plantas absorben dióxido
de carbono de la atmósfera; la BECCS al basar toda la argumentación de
su sistema en el hecho de que las plantas absorben CO2 y que el CO2
que produzca la BECCS será absorbido por las plantas, es bajo todo
punto de vista, una forma de pensar que parte de un gran error y de una
lógica equivocada. Pues “la BECCS no logra reconocer que si la
bioenergía no fuera producida, en los campos y en las tierras, las
plantas y los árboles crecerían de todos modos, y las plantas
continuarían absorbiendo carbono y ayudarían a reducir el carbono en el
aire”. Por lo tanto, el resultado que se asume y que se impone desde el
enfoque de las BECCS es el de una “doble contabilización al crédito de la bioenergía para la reducción de dióxido de carbono de la atmósfera”.
La BECCS al partir de la falsa premisa de que la bioenergía captura CO2
a través del crecimiento de las plantaciones agroindustriales para la
biomasa, y argumentando que las plantas a medida que crecen absorben CO2, no es sólo un error de doble contabilidad, es un engaño. Engaño sobre el que se asienta el proyecto de reducción de CO2
de la BECCS, que no es otra cosa que quemar el planeta para
supuestamente enfriarlo. Es una completa artimaña tecno-financiera, pues
resulta que esta función, de todos modos, ya la vienen cumpliendo los
bosques, las selvas, las praderas. La pregunta que surge es: ¿se
justifica destruir el planeta con desiertos verdes, dedicados a la
producción de biomasa que será quemada en las centrales eléctricas, con
el supuesto propósito de capturar CO2 para reducir los niveles contaminación de gases de efecto invernadero de la atmósfera?
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De: Marti2 |
Enviado: 20/04/2014 07:46 |
La European Environment Agency (EEA) Scientific Committee en el documento de análisis “Greenhouse Gas Accounting in Relation to Bioenergy”
asegura que “la sustitución de energía fósil por biomasa no reduce, en
sí mismo, las emisiones de gases de efecto invernadero de los tubos de
escape o de las chimeneas. La quema de una tonelada métrica de madera
seca en el horno de una central, por ejemplo, libera a la atmósfera
aproximadamente 1,8 toneladas de CO2”. Por esta razón, se
debe tener en cuenta que mientras los combustibles fósiles relacionados
con las emisiones de carbono se reducen, la combustión de biomasa da
como resultado sus propias emisiones de CO2.
Por consiguiente, los resultados de la doble contabilización de la absorción de CO2,
ignora el hecho de que utilizando la tierra para producir biomasa y
luego quemarla para convertirla en energía eléctrica o calorífica,
significa que esa tierra no va a producir vegetación y árboles para
otros propósitos, incluyendo la captura de CO2.
En el caso de que la producción de bioenergía sustituya los bosques,
selvas, praderas o que interrumpa el crecimiento natural de los bosques,
se produciría mucho más concentración de CO2 en la
atmósfera. De la misma manera, si los desiertos verdes desplazan a los
cultivos que son dedicados a la producción de los alimentos, la
bioenergía conduciría irremediablemente a hambrunas. Y también se
aumentarían las emisiones de CO2 como resultado del cambio en
el uso de la tierra, lo cual está demostrado científicamente Al
contrario de lo que pasa con el uso intrínseco de bioenergía en la
BECCS, si las reservas forestales y los cultivos dedicados a la
alimentación no son sustituidos por la bioenergía, las capturas de CO2 de la atmósfera aumentan.
El plan que formula la BECCS para reducir CO2 en la
atmósfera implica necesariamente que se tendría que aumentar la cantidad
total de árboles y plantas existentes, y al mismo tiempo, como opción
energética, debe poner a disposición en los hornos de las centrales
eléctricas más árboles y más plantas para ser quemados. Preservar el
medioambiente, evitar el calentamiento global, reducir las emisiones de
CO2, y al mismo tiempo, disfrutar de los beneficios de los
ecosistemas sin sacrificar las necesidades humanas y de otras especies,
no hace parte precisamente de la economía verde implícita en la BECCS.
De igual modo, sostener como lo hacen los promotores de la BECCS de
que ésta, se puede solventar a través de los residuos y desechos de la
biomasa, para uso industrial de la bioenergía, es acudir a argucias
tecnológicas insostenibles. Esta sutileza energética no se puede
enmascarar tras malabarismos tecno-científicos. Ni basta con
declaraciones de buenas intenciones. Pues, precisamente, es a través de
la descomposición natural que realizan los microorganismos en todos los
“residuos” y “desechos” en los suelos forestales los que contribuyen a
la creación de la vida en todas sus manifestaciones y a la captación de
CO2 como cierre biológico del ciclo natural. La naturaleza no
produce residuos ni desechos. No basta sólo con declaraciones retóricas
maquilladas de resilientes.
Hoy la resiliencia se ha convertido en la nueva tendencia ecológica
predilecta, y ahora tan en boga, de las instituciones internacionales,
empresariales y de los centros de consultoría ambientalistas, que
promueven la economía verde. La resiliencia en manos de la economía
verde ha sido contaminada y tergiversada, a tal punto, que puede llevar a
la confusión. Si antes todos los programas de estas instituciones eran
“sostenibles” ahora todos son “resilientes”. Para esta
institucionalidad la resiliencia es sólo una herramienta de diagnóstico,
enfocada únicamente al ámbito de la capacidad de resistir, adaptarse y
de recuperarse a perturbaciones medioambientales establecidas bajo
criterios lucrativos y no eco-sociales. Llevando el punto de no retorno
de los ecosistemas al extremo límite, de tal modo que prevalezca el
espacio para los beneficios del capital. Bajo las tesis de la economía
verde, los desiertos verdes se han convertido en “espacios bioenergéticos resilientes”. Los sistemas de transporte urbanos tecnificados, inteligentes y operados por un mix-energético “renovable” en “sistemas de movilidad resilientes”. Los programas urbanísticos, construidos bajo modelos arquitectónicos de rascacielos con techos verdes, para poblaciones y actividades económicas densamente concentradas, en “urbanismo resiliente”.
Las posibles consecuencias de este error de doble contabilidad de la bioenergía
son alarmantes. Partir de la suposición de que toda quema de biomasa no
añade dióxido de carbono a la atmósfera puede traer peligrosos y
arriesgados efectos. La EEA Scientific Committee afirma que una
variada elaboración de informes sugiere que la bioenergía podría o
debería proporcionar entre el 20% el 50% de las necesidades energéticas
de mundo en las próximas décadas. En términos de destrucción
medioambiental esto representaría con relación al consumo actual de
energía, que si se quisiera producir un 50% de la energía global, se
requerirá del uso de 692 millones de hectáreas de tierra que tendrían
que ser dedicadas sólo a plantaciones de desiertos verdes. A esto se
agrega otro elemento que es de vital importancia con relación a la
energía, y que es imprescindible tener en cuenta: la Tasa de Retorno
Energético (TRE). La TRE para la biomasa es mucho más baja que la de los
hidrocarburos. Esto significa que se necesitarían cada vez más
hectáreas para plantar desiertos verdes con la vana ilusión de poder
sustituir la carencia de hidrocarburos.
Las metas energéticas de los escenarios BECCS propuestos desde las
instituciones internacionales, las multinacionales, la banca, la
industria y al mayor parte de gobiernos, requeriría doblar o incluso
triplicar la cantidad total de material vegetal actualmente extraída del
planeta tierra. Este aumento en material cosechado competiría con otras
necesidades vitales, como el suministro de alimentos para una población
mundial creciente y, a su vez, sometería a graves e impredecibles
presiones a los todos los ecosistemas terrestres y por ende a los
ecosistemas marinos. De hecho, actualmente la producción de alimentos y
el uso de la tierra para las necesidades y el bienestar humano, ya ha
excedido todas las fronteras límites, causado enorme pérdida de hábitats
al afectar aproximadamente el 75% del total de las tierras libres de
hielo y de desierto del planeta. A la par de esto, se presenta un
incremento en el agotamiento y en la disposición de agua dulce; y a su
vez se liberan grandes cantidades de CO2 a la atmósfera, y se está envenenado el planeta con ingentes cantidades de agroquímicos.
En cuanto a los puntos 3 y 4 del plan 4 para 2oC de la AIE solamente en este análisis se hará una referencia muy somera de ellos.
En lo que respecta a la minimización de las emisiones del gas metano (CH4)
procedente de la explotación de gas y petróleo, es crucial resaltar que
a raíz de las explotaciones del gas y petróleo esquisto estas emisiones
han aumentado de manera exponencial. La técnica de extracción que se
está utilizando conocida como fractura hidráulica (hydraulic fracturing o fracking
en inglés) está causando mucha controversia y rechazo a nivel mundial
por que es altamente contaminante y destructiva del medioambiente.
Las compañías petroleras y gasíferas se han visto forzadas por la
escasez de hidrocarburos de fácil extracción, a explotar yacimientos con
menos cantidad de reservas, en sitios inhóspitos, con menos calidad
energética, y con tecnologías altamente destructivas y contaminantes del
medioambiente. Como consecuencia del real agotamiento de las reservas
de gas y petróleo, la industria de los hidrocarburos están acudiendo a
una serie de tecnologías, de métodos de exploración y de extracción
no-convencionales, a uno de estos se le conoce con el nombre de fractura
hidráulica. Este procedimiento técnico está contaminando extensas zonas
y causando grandes destrozos irreparables en el medioambiente. Por tal
motivo, plantear que la industria del petróleo y del gas va centrar
esfuerzos y recursos en la disminución de las emisiones de metano es un
sinsentido, pues hoy este sector industrial está centrado en explotar lo
más rápido posible y con el máximo de rentabilidad económica, los
pequeños yacimientos que encuentran.
Esperar que la industria de los hidrocarburos reduzca para 2020 las emisiones de gas metano (CH4) a la mitad es una ilusión. Lo único que cabe esperar es que las emisiones de CH4 aumenten como resultado de la fiebre del fracking
despertada a nivel mundial por la explotación de gas y petróleo
esquisto, animado por parte del capital especulativo y de las compañías
petroleras y gasíferas. Fiebre que ha incentivado la falsa
esperanza de que los países que implementen esta técnica pueden alcanzar
la “independencia energética”. Como resultado de ello, la lógica del
mercado, y la burbuja energética del “shale gas and shale oil”,
simplemente conducirá a que las emisiones de gas metano se incrementen
en los siguientes años. Las emisiones de gas metano (CH4) en 2010 representaron unos 1,1 Giga-toneladas de CO2 equivalente.
Este espejismo del “shale gas and shale oil” no va a llevar,
como se afirma, a la “independencia energética”. Por el contrario, los
distintos estudios y la propia realidad están demostrando que se está
aumentando la contaminación y las emisiones de gas metano. Hecho que se
puede constatar a través de dos fuentes: la primera muestra como en
EE.UU. se quema en la boca de los pozos de gas o petróleo esquisto
ingentes cantidades de gas a tal punto, que una imagen satelital de la
NASA, muestra la magnitud de la quema de gas en los campos de Bakken oil fields,
en Dakota del Norte, y que es tan brillante como la luz emitida por
ciudades como Minneapolis o Chicago. En este solo campo se queman
266,000 millones de pies cúbicos de gas por día. Acá se puede ver imagen de la NASA.
La otra fuente es un estudio de realizado por J. David Hughes titulado: “Drill, Baby, Drill: Can Unconventional Fuels Usher in a New Era of Energy Abundance?”, el cual dilucida los problemas y la burbuja económica y energética del gas pizarra y la explotación a través del fracking. Otras fuentes de información sobre el tema son los documentales “Gas Land” de Josh Fox, en los que muestra el grado de contaminación y la destrucción tan atroz producida por el gas pizarra: Gas Land 2010 y Gas Land Part II.
Quema de gas en Bakken oil fields, en Dakota del Norte, EE.UU.
Foto de la NASA.
En relación a la eliminación de las subvenciones al consumo de los combustibles fósiles,
con ello, según la AEI, se evitaría la emisión de unos 360 millones de
toneladas de CO2 a la atmósfera en 2020, recursos que a su vez
permitirían la aplicación de medidas de eficiencia energética. La AIE
hace referencia a que este monto anual a los subsidios a los
combustibles asciende a 530.000 millones de dólares, y que esta suma es
seis veces más alta que lo aportado a las energías renovables.
Por ser este un tema de grandes dimensiones y de unas repercusiones
enormes merece un estudio especial. Por lo tanto, acá se harán solamente
unos cortos comentarios. Naturalmente que se debe suprimir los
subsidios a los combustibles fósiles. Las medidas deben estar dirigidas
tanto al consumo como a la exploración, explotación y a toda la
industria de los hidrocarburos. Lo llamativo de la propuesta de la AIE
es que sólo hace referencia a los subsidios al consumo de combustibles
fósiles, sin hacer referencia a los subsidios que recibe la industria de
los hidrocarburos a lo largo de toda la cadena. Cadena de subsidios que
se inicia desde la investigación, y que continúa por la perforación,
explotación, transporte, comercialización de los hidrocarburos y que
llega hasta los combustibles como producto final, y a otros productos
derivados de estos.
Estos subsidios pueden ser mucho más significativos que los subsidios
al consumo. Si de verdad se quiere combatir las emisiones de CO2,
un primer paso es acabar con todo tipo de subvenciones a los
hidrocarburos, y en especial, estos, se deben suprimir a las empresas e
industrias nacionales y multinacionales dedicadas a la explotación de
hidrocarburos. Según el Fondo Monetario Internacional en un reciente
informe de enero de 2013: “Energy Subsidy Reform: Lessons and Implications”
calcula que en 2011 el mundo ofreció a la industria de los combustibles
fósiles subsidios por la suma de 1.3 billones de dólares.
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De: Marti2 |
Enviado: 20/04/2014 07:52 |
Además existen otros tipos de subvenciones y de prerrogativas para la
industria de los hidrocarburos a la lardo de la cadena que están
enmascaradas en contratos leoninos, excepción de impuestos, no pago de
impuestos, falsos informes de producción, reducción de impuestos,
militarización de los oleoductos y gasoductos costos que por regla
general corren a cargo de los países que poseen las reservas;
militarización de las rutas marítimas, así como de gaseoductos y de
oleoductos; también está lo que conoce como “externalidades”, cuyos
efectos contribuyen al calentamiento global, en la salud pública a
través de los efectos adversos y a la polución local, en accidentes y en
la congestión del tráfico y en la destrucción de vías y del
medioambiente.
A manera de conclusión se puede señalar que el escenario 450 ppm o 2oC
que promueve la AIE y otras instituciones internacionales, deja al
descubierto varios asuntos que deben ser tenidos en cuenta de tal manera
que nos permita sopesar las consecuencias, a la que nos puede llevar un
escenario lleno de incertidumbres. Y además, a asumir una posición
crítica frente a esos propósitos, del tal forma que evitemos caer en la
tentación de apoyar un escenario que es ecológica, social, energética,
ética, y económicamente insostenible e insustentable. Pues este es un
escenario que invita a poner en llamas el planeta para enfriarlo como
opción al calentamiento global y al cenit del petróleo.
- El cenit del petróleo es una realidad que ya no es
posible ocultarla. La AIE nos está diciendo, sin proponérselo, que nos
debemos preparar para un mundo en el que se contará con menos
hidrocarburos. Que el último refugio, ante el fin de la era del
petróleo, es acudir a la biomasa.
Recurrir al uso de la biomasa es un regreso energético de más de tres
siglos, pero con un agravante: que los procedimientos para esa
transición energética regresiva no son sustentables, ni mucho menos son
“energía limpia”. El camino propuesto es destruir todo el planeta para
sustituir los hidrocarburos como energía primaria, bajo el paraguas de
la Bioenergía con captura y almacenamiento de dióxido de carbono (BECCS).
- La esperanza puesta en las energías renovables como
solución a la crisis energética por la que estamos atravesando encuentra
cada día nuevos y vastos obstáculos no fáciles de resolver: técnicos,
económicos, de recursos físicos y energéticos, de TRE y de tiempo,
medioambientales y de sustentabilidad. Sustituir al petróleo como savia
de la sociedad actual y como eje de un crecimiento sin límites en un
planeta con límites, no sólo es complicado e improbable sino que es
además una ilusión alimentada por el espíritu tecno-científico optimista
de la economía verde.
La disponibilidad de energía, en especial el petróleo, ha sido
crucial en los últimos dos siglos de la humanidad para el desarrollo
acelerado de la sociedad y de su complejidad. Contar con este tipo de
energía permitió y contribuyó al avance de la compleja sociedad
tecno-científica actual. Del mismo modo, pero en sentido inverso, el
agotamiento de las reservas de petróleo a nivel mundial conducirá a
estadios sociales menos complejos. La carencia y la imposibilidad de
acceso a esa prodigiosa energía será un decisivo elemento en la pérdida
de complejidad para la sociedad global en su conjunto, que a su vez,
acelerará de forma exponencial el colapso de la sociedad
tecno-científica que hoy conocemos. El agotamiento del petróleo que se
está experimentando avivará muchas, variadas e impredecibles crisis que a
su vez serán un acicate en la pérdida de roles sociales y en el colapso
societal. Es difícil imaginar las consecuencias del colapso en ciernes,
pero de algo de lo que podemos estar seguros ahora, es que éste será de
dimensiones globales y multidimensionales, y puede arrastrar a las
sociedades humanas a realidades catastróficas imprevisibles.
- El escenario 450 ppm y sus patrocinadores proponen que
el mecanismo apropiado para combatir y mitigar el calentamiento global
antropogénico, es la captura de los agentes causantes de éste, en los
tubos de escape y en las chimeneas. Es decir, en la fase final de todo
un proceso extremadamente contaminante e insostenible.
Es ostensiblemente revelador, que estas instituciones internacionales
y la mayoría de gobiernos, no establezcan, como pilar energético y
medioambiental, combatir de manera apremiante las emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero en su fuente de origen: reducir el consumo y quema de hidrocarburos y de biomasa.
Lo sensato es emprender de manera urgente la disminución del uso,
consumo y dilapidación de los hidrocarburos y de biomasa a nivel global,
en especial en los países mal llamados desarrollados. Es más fácil, más
económico, más sostenible y sobre todo menos agresivo con los
ecosistemas y la vida en el planeta, enfrentar las emisiones de gases de
efecto invernadero en la fuente de origen: disminución del consumo de
hidrocarburos y de biomasa.
- La tecnología BECCS plantea serias preocupaciones
científicas, ecológicas, sociales y económicas como para que la
humanidad comprometa el futuro de la vida en planeta en una opción
diseñada por los propagadores de la economía verde. Hoy, la humanidad no cuenta de margen, ni tiene la posibilidad de caer en la incertidumbre.
Acudir como opción energética primaria al uso de la biomasa a gran
escala para que sustituya a los hidrocarburos, no es otra cosa que
quemar el planeta con el falso argumento de que se está, de esa manera,
combatiendo el cambio climático.
El diseño piromántico de la BECCS, incubado en laboratorios bancarios
y empresariales, es completamente demencial y antagónico al diseño
paciente de la naturaleza, a la que le tomó millones de años tejer con
destreza variados, ricos, exuberantes y complejos ecosistemas
interdependientes.
Si continúa el obcecado avance de los desiertos verdes, los
ecosistemas, que hoy conocemos y que son fuente de vida misma, podrían
ser sometidos a la extinción como resultado de la contaminación, la
destrucción y la voracidad de los insaciables hornos de la tecnología
BECCS.
- El colapso medioambiental al que nos está conduciendo
el modo de producción capitalista y la economía de mercado, bajo la
premisa del crecimiento infinito y del business as usual, será
inevitable si la humanidad en su conjunto no inicia un proceso de
transición hacia una sociedad basada en un bajo consumo energético de
hidrocarburos y de biomasa, y de recursos naturales.
Adaptando energéticamente el efecto Séneca, podemos decir, que
al contar con energía como la del petróleo el crecimiento de la
complejidad económica y social es rápido, pero sin ésta, la ruina y
caída en picada es vertiginosa.
La transición de la actual sociedad compleja tecno-científica basada
en el uso de la energía solar acumulada: hidrocarburos y biomasa, a una
sociedad sustentable, resiliente, solidaria, deberá contar con por lo
menos con los cuatro siguientes ejes de travesía:
- Bajar el consumo energético. Acelerar el proceso de reducción del
uso de combustibles procedentes de los hidrocarburos y de la biomasa.
Suspender urgentemente el uso de la energía nuclear. Suprimir el
complejo militar industrial. Será necesario plantearlo conjuntamente y
de manera imperiosa, y que nos tome por sorpresa.
- Preparar a nuestras comunidades, pueblos y campos para poder hacerle
frente a los severos impactos que vendrán, acompañados con el fin del
petróleo y las consecuencias del cambio climático global.
- Actuar de inmediato de forma colectivamente y solidaria. Impulsar iniciativas locales.
- Incrementar amplias relaciones de interconexiones sociales y
humanas. Tener presente que la esperanza de que la vida tenga una
oportunidad en el planeta, yace en las manos laboriosas de las
comunidades y pueblos, y se gesta en el seno de las organizaciones
sociales, indígenas y populares, y habita en todos los empobrecidos y
desheredados del planeta.
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