Se deja de querer, y no se sabe Por qué se deja de querer: Es como abrir la mano y encontrarla vacía, Y no saber, de pronto, qué cosa se nos fue.
Se deja de querer, y es como un río Cuya corriente fresca ya no calma la sed; Como andar en otoño sobre las hojas secas, Y pisar la hoja verde que no debió caer.
Se deja de querer, y es como el ciego Que aún dice adiós llorando después que pasó el tren; O como quien despierta recordando un camino, Pero ya sólo sabe que regresó por él.
Se deja de querer, como quien deja De andar por una calle, sin razón, sin saber; Y es hallar un diamante brillando en el rocío, Y que, ya al recogerlo, se evapore también.
Se deja de querer, y es como un viaje Detenido en la sombra, sin seguir ni volver; Y es cortar una rosa para adornar la mesa Y que el viento deshoje la rosa en el mantel.
Se deja de querer, y es como un niño Que ve cómo naufragan sus barcos de papel; O escribir en la arena la flecha de mañana Y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.
Se deja de querer, y es como un libro Que, aun abierto hoja a hoja, quedó a medio leer; Y es como la sortija que se quitó del dedo, Y sólo así supimos que se marcó en la piel.
Se deja de querer, y no se sabe Por qué se deja de querer.