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Muy Interesante: Aquellos para los que no hay lágrimas que derramar
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De: kuki (Mensaje original) |
Enviado: 01/05/2014 02:16 |
Aquellos para los que no hay lágrimas que derramar
La princesa está triste…, ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro.
Está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
La vaga ilusión se llama Primer Mundo, donde se prohíbe todo aquello
que perturbe la calma y bienestar de sus ciudadanos. Por prohibir, se
prohíbe hasta la muerte. ¿Cuántas fotografías existen donde se vea
siquiera la mano de un cadáver entre los escombros del World Trade
Center tras el 11 de septiembre de 2001? ¿Cuántos periódicos de Nueva
York abrirían con la foto en portada de un vagabundo muerto en la
Séptima avenida? Y sin embargo, cuántos son los rostros vejados del
resto del planeta, capturados por decenas de fotógrafos y exhibidos por
decenas de miles de medios de comunicación para mostrar el horror del
mundo.
El horror del mundo. Porque Estados Unidos, o Europa con sus tres
niñas muertas, ya no son el mundo. Forman Seaville, la ciudad-decorado
donde se realiza El show de Truman, dentro de su esfera estanca,
donde más de dos muertes violentas entre la clase media suponen, al
contrario que en el resto del planeta, una tragedia por la que miles de
millones de personas han de arrodillarse y orar. Orar y sentir. Sentir y
llorar.
Sobre todo llorar.
En el resto del planeta y entre clases bajas, es cosa normal la
muerte innecesaria, justificarán los ciudadanos escandalizados frente a
sus veintisiete niños muertos.
Pero aquí no. Aquí es un acto inhumano al que sólo un bárbaro
permanecería ajeno sin romper, aunque sea con un minuto de silencio, la
rutina diaria que ninguna hambruna o guerra por el petróleo, ni siquiera
por la savia de la amapola, han conseguido jamás quebrar.
En la sociedad consumista tardo-capitalista, como le gusta llamarla
a Slavoj Žižek, lo cotidiano es una ficción de la que se ha expulsado
todo lo que perturba el bienestar. La vida adquiere la consistencia de
un fraude en el que los ciudadanos se comportan como actores que
interpretan los guiones creados por los anuncios de televisión.
La ficción se vive como realidad. Y lo Real se almacena como ficción.
Los elementos desagradables se empaquetan en películas con etiqueta
hollywoodiense: catástrofes, violencia, corrupción, vicios, etc. Al
mismo tiempo, los horrores del Tercer Mundo son imágenes proyectadas por
la televisión que no conectan con la realidad cercana. Lo macabro se
concibe como ingrediente de lo fantástico o de lo muy lejano, pero nunca
de lo cotidiano.
De esta forma, cuando lo Real desgarra, tarde o temprano siempre lo
hace, el velo de la ficción en que la sociedad de consumo ha convertido
su “realidad”, el espacio simbólico que determina su experiencia, se
produce el shock ante “lo imposible”. El llanto ante “tanta injusticia y
maldad”.
El corazón de las tinieblas no está subiendo cientos de millas el río Congo. El capitán Willard de Apocalypsis Now no
tiene que adentrarse en lo más profundo de Vietnam para encontrar a un
coronel Kurtz enloquecido por la vida desnuda. Son sólo metáforas que el
ciudadano del Primer Mundo ha creído, ha querido creer, localizaciones
reales en su engaño autoinfligido para espantar el terror lejos de su
no-vida. Las tinieblas están a cada paso dado en cualquier metro
cuadrado donde haya un ser humano, por muchas luces de navidad que se
cuelguen para recrear la fantasía.
Žižek lo llama el “efecto de lo irreal”: lo Real mismo, para poder
ser soportado, tiene que ser percibido como un espectro irreal de
pesadilla.
Y sin embargo, estas “anormalidades” que quiebran la esfera de
cristal de Seaville parecen ser las excepciones que confirman la regla:
el Primer Mundo ha tenido éxito en erradicar lo Real de su territorio.
Por eso veintisiete niños hacen llorar lo que no consiguen 25.000
criaturas diferentes y ajenas al Primer Mundo cada día.
En el último año, unos 8,8 millones de niños y niñas, menores de 5 años, murieron en todo el mundo.
Aunque esta cifra supone una impresionante reducción respecto a la
mortalidad de décadas pasadas, no se puede bajar la guardia, porque son
muertes por causas evitables:
- Algunas son provocadas por enfermedades prevenibles,
como la neumonía, la diarrea y el paludismo. Otras se producen por
causas indirectas, también evitables, incluidos los efectos de los
conflictos armados y el VIH/SIDA.
- La malnutrición, una higiene deficiente y la falta de acceso al agua potable y saneamiento adecuado contribuyen a más de la mitad de estos fallecimientos.
- Se estima que dos terceras partes de las muertes neonatales y de niños y niñas de corta edad se podrían evitar.
(Fuente: Unicef)
Sólo una apreciación. No son causas evitables. No desde que decidimos
que nunca renunciaremos a nuestro estilo de vida, porque esta es la
vida que merece la pena, la no-vida, aquella donde el sabor de un filete
y un buen vino directo al paladar convencen a Cypher para regresar a la
simulación de Matrix.
Todas las grandes civilizaciones tuvieron esclavos para mantener el
nivel de vida de los ciudadanos, esos humanos con derechos. Y en esta
época no existe la excepción. Sencillamente, el deseo obsesivo hasta la
obscenidad de una vida larga y placentera como único motivo para existir
debilita las capacidades del ser humano y, por tanto, es necesaria una
alta dosis de hipocresía para resistir en la ficción sin que se quiebren
las conciencias.
Giorgo Agamben ha rescatado para la era de la globalización el concepto de homo sacer.
En el derecho romano, esta era la figura de quienes no constaban como
ciudadanos dentro de la ley y, por tanto, cuyas vidas no tenían valor
alguno, pudiendo ser asesinados sin que ello constituyera motivo de
delito. Pero no podían ser sacrificados, pues no eran dignos de los
dioses.
En esta era, es el ser humano expulsado de su contexto social y
cultural, convertido en un objeto desechable al que se puede eliminar,
física o mentalmente, sin que ello suponga una causa punible. Para
Žižek, el homo sacer actual se identifica con cualquiera que sea
el objetivo de la ayuda humanitaria: “aquel que habiendo sido privado de
su humanidad plena es cuidado de una manera paternalista”. Desde
familias desnutridas del Tercer Mundo hasta viudas desahuciadas por
impago en Grecia o España.
El homo sacer de esta era tampoco es digno de ser
sacrificado al viejo dios rescatado por el capitalismo, el todopoderoso
Moloch, que sólo acepta las vidas de aquellos que, en su capacidad de
consumo, pueden entregarse al Sistema en completo estado de fe
hipnótica:
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De: kuki |
Enviado: 01/05/2014 02:17 |
Dice Agamben que el punto de partida con respecto a los derechos
humanos es el punto cero. Todos estamos excluidos hasta que, por razones
de política, se nos conceden derechos como un gesto secundario
conveniente a determinadas consideraciones estratégicas. No cree en la
posibilidad de renegociar el estado del homo sacer, permitiendo
que pueda llegar a ser un ciudadano. Al contrario, la democracia es una
máscara que oculta el hecho de que todos somos homo sacer.
Formamos parte del mundo administrado de que hablan Adorno y Foucault,
donde el único sentido del ser humano es su utilidad como objeto del
desarrollo.
Las temáticas de los derechos humanos, la democracia, la
regulación y la ley, y otras semejantes, son reducidas, en último
término, a la máscara engañosa de los mecanismos disciplinarios del
“biopoder”, cuya máxima expresión son los campos de concentración del
siglo XX.
(Žižek, Bienvenidos al desierto de lo Real)
En Europa, estamos reconociendo por fin que nuestros derechos
democráticos no eran sino esas máscaras tras las que se esconden
mecanismos disciplinarios. Sólo una economía próspera garantiza nuestros
derechos, de modo que hay que renunciar a ellos para levantar la
economía. Si lo primero que se sacrifica es aquello por lo que se lucha,
la lucha no tiene sentido, al menos no el que se quiere soñar por no
poder hacer frente a la realidad.
Y ello es así porque el ser humano ha sido sustituido por el homo economicus en
la más perfecta metonimia que ninguna obra de ficción lograra imaginar
nunca, genialidad creada por John Stuart Mill: “el hombre como un ser
que, inevitablemente, hace aquello con lo cual puede obtener la mayor
cantidad de cosas necesarias, comodidades y lujos, con la menor cantidad
de trabajo y abnegación física con las que éstas se pueden obtener”.
La muerte fuera de la esfera de cristal es, por tanto, inevitable en
este contexto. No es motivo de lágrimas, sino condición indispensable.
La poca humanidad que le queda al homo economicus se justifica
en expresiones de lo que se denomina “deseo imposible”. Puesto que no se
puede cumplir, no hay peligro en desearlo. Su única razón de ser es
calmar conciencias.
Un ejemplo muy significativo de ello, ofrecido por Žižek en el libro
citado, es la amenaza que, en 1994, Cuba emitió a Estados Unidos
advirtiendo de que, si no cesaban las incitaciones a la deserción, el
gobierno de Castro daría libertad a sus ciudadanos para emigrar. La
llegada de miles de balseros, días después, puso en un aprieto los
deseos de Estados Unidos, que se vio obligado a tomar medidas especiales
para impedir la entrada de tantos indeseados.
Porque es un deseo imposible, ningún país fuera del palacio de
cristal de nuestra princesa podrá abrazar jamás la democracia real, ya
que “cualquier emergencia democrática podría desencadenar actitudes
antiestadounidenses”. El disfraz de defender los derechos humanos
esconde lo que verdaderamente se defiende: el bienestar occidental.
En 1997, Brzezinsky escribía The Grand Chessboard, donde
reflexionaba sobre la necesidad de mantener el continente asiático en
permanente fragmentación, pues era la mejor forma de evitar problemas
serios a los Estados Unidos:
In brief, for the United States, Eurasian geostrategy
involves the purposeful management of geostrategically dynamic
states and the careful handling of geopolitically catalytic states, in
keeping with the twin interests of America in the short term
preservation of its unique global power and in the long-run
transformation of it into increasingly institutionalized global
cooperation. To put it in a terminology that hearkens back to the more
brutal age of ancient empires, the three grand imperatives of imperial
geostrategy are to prevent collusion and maintain security dependence
among the vassals, to keep tributaries pliant and protected, and to
keep the barbarians from coming together.
Cuatro años después, y tras varios documentos publicados en la misma
línea, sin duda Estados Unidos tuvo mucha suerte, y el mundo civilizado
también, de que unos terroristas violaran el espacio aéreo más protegido
del planeta y, debido a que ese día numerosas leyes de la Física, así
como de la Criminología, quedaron anuladas en la Gran Manzana,
“obligaran” a declarar una guerra de “justicia infinita” que, once años
después, sigue manteniendo fragmentado a medio mundo…
Si Moloch necesitaba sacrificios extras, estos debían ser ciudadanos
dignos de los dioses y por los que mereciera la pena llorar.
Últimamente, he estado enganchado a una serie de la HBO, Boardwalk Empire.
Se desarrolla en la Atlantic City de los felices años 20, cuando
comenzaron a prosperar los gangsters y la sociedad encontró gusto en el
desarrollo de la frivolidad. Una de las protagonistas es una joven viuda
irlandesa, Margaret Schroeder, que encuentra la ayuda de Nucky
Thompson, el tesorero del condado y el director del cotarro mafioso de
la ciudad. Margaret se convierte en su amante y finalmente en su
esposa, dándole así un futuro a sus dos hijos pequeños. Sin embargo, hay
veces que le cuesta mantenerse ignorante del origen de su fortuna.
Nucky extorsiona y asesina, pero ella “no sabe nada”, sólo que sus hijos
son felices y su marido es bueno con ellos. Se dedica a la filantropía,
organiza actos de caridad y realiza suculentas donaciones a la Iglesia.
Así logra no perder la sonrisa…
Para que la ciudadana Margaret sea feliz, es inevitable que la
extorsión funcione, y ello requiere asesinatos que es mejor no conocer y
negocios por los que es mejor no preguntar a su buen y amante marido,
confiando en su labor de gobierno por el bien de sus allegados.
Pero Margaret y Nucky tienen corazón. Cuando su hijita contrae la polio, lloran mucho. Y media ciudad con ellos.
El mensaje que las noticias transmiten hoy
es sólo uno: lloremos y recemos porque, en el Primer Mundo, lo Real ha
invadido el parque temático de nuestra ficción colectiva, y eso falta a
todo sentido del decoro…
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
He compilado un vídeo con escenas necesarias para que la sociedad del
consumo siga funcionando a buen ritmo. Una esencia aterradora a la que
pocos atienden, pero la única que permite existir a esta civilización
del entretenimiento.
Se albergarán deseos imposibles para el homo sacer. Y lágrimas dolientes para los niños de Connecticut, porque jamás tendrán “cumpleaños, graduaciones, bodas”…
En palacio no debía suceder…
Erraticario
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