Justicia a “mano propia” y estado policial cordobés
Los homicidios e intentos de asesinatos ejercidos por grupos de personas
a supuestos delincuentes (llamados linchamientos por los medios de
comunicación) no son una novedad en nuestro país. Lo que sí resulta
novedoso y alarmante es la escalada en la frecuencia de los mismos en
todo el territorio nacional durante los últimos meses.
El caso que
mediatizó el fenómeno fue en Rosario, donde una horda de personas mató a
patadas a David Moreira, un joven de 18 años. El suceso fue repetido
hasta el hartazgo en los principales medios del país. Luego, los
intentos de asesinato bajo esta modalidad se extendieron en Capital
Federal, General Roca, La Rioja y en Córdoba, entre otros.
Los
linchamientos son la expresión de una sociedad consumista bajo un
sistema económico y político que garantiza el orden social a través de
la administración del miedo. Basta tomar el control remoto y localizar
algún canal de noticias para toparse con imágenes de cámaras de
seguridad proyectando casi en vivo y en directo una y otra vez los
mismos hechos delictivos. Todas estas imágenes tienen características
comunes: se tratan sólo de delitos contra la propiedad privada y la
mayoría en espacios públicos.
Estas noticias son presentadas
bajo un formato de show televisivo, donde la descripción superficial del
hecho es acompañada por entrevistas a la persona construida como
víctima de un flagelo social: el delincuente. Y cuando apelan a esta
palabra, al mismo tiempo se construye un “identikit social” que tipifica
a ciertos sectores de la sociedad bajo criterios racistas y clasistas:
el villero, el pobre, “el negro de mierda”. Se construye una otredad
peligrosa, socialmente amenazante y se constituye al mismo tiempo su
opuesto, un nosotros cargado de positividad: el denominado “vecino
decente”.
Esto otorga espacio a la creación de un enemigo
interno, que está siempre bajo estado de sospecha permanente. De esta
manera se pude explicar porqué son los sectores populares (atravesados
por este identikit social estigmatizante) los destinatarios de la
aplicación del Código de Faltas en Córdoba, de los abusos policiales, de
los gatillos fáciles y de las discriminaciones sociales.
La
articulación entre: una sociedad consumista que otorga más valor a la
propiedad privada que a la vida y que produce altos niveles de pobreza,
la construcción de una otredad a través de criterios racistas y
clasistas que criminalizan a esos pobres solo por el hecho de serlo, y
la presencia de un poder administrador de dosis de miedo para mantener
el statu quo, dan como resultado las condiciones necesarias para que se
produzcan hechos de violencia como los “linchamientos”.
Pero “la violencia desatada en los linchamientos no es una violencia
dirigida a saldar el hecho delictivo. Esta violencia se ejecuta sobre
ciertos sujetos, ciertos cuerpos y los significados que éstos
representan para parte de la sociedad” (Ávila, 2014). Por lo tanto,
estos actos de violencia no se ejecutan por lo que hace el sujeto, si no por lo que es. Mientras menos negros delincuentes haya, más saludable y segura será “nuestra ciudad”, “nuestra vida”.
Sin esto no podría explicarse por qué esta modalidad de homicidios
doblemente calificados por alevosía y ensañamiento (artículo 80 del
código penal) son denominados por los medios de comunicación hegemónicos
como un acto de “justicia” a mano propia. Aquí el término “justicia”
intenta cumplir la función de legitimar estos intentos de asesinatos
dirigidos a los sectores populares. Lo que se discute desde los medios
no es el término de justicia, sino que sea a mano propia sin la
intervención del Estado.
Es así que la explicación que ofrecen
los sectores de derecha es que los linchamientos se producen por la
ausencia del Estado, que desprotege a la “gente decente”. Los decentes,
ante el cansancio y el hastio de ser atropellados por los delincuentes,
salen a matarlos, para impartir “justicia”. Los decentes, necesitan más
seguridad ante ese enemigo común acechante. Así, un Estado más fuerte,
con más policías, con más mano dura, solucionaría el problema de los
linchamientos, ya que sería el aparato represivo estatal el que haría su
parte.
Sin embargo, dichos argumentos son totalmente falsos.
Según datos oficiales publicados por la Provincia de Córdoba, entre los
años 2003 y 2013 la cantidad de policías pasó de 14.000 a 23.000
agentes, es decir un crecimiento del 64,3% en la última década. La
cantidad media de ciudadanos que cada policía tiene que “cuidar” se
redujo de 225 a 144 en este lapso de tiempo. La repartición del gobierno
que más creció en los últimos años sin duda es la policía. No nos
encontramos con un Estado ausente, si no con un Estado que a través de
los años ha ido incrementando su fuerza represiva de una manera
sorprendente.
Pero este aumento de la policía no tiene un
correlato directo en la disminución de las tasas delictivas. Las tasas
delictivas no registran una variación significativa en este periodo,
mientras que en las tasas de contravenciones se verifica un aumento
alarmante debido a la aplicación arbitraria del inconstitucional código
de faltas en la ciudad de Córdoba. Según el informe “Mirar tras los
muros. Situación de los Derechos Humanos de las personas privadas de
libertad en Córdoba”, desde el año 2004 al 2011 se puede observar un
722% de aumento en la tasa de detenidos por el código de faltas
(contravenciones) en la ciudad capital.
Estos números nos
demuestran que el incremento cuantitativo del aparato represivo no es
eficiente a la hora de disminuir los delitos, pero si lo es a la hora de
controlar, disciplinar y encarcelar a través del código de faltas a
aquellos sectores populares tipificados como indeseables, peligrosos y
sospechosos por el solo hecho de portar un rostro tipificado como
delictivo.
Es notable como estos argumentos que apelan a un
supuesto Estado ausente esconden una operación política destinada a
incrementar y legitimar el aparato represivo estatal, cada vez más
necesario para reprimir y controlar a los sectores más excluidos que
reclaman disfrutar los derechos que les corresponden como ciudadanos.
Horas después de la mediatización de los linchamientos, el jefe de la
policía de Córdoba afirmó que la ciudad estaba en una emergencia en
seguridad, y confirmó una “nueva” estrategia de seguridad, la cual
consistía en desplegar el 90% de la fuerzas represivas a las calles
mediante la creación de 40 puntos de control permanentes en toda la
ciudad. “Vamos a policializar la Ciudad de Córdoba (…) La situación
amerita que se ponga toda la Policía en la calle para hacer frente al
flagelo de los motochorros”, fueron algunas de las palabras que
resonaron en los princípiales medios. En ese mismo día la policía
incautó cerca de 1000 motos y detuvo a 41 personas por la aplicación del
código de faltas.
Los puntos de control funcionaban de tal
manera que era imposible ir desde los sectores periféricos al centro sin
pasar por lo menos por tres de ellos. El control y la aplicación del
código de falta era totalmente direccionada a un blanco predilecto, el
medio de transporte que más utilizan los sectores populares: la
motocicleta. “Son delincuentes, no trabajadores que andan en moto",
enfatizaba el jefe de la policía. Una vez más se observa cómo se apela
constantemente a la construcción de un otro delictivo y un nosotros
decente: “Nosotros queremos recuperar los espacios públicos para que lo
pueda disfrutar la gente honesta, que quiere vivir tranquila”, volvía a
afirmar el jefe de la policía. “Soy el Gobernador de todos los
cordobeses, y lo soy para garantizar los derechos humanos de los que
trabajan, de las familias, de los decentes”, sostenía el Gobernador De
la Sota luego del motín en el penal de San Martin en el año 2005.
Este despliegue de todo el aparato represivo que dispone el Estado
Provincial se hizo a la manera de un show para visibilizar los excesivos
controles y la aplicación del código de faltas en toda la ciudad. Este
fue el modo elegido para legitimar la policía frente a los duros
cuestionamientos producidos por el narco escándalo y la participación en
lo saqueos durante diciembre. En este sentido, el gobernador decía: “La
Policía debe estar haciendo lo que debe hacer para que no lo haga la
gente. La Policía se tendrá que ganar, con mucho esfuerzo, la confianza
de la gente”. Si tenemos en cuenta lo que hacia la gente en los
linchamientos, no resultaría extraño que los números casos de gatillo
fácil sean legitimados. En este sentido, el jefe de policía afirmaba,
ante el caso de gatillo fácil sobre Lautaro Torres, que “los
delincuentes deben saber que si salen armados, pueden terminar muertos"
Es llamativo como los casos de abuso policial se incrementaron
notablemente luego de aplicar la “nueva estrategia de seguridad” creada
luego de la mediatización de los linchamientos.
Todo este
accionar policial, a través de la construcción de ese otro amenazador,
intenta legitimar y profundizar la noción de “prevención del delito”. Es
decir, como sostiene Sergio Job, este cambio de paradigma “busca
intervenir y regular antes que los hechos se sucedan, razón por la cual
necesariamente se basa en prejuicios, sobre territorios previamente
determinados, sobre población ya definida, invirtiendo así todos los
principios del derecho, como por ejemplo: el principio de inocencia”
(Job, 2014). El otro construido como sospechoso es culpable, hasta que
se demuestre lo contrario.
Los linchamientos y su tratamiento
mediático, si bien son un fenómeno nacional, en Córdoba sirvieron para
intentar legitimar y seguir profundizando el Estado Policial cordobés
(que avanza cada vez mas sobre los derechos civiles de la población
clasificada como no deseable) y a una sociedad que a través de criterios
racistas y clasistas criminaliza la pobreza, utilizando la violencia
como el modo predilecto para resolver los conflictos sociales que ella
misma genera.
Hugo Germán Romero
Rebelión
Hugo Germán Romero. Licenciado en Ciencia Política. Integrante del “Colectivo de Investigación El Llano en Llamas”. Córdoba.
BIBLIOGRAFÍA
- Avila, Paula, 2014. “La violencia detrás de los linchamientos”. Disponible en la web en http://diariotortuga.com/2014/04/03/david-moreyra-rosario-linchamiento.
- Job, Sergio, 2014. “Nuevo orden mundial, nuevo orden legal”. Revista Contrapunto, Montevideo. (en imprenta)
- Comisión provincial de la Memoria y Observatorio de Derechos Humanos
de la Universidad Nacional de Còrdoba y de la Universidad Nacional de
Rio cuarto, 2013. “Mirar tras los muros. Situacion de los derechos
humanos de las personas privadas de libertad en Córdoba. Disponible en
internet en: http://www.unc.edu.ar/extension-unc/vinculacion/observatorio-ddhh/informe-mirar-tras-los-muros