Soy una creación única y Dios obra en mí y por medio de mí.
Gracias al don del libre albedrío, elijo aquello a lo que deseo
dar forma. Al hacerlo, cocreo con Dios.
Mi corazón se emociona al ver la belleza del mundo de Dios.
Mi canción está en armonía con el ritmo divino.
Al caminar por la tierra, siento el pulso de la vida divina en
cada uno de mis pasos. Soy parte del suelo por el que transito.
Dios está por doquier —en la Tierra, la luna y las estrellas;
en lo distante y lo cercano.
Bendigo y alabo las maravillas de la creación.
Veo a Dios en todas las personas y por todas partes.
El latido de la humanidad surge del corazón divino.
Gracias, Dios, porque soy libre para expresar lo verdadero en mí,
lo bueno, lo cual es uno por siempre contigo.