La emoción breve y desconocida, la sorpresa
La sorpresa es una emoción neutra, es decir, que en sí misma no supone una reacción ni agradable ni desagradable. Su función es facilitar la aparición de estados emocionales posteriores. En sí misma, la sorpresa es la emoción neutra por excelencia y en sus características incluyen una mezcla de los demás estados emocionales.
Según Ekman (2007), “la sorpresa es la más breve de todas las emociones, dura sólo unos segundos como máximo. Un momento de sorpresa sucede mientras nosotros apenas estamos por averiguar lo que está pasando, y después la sorpresa se convierte en miedo, diversión, alivio, ira o asco…dependiendo de qué era lo que nos sorprendió, o puede no seguirle emoción alguna, si se determina que el evento sorprendente no tuvo consecuencias”.
Por una parte, la sorpresa produce ciertos efectos subjetivos, cuya duración depende del tiempo en que tarda en aparecer la emoción posterior. El principal efecto subjetivo es lo que se ha denominado mente en blanco, que es una reacción afectiva indefinida que resulta agradable. Otro efecto subjetivo son las sensaciones de incertidumbre debido a situaciones en la sorpresa evoca situaciones no tan agradables como la felicidad, pero más agradables que otras como la tristeza o el miedo.
La sorpresa también tiene ciertos efectos fisiológicos que afectan al sistema circulatorio, como la desaceleración de la frecuencia cardiaca o la vasoconstricción periférica, así como la vasodilatación cefálica o el aumento brusco de la conductancia de la piel. La sorpresa también incrementa momentáneamente la actividad neuronal.
Para qué sirve la sorpresa
Gracias a la sorpresa nos preparamos para afrontar otros acontecimientos repentinos e inesperados, facilitando los procesos de atención y el interés, y dirigiendo los procesos cognitivos a la nueva situación. En este sentido, la sorpresa facilita la aparición de la reacción posterior apropiada, tanto emocional como conductual. De este modo, la sorpresa ayuda a eliminar la actividad residual del sistema nervioso que pueda interferir con la reacción apropiada a las nuevas circunstancias.
¿Se puede fingir la sorpresa?
La sorpresa es una de las emociones más difíciles de fingir, tanto por su brevedad como por su inmediatez.
En ocasiones queremos mostrarnos sorprendidos ante las cosas porque se supone que es lo que tenemos que hacer, pero realmente esta postura responde a una mala interpretación de esta emoción. Existen algunos convencionalismos sociales que nos “exigen” mostrarnos de determinada manera ante ciertas situaciones, confundiendo la sorpresa con la reacción posterior: ver a alguien, recibir un regalo o recibir una noticia puede ser visto de maneras muy diferentes, y la sorpresa puede provocar reacciones muy diversas que, en muchos casos, nos sentimos obligados a fingir por “quedar bien”.
El error consiste en relacionar la sorpresa con alegría o emoción, o todo lo contrario, decepción, tristeza o enfado.
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