¿Sabes qué es el Efecto Zeigarnik?
Este nombre, extraño y difícil de pronunciar, se debe a la psicóloga de origen ruso Bluma Zeigarnik. Bluma observó el comportamiento de los camareros en los restaurantes. Ellos tienden a recordar los pedidos que están pendientes de servir pero se olvidan rápido de aquellos platillos que ya han sido servidos a los comensales.
Entonces, el “Efecto” señalado por esta profesional tiene que ver con la tendencia de las personas a recordar más aquellas tareas inconclusas o pendientes que las que ya se realizaron. En 1927 la psicóloga hizo un gran estudio al respecto y en él, los participantes realizaban 20 tareas diferentes, una después de la otra, es decir, de forma sucesiva. Por ejemplo, tenían que resolver adivinanzas, problemas matemáticos o hacer tareas manuales. Se los interrumpía en diferentes etapas de la prueba. La investigación demostró entonces que los participantes podían recordar mejor las tareas que no habían podido completar por culpa de las interrupciones que aquellas que habían terminado. Es decir, que apenas pasaban a la lista de “finalizados”, el cerebro las olvidaba por completo.
Este efecto Zeigarnik es y ha sido muy utilizado en el cine, la literatura y las series de televisión. Podemos decir que las películas de Alfred Hitchcock, las novelas de Charles Dickens y la serie “Perdidos” (Lost en inglés) utilizan un truco muy eficaz, donde mantienen en vilo y con incertidumbre o suspenso a los espectadores o lectores. Todo gracias a la palabra “Continurá”, que deja a todos a la expectativa, deseosos de saber más.
Sin dudas, hay que analizar las obras de Dickens, ese gran novelista inglés que aprovechó la ansiedad del público para lanzar capítulos de Oliver Twist, en lugar del libro completo. Fue tanta la expectativa que creó el autor que los lectores estadounidenses esperaban ansiosos en el muelle de Nueva York la llegada del barco que contenía la última entrega de los capítulos. La desesperación por saber lo que sucedería en la historia era “más fuerte” y no podían esperar ni un minuto.
Entonces, ¿Qué tienen que ver el hecho de dejar las tareas sin terminar con el “efecto Zeigarnik”? Ahora lo develaremos. Más de cinco décadas después de la investigación de la psicóloga rusa, un equipo liderado por Kenneth McGraw volvieron a repetirlo. Los participantes debían armar un puzzle muy difícil. Se les interrumpió cuando estaba resuelto en su mayoría, diciéndoles que el estudio había terminado y que no tenían que continuar. Sin embargo, el 90% de ellos prefirió quedarse hasta finalizar el rompecabezas.
Lo mismo se puede aplicar a un libro o una película. Por ejemplo, si los primeros minutos son atrapantes, es más probable que permanezcamos leyendo o mirando hasta que termine. En el caso de los libros esta llamada de atención es paulatina casi siempre. Si no tienes el hábito de la lectura, consulta a los que si leen cómo se sienten a mitad de un libro.
Esto se debe a que cuando empezamos algo, estamos más dispuestos a terminarlo. Dejar las cosas inconclusas, es decir, la dilación, es más fácil que aparezca si aún no hemos comenzado con algo.
El efecto Zeigarnik nos enseña, entonces, que debemos comenzar una tarea o actividad, sin importar por qué parte. Mejor si es desde lo más fácil, así podrás continuar de menor a mayor y verte cada vez más entusiasmado con los progresos y avances. Te verás cada vez más involucrado y te será más difícil abandonarlo. Una vez que has dado ese primer paso, es más probable que sigas adelante.
El Efecto Zeigarnik no funciona bien sino hay motivación para lograr el objetivo. Esto quiere decir que si lo que estamos haciendo no nos importa, no cambia en nada nuestra vida o no nos ayuda a cumplir nuestro sueño, es más sencillo que encontremos una excusa para abandonarlo o ni siquiera comenzar. Sin embargo, sigue siendo más simple que terminemos una tarea que ya la empezamos que aquella que todavía no hemos empezado.
Recuerda estas dos frases maravillosas: “La mejor manera de empezar es dejar de hablar y hacer” (Walt Disney) y “La respuesta más corta es hacer las cosas” (Ernest Hemingway).
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