A juzgar por el hecho de se reducen las actividades a ambos lados del frente y que las dos partes comienzan a prepararse para la llegada del invierno (lo que ha provocado también alguna que otra conversación sobre la falta de preparación del ejército ucraniano para soportarlo), se puede asumir que se ha llegado a la conclusión de esperar hasta la primavera. Hemos dejado de sospechar que las partes tienen intenciones ocultas: hace cada vez más frío y, aunque podría haber lucha, será únicamente en forma de escaramuzas o sabotaje tras las líneas del frente, una guerra posicional típica tras una carnicería al estilo de la de Verdún.
En cierta forma, el plan maestro ha prevalecido. Kiev no ha tenido la posibilidad de acabar con Donetsk y Lugansk y se ha retirado cuando se encontraba al borde del precipicio. La existencia de territorio rebelde sigue suponiendo una espina que lleva consigo el riesgo de que el dolor aumente en caso de que no sea tratado. En los territorios rebeldes por su parte, parece haber comenzado un típico barrido de todos los elementos no leales y la transformación de los hombres libres en una especie de entidad que se pueda controlar.
El reciente alboroto no está libre de aspectos negativos, como la proliferación de armas, que puede suponer una amenaza. Esta misma semana, la policía detuvo a dos mercenarios que trataban de vender un centenar de granadas en la región de Rostov. Es de suponer que esto solo es una pequeña muestra de las consecuencias de la venta ambulante de Voentorg. Como es evidente, los detalles de lo que se los hombres con estrellas en sus hombreras hacen con dicho comercio no se transmiten al gran público, pero está claro que, en situaciones como esta, el tráfico de armas dinámico y no siempre al por menor. Suministrar de armas a una región fronteriza, ya de por sí complicado, solo puede ocurrir a riesgo de cada uno.
Por otra parte, al tomar las riendas de la ofensiva de la reavivada milicia, Moscú ha demostrado su compromiso para llegar a un acuerdo con Kiev. Moscú no desea perder un mercado, el ucraniano, que consume treinta millones de metros cúbicos de gas, y ni siquiera el hecho de que Yatseniuk haya afirmado un plan para que Ucrania sea autosuficiente en diez años causa preocupación en las oficinas de Gazprom. “Veremos dónde está Yatseniuk en diez años”. Se espera un inminente acuerdo en el tema del gas. El problema de la deuda está aún por solucionar, aunque mi colega de Kiev “Aleks” ya me ha informado del mecanismo de ese avance. Se ha creado un consorcio internacional que expenderá un crédito especial de 6.000 millones de dólares a Naftogaz para que esta pueda pagar su deuda con Gazprom y realizar un pago previo adicional para comprar el gas requerido para mantener el tránsito ininterrumpido a Europa. Naftogaz tendrá que pagar algo, aunque será una cantidad mínima, aproximadamente 300 millones de dólares. El sistema de transporte de gas ucraniano (GTS) actuará como garantía del crédito. Está claro que nadie va a pagar, así que podemos adivinar quién será el próximo dueño del GTS.
La situación es perfectamente aceptable para Gazprom, que recibirá sus pagos y eliminará el dolor de cabeza que supone el problema del tránsito de gas a Europa en temporada de invierno. A cambio de esto, Ucrania recibirá un precio económico para el consumo doméstico de gas. El foco de la negociación es, en realidad, este precio, ya que ambas partes exigen condiciones que son inaceptables para el otro. Como es habitual, todo se decidirá en el último minuto en una conversación entre presidentes.
Los oligarcas de ambos lados también están satisfechos porque, después de todo no hubo nacionalización de sus propiedades en las repúblicas populares. Tras ignorar completamente algunos tímidos intentos de Pushilin o Purgin de sacar la cuestión, el tema fue definitivamente archivado.
Parece que Akhmetov reaparecerá pronto para acabar con el problema de falta de mano de obra cualificada que existe ahora mismo en las jóvenes repúblicas populares, ya que él no sufre problema alguno de escasez de especialistas. Algunos de los actuales gestores perderán su puesto, lo que dejará a estas caras familiares y enteramente leales, relegadas a apariciones televisivas.
Las sanciones occidentales, que tanta alarma han causado en Moscú, quedarán congeladas y se eliminará la mayor parte de tan desagradables sanciones individuales y algunas sectoriales.aun así, la situación no volverá exactamente a la posición inicial. No se ha iniciado todo este proceso para que las cosas vuelvan a su origen.
Todo quedará congelado hasta la primavera. Nadie sabe cómo será el invierno, por lo que Europa se opone categóricamente a cualquier riesgo ahora mismo. Estados unidos tendrá que hace concesiones, aunque no va a abandonar su principal objetivo: atacar a Rusia, algo que, simplemente, queda retrasado. Los anglosajones son maestros del engaño, por lo que tampoco hay que descartar la posibilidad de que no cumplan su palabra.
Todas las partes están satisfechas, aunque todas ellas hayan perdido algo. Los únicos que no pueden compartir esa sensación son los residentes de Donbass. ¿Pero a quién le importan unos cuantos nativos?