LA MUERTE
Todas y cada una de las partes que se manifiestan en la Creación (incluidos nosotros mismos), contienen una pequeña trinidad que es reflejo de la gran Trinidad de Origen de la cual proceden. Por ese motivo, todas y cada una de esas partes, se desarrollan a su vez, en tres planos de existencia simultáneos.
El plano más elevado por estar constituido de materia muy sutil, es el mundo de los pensamientos, donde se desarrolla el cuerpo mental.
El plano opuesto, por ser de materia muy densa, es el mundo físico, donde se desarrolla el cuerpo de carne.
Existe otro plano de existencia que es doble y está formado por una parte de materia sutil y otra densa. Es el mundo de los deseos y sentimientos, donde se desenvuelve el cuerpo astral. Así todo ser creado posee tres cuerpos que actúan de forma simultánea; el mental, el astral y el físico.
El ser humano no es una excepción y cuando se habla de la muerte, se refiere al preciso momento en que su conciencia se retira del cuerpo físico para pasar al cuerpo astral. El ser se desprende de su envoltura más externa y densa que es el cuerpo de carne, o vehículo que utilizaba para desenvolverse en este plano.
Al abandonar el cuerpo físico, no se produce ninguna variación en las características del ser y sigue siendo tal cual es; con su inteligencia, su carácter, sus virtudes, sus defectos, etc., tanto es así que a veces tarda un tiempo en darse cuenta de su nueva situación, puesto que sigue pensando, viendo, oyendo, sintiendo...etc., lo único que observa es que no puede comunicarse con su seres queridos aunque los vea.
Este período de confusión suele presentarse cuando la persona ha ignorado voluntariamente las leyes que rigen nuestra existencia y aunque hubiera oído hablar de la inmortalidad del alma, jamás se preocupó por conocer su auténtico significado, con lo cual, ahora se siente desconcertado por no entender su situación.
El dolor, el llanto, las lamentaciones, la no aceptación del trance por parte de los familiares y seres allegados, atraen negativamente su atención, le retienen hasta tal punto de causarle un intenso sufrimiento y le perjudican gravemente retrasando su proceso natural. Sin embargo, si a través del pensamiento los seres queridos le alientan con amor a que siga su camino, le ayudarán favorablemente en su nueva etapa.
En el momento de la transición, el ser no sufre dolor alguno, ni le espera ningún tribunal para dictarle sentencia. Una vez en su nuevo plano contemplará sus vivencias y verá las consecuencias tanto positivas como negativas, de cuanto haya pensado, sentido y realizado. Consecuencias que habrá de saldar, cobrando si están a su favor o pagando si están en contra, según corresponda.
La muerte, por lo tanto, no es el final de la existencia del ser, sino un simple paso en su trayectoria evolutiva.