En la noche del 4 de noviembre de 1908, un pavoroso incendio se desató en una vivienda del centro de la capital austriaca. Cuando las autoridades lograron sofocar el fuego y pudieron entrar en el interior del piso hallaron una víctima, pero no de la forma que esperaban.
La vivienda, estudio de un artista, estaba devastada por el fuego, pero lo más terrible no eran los evidentes daños materiales. Frente a un espejo, los bomberos encontraron el cadáver de un joven ahorcado, que además se había apuñalado, como si temiera que la soga que tenía al cuello o el fuego que él mismo había provocado pudieran no ser suficientes para acabar con su desazón.
El joven, inquilino de la vivienda, era un pintor de veinticinco años cuyo nombre, Richard Gerstl, era totalmente desconocido para quienes le encontraron. Aquella falta de reconocimiento por parte de sus contemporáneos había sido, precisamente, una de las causas que llevaron al suicidio al joven artista. Pero no la única…
Gerstl había nacido en 1883 en el seno de una próspera familia de origen judío, y desde muy temprano mostró un gran interés hacia las artes plásticas. Una inquietud que, por cierto, no hizo ninguna gracia a su progenitor, pues deseaba un futuro más prometedor para su vástago.
Pese a las reticencias de su padre, el joven Richard insistió en su vocación y, tras abandonar la escuela y ser educado por tutores privados, con quince años consiguió ingresar en la Escuela de Bellas Artes de Viena. Allí estudio bajo la tutela del profesor y artista Christian Griepenkerl, célebre por su duro carácter y por haber rechazado la solicitud de un joven Adolf Hitler cuando éste quiso ingresar en la escuela de Bellas Artes.
En la escuela de artes Gerstl tuvo su primer contacto con la Secession Vienesa, el estilo artístico que triunfaba en aquel entonces en la capital austríaca, con representantes de la talla de Gustav Klimt. El joven pintor, sin embargo, rechazaba aquella corriente plástica que él consideraba como “arte pretencioso”.
Este desapego hacia la corriente de moda le llevó a apartarse de la escuela de Bellas Artes, y durante un par de años Gerstl siguió desarrollando su pintura al margen de la Secession. Fue así como en 1900 y 1901 acabó uniéndose al taller de Heinrich Lefler, un pintor de miras mucho más abiertas, que aceptó de buen grado los gustos estéticos del muchacho. Sin embargo, su relación acabó también de forma abrupta cuando Gerstl se negó a participar en un desfile en honor al emperador, Francisco José I de Austria.
De nuevo recorriendo su camino en solitario, Gerstl se trasladó a un piso de Viena, donde compartió estudio con un antiguo compañero de la escuela de artes, su amigo y también pintorViktor Hammer. A partir de esas fechas, en 1907, Gerstl comenzó a frecuentar los círculos musicales de la capital, asistiendo a numerosas óperas y trabando amistad con compositores como Alexander von Zemlinsky o Arnold Schoenberg.
Por aquel entonces sus pinturas habían evolucionado ya hacia un estilo que parecía anticipar la pintura expresionista, con retratos de una profunda carga psicológica, entre los que se cuentanvarios autorretratos que hoy se cuentan entre sus mejores obras.
Su amistad con Zemlinsky y Schoenberg aumentó, hasta el punto de que el joven Gerstl decidió mudarse a una vivienda próxima a la de este último, y allí comenzó a pintar una serie de retratos de Schoenberg, su familia y su círculo de amigos. Aquella amistad, sin embargo, acabó llevando a Gerstl hasta el suceso más trascendente de su vida: su relación conMathilde, la esposa de Schoenberg.
Tras pintar a la mujer de su amigo, y a raíz de su estrecha relación, Richard y Mathilde acabaron intimando y tuvieron una aventura. Aquel amor clandestino llegó a prosperar hasta el punto de que la mujer abandonó al compositor y a sus hijos, marchándose con Gerstl.
Por desgracia, aquella aventura no duró mucho. Tras unos meses de vida en común, Mathilde regresó a los brazos de Schoenberg, dejando a Gerstl solo y con el corazón destrozado. Aquel desengaño amoroso, junto a su carácter melancólico y al rechazo que sufría su obra entre los círculos artísticos vieneses del momento, llevó a Richard Gerstl a acabar con su vida.
Consumido por la desesperación, la noche del 4 de noviembre de 1908 decidió prender fuego a sus papeles y pinturas, y después se ahorcó frente al espejo de su estudio, al tiempo que se clavaba un cuchillo. Las llamas devoraron gran parte de su obra, pero por suerte se salvaron varias decenas de pinturas y algunos dibujos.
Tras su dramático final, el hermano de Richard, Alois, recuperó las pinturas que se habían salvado y las depositó en un almacén familiar. Allí permanecieron más de dos décadas ocultas al mundo, hasta que en 1930 o 1931 Alois se las mostró al marchante de arte Otto Kallir, propietario de la Neue Gallerie.
Kallir supo apreciar inmediatamente el valor de aquellas pinturas y, aunque organizó una exposición con el trabajo de Gerstl, la invasión nazi frenó una vez más el descubrimiento de la obra y la figura del desdichado pintor vienés. No fue hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial cuando la singular producción artística de Gerstl, anticipo del expresionismo alemán, acabó siendo descubierta por los críticos e historiadores del arte. Hoy sus pinturas cuelgan, al fin, de los muros de los más prestigiosos museos vieneses.