La actriz Shailene Woodley escribió una carta de 30 páginas para que
le dieran el papel de Hazel, la protagonista en “Bajo la misma
estrella”; la voz de la muerte, en “La ladrona de libros”, provocaba
pesadillas a su escritor; el director de “Maze Runner” convenció al
autor del libro de no filmar una escena demasiado cursi; Tolkien
consiguió que publicaran “El Hobbit” mostrando un manuscrito a medio
terminar, Peter Jackson agregó a su excedida versión un romance entre
elfa y enano; la autora de “Los juegos del hambre” ha sido señalada por
plagio
Igual que Heráclito, nunca nos bañamos
dos veces en el mismo río, porque las aguas cambian con nosotros. Así
sucede con las historias. Nunca las leemos de la misma manera. Si son
traducciones, cambian; si se trasladan a otro soporte, crecen. La
película, el musical, la serie de televisión que se construyen a partir
de un texto no compiten con el original, lo expanden. Harry Potter, Los juegos del hambre, El Señor de los Anillos son
algunas de las sagas más celebradas tanto en papel como en
pantalla. Salieron del libro, se transformaron; nos hacen leerlas en
otros lenguajes, trascienden su realidad literaria.
Varias publicaciones recientes y sus
versiones en cine muchas veces son vistas con recelo por la crítica,
porque abundan las fórmulas repetidas y los romances superficiales. Pero
algunas han atrapado a un público amplio de lectores y especialistas,
más allá de la mercadotecnia que las rodea.
Y ya sea que primero se llegue al libro o a la película, las historias se quedan. Y nunca son las mismas.
He aquí algunos datos “detrás de cámaras y prensas” de películas y libros taquilleros, algunos próximos a estrenar.
La ladrona de libros
Markus Zusak (Debolsillo, 2009)/ Brian Percival (Fox 2000 Pictures y Studio Babelsberg, 2013)
Todo lo narra una voz que no puede apiadarse aunque sufra. Es la voz de la muerte.
Al principio, esta voz provocaba
pesadillas y escalofríos a su escritor. Tanto que probó cambiarla.
Reescribió 100 páginas pero la voz de la muerte regresó, se impuso, y lo
que iba a ser una novela corta se convirtió en una historia de casi 600
páginas.
La protagonista originalmente era una niña que vivía en Sidney (lugar de residencia de Zusak) y se robaba un ejemplar del libro El guardián entre el centeno. Luego
el escritor se dio cuenta que ese personaje podía encarar una historia
que llevaba muchos años queriendo escribir, una inspirada en las
experiencias de sus padres en Alemania y Austria durante la Segunda
Guerra Mundial, y en las historias sobre nazis que oía de niño (en la
línea del Diario de Anna Frank).
Para encontrar a esa protagonista, el
director de la película había hecho castings en Inglaterra, Alemania,
Austria, Suiza, Australia y Estados Unidos, pero ninguna actriz lo
convencía. Zusak se enteró y se animó a sugerir a Sophie Nélisse, una
niña a la que había visto en la película francesa Profesor Lazhar. Y fue entonces que empezó el rodaje.
Ya se sabe: no todo lo que sucede en el
libro se puede filmar. Uno de los momentos favoritos del director no fue
filmado porque le parecía complicado: cuando el niño, Max, imagina que
boxea contra Hitler. Aunque contó con actores taquilleros y producción
pirotécnica, la película decepcionó a la mayoría.
Suzanne Collins (Océano, 2011)/ Francis Lawrence (Estreno: noviembre 2014)
Un día haciendo zapping en la
televisión, Suzanne vio fragmentos de un reality show y luego, en otro
canal, de una guerra. Hizo la asociación y quedó sorprendida con la
idea. Cuando empezó a escribir su trilogía evocó también el circo romano
y el mito griego de Teseo y el Minotauro (Atenas envía 14 tributos,
siete hombres y siete mujeres, a Creta, donde serían arrojados al
laberinto y devorados por el Minotauro. Teseo se ofrece de voluntario y
vence al monstruo). Muchos han señalado las enormes similitudes del
argumento de su historia con el de Battle Royale, una novela del
escritor japonés Koushun Takami, publicada en abril de 1999, también
adaptada al cine y con una versión en manga que hizo el propio Takami.
Collins ha dicho que no conocía la novela. Como sea, su saga se defiende
y las películas han funcionado, tal vez porque la autora participa en
la escritura de los guiones.
Gary Ross, el director de la primera
película, afirmó que se volvió fan de la trilogía porque sus hijos le
dijeron que tenía que leerla. No quiso dirigir la segunda ni la tercera
parte porque argumentó que no tenía tiempo (o más bien no le daba tiempo
al ritmo que exigían las productoras; al parecer él quería cuidar más
los detalles). Sinsajo, la última parte de la trilogía, se
dividirá en dos películas. Algunos fans se quejaron duramente de la
partición. Olvidan que, al final, en estas producciones no manda el
escritor, ni el director ni la historia, sino el mercado.
John Green (Nube de tinta, 2013)/Josh Boone (Fox 2000 Pictures y Temple Hill Entertainment, 2014).
John Green ya era un escritor tan popular que antes de publicar Bajo la misma estrella varios
cineastas querían revisar el manuscrito de la novela con la promesa de
hacerlo película. Green no autorizó a su agente que lo mostrara, y una
vez publicado el libro (que rápidamente alcanzó los primeros lugares de
ventas) dijo que no quería una versión en cine. Pero solo se resistió un
par de meses. Año y medio después se estrenó la película. Ha sido el
libro más prontamente hecho película de esta productora.
Inspirado en un voluntariado que hizo en un hospital infantil cuando tenía 21 años, Bajo la misma estrella en
un principio no era una historia de amor sino la de un grupo de niños
de 12 años con cáncer que se salían a escondidas del hospital para
reunirse en una cueva. Al autor no le cerraba la idea. Entonces recordó a
Esther Earl (a quien dedica el libro), una joven amiga suya que murió
de cáncer en el 2010, cuando tenía 16 años. Esther también publicó un
libro donde cuenta, con la ayuda de sus padres, su historia. Se llama This Star Won’t Go Out (Una estrella que no se apaga, Nube de tinta).
El título del libro de Green en inglés (The fault in our stars) está inspirado en una frase de un personaje de la obra Julio César
de Shakespeare, llamado Casio, que dice: “¡La culpa (…) no es de
nuestras estrellas, sino de nosotros mismos, que consentimos en ser
inferiores!”.
Green ya era muy leído, pero Bajo la misma estrella desató el fenómeno de masas. Puede compararse en buena medida al de Harry Potter y tal vez supere a Los juegos del hambre (porque
la novela de Green es políticamente más inofensiva). Los escritores se
convierten en rockstars. Los libros en fetiche. Los personajes de
ficción son imitados por los lectores: dicen sus frases, se las tatúan,
se visten como ellos, van a los lugares que evoca el libro… Los diálogos
se materializan en playeras, tazas y sábanas y el culto gana más
adeptos. La propia Shailene Woodley, la actriz que encarna a Hazel, la
protagonista de la novela, era una fanática del libro. Le mandó un mail a
Green, de unas 30 páginas, según relató el autor, donde halagaba la
novela y le pedía interpretar a Hazel. Green quedó conmovido y cuando
vio una prueba de la actriz supo que “nadie más podía interpretar a
Hazel”. Todos felices, sobre todo los productores.
J. R. R. Tolkien (Ediciones Minotauro,
1982)/ El Hobbit: la batalla de los cinco ejércitos, Peter Jackson
(Estreno: diciembre 2014)
Tolkien escribió esta novela a lo largo
de 10 años para divertir a sus hijos. Presentó un manuscrito inacabado a
varias editoriales hasta que una le ofreció publicarla en cuanto lo
terminara. Fue el primer texto en donde exploró el universo mitológico
de la Tierra Media.
Cuando Peter Jackson quiso filmar la trilogía de El Señor de los Anillos,
ninguna productora creía en el proyecto. Cuenta la especialista Kristin
Thompson que Hollywood ya no tenía mucha fe en el género fantástico,
pero Jackson quería demostrar su potencial y proponía hacer seis
películas, dos por libro (como sugiere la división del propio Tolkien,
que divide cada libro en dos: Libro Primero y Libro Segundo, Libro
Tercero y Libro Cuarto, etc.). Si hubieran sabido el éxito que iba tener
lo hubieran dejado filmar las seis películas. Por eso, para El Hobbit,
le permitieron todo. ¡Hasta cambiar el formato del cine a uno de 48
cuadros por segundo! y convertir un solo libro (de 300 páginas) en una
saga de tres cintas.
Pero las dos entregas de la trilogía de El Hobbit no
han convencido. El uso (para algunos abuso) de imágenes generadas por
computadora (CGI), lo acercan más al videojuego que al cine. Esta
afinidad con el juego de video es deliberada y es una tendencia estética
en las películas del género, pero más allá de los efectos especiales,
la necesidad de extender la trama no ha derivado en una historia
verosímil y atractiva. Mientras que la novela se siente como esa obra
semilla, llena de acción, de la que surgirá todo un universo, con una
condensación de personajes y atmósferas que mantienen la tensión
dramática en cada página, en la película predomina un reciclaje de
recursos. Jackson inventa, sin mucha armonía, nuevos personajes y
anécdotas para ganar tiempo, innecesario, como el romance entre el enano
y la elfa en la segunda entrega o la ampliación del mago Radagast el
pardo, que apenas es mencionado en el libro. Mete a fuerzas personajes
que encarnaron actores taquilleros como Orlando Bloom y Cate Blanchet,
más como gancho comercial que como búsqueda creativa. Se ve un
engolosinamiento con la Tierra Media, pero más con su presupuesto
millonario.
Pero también es cierto que es un deleite
visual regresar a la Tierra Media. Jackson arriesga y acierta en muchas
escenas manteniendo ese tono más oscuro que ha marcado sus adaptaciones
y haciéndonos disfrutar por más horas de la épica fantástica de
Tolkien. Aunque la primera y la segunda parte de la trilogía de El Hobbit se enfocan más en el viaje de Bilbo, esta tercera parte, subtitulada como La batalla de los cinco ejércitos, retomará
otros escritos de Tolkien de la Tierra Media para explicar, por
ejemplo, a dónde fue Gandalf cuando dejó a los enanos en el Bosque
Negro. Ojalá que el cierre de la trilogía sea más sólido.